Entrevista

María Echevarria, Directora General De Ganadería

«Hoy en día se detecta con facilidad cualquier sustancia o materia que no debe estar en los piensos»
Por Mónica G. Salomone 25 de noviembre de 2004
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La crisis desatada por la aparición de los primeros casos de vacas locas en España parece haber entrado ya en fase de amortiguación. Aunque el número de animales detectados continúa goteando, todo apunta a un estancamiento, tal y como sucede en otros países de nuestro entorno inmediato. Es tiempo, pues, de plantear unas primeras reflexiones sobre el impacto y las medidas adoptadas, a las que se ha prestado la actual Directora General de Ganadería, María Echevarría.

María Echevarría Viñuela, veterinaria de formación y actual Directora General de Ganadería, ha ocupado ya diversos puestos en el ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, del que es funcionaria desde principios de la década de los noventa. Ha sido jefe de pesca en la dirección territorial de Tarragona, jefe del servicio de mercados lecheros y jefe de área del sector porcino. En los últimos cuatro años ha estado en la Dirección General de Agricultura de la Comisión Europea. Desde su actual cargo, asegura que «podemos tener la garantía absoluta de que la alimentación de los animales no perjudica ni su salud ni la del consumidor».

¿Qué come el ganado en España?

Se puede criar de dos modos: intensivo, con el ganado estabulado; o extensivo, con los animales sueltos. En este último caso los animales comen los alimentos disponibles en el medio, si bien en algunas épocas del año se complementa con pienso. En la cría intensiva es al revés: normalmente los animales comen piensos, pero también se enriquece su dieta con alimentos frescos.

¿De qué están hechos los piensos?

Quiero que quede claro que los piensos son alimentos totalmente naturales: cereales, harinas de soja… sólo que están tratados para asegurar su duración. Contienen la mezcla adecuada de nutrientes para cada animal.

¿Nota el consumidor cuando una ternera está alimentada de un modo o de otro?

Todos los piensos son sanos y se someten a controles rigurosos. La alimentación animal ha evolucionado enormemente. Hoy podemos tener la garantía absoluta de que la alimentación de los animales no perjudica ni su salud ni la del consumidor. Dicho esto, la diferencia de alimentación sí se puede notar en las características organolépticas. Por eso hay denominaciones protegidas y a veces la alimentación peculiar se traslada a la etiqueta.

¿Pero es un etiquetado obligatorio?

“Hoy es más difícil que un animal coma algo que no debe que encontrar algo extraño en un potito”

No, pero en la calidad voluntaria, como son la denominación de origen y la ganadería ecológica, hay normas bien establecidas. También hay etiquetados voluntarios que incluyen un pliego de condiciones. Ahora bien, lo que deben garantizar todos, en todas las fases, es la trazabilidad. La trazabilidad es una norma comunitaria, y son los productores los que deben garantizarla.

¿Quién garantiza que la trazabilidad se cumple?

El MAPA acredita los organismos de control. Hay diseñado un plan para garantizar la trazabilidad, pero cada comunidad autónoma tiene organizados sus servicios de modo que considere más adecuado. El inspector depende de cada comunidad autónoma, que se coordina con nosotros; para eso tenemos mesas sectoriales.

¿Cuál es el papel del ministerio?

Nosotros instrumentamos sistemas, los métodos. Y hacemos de nexo con la Unión Europea.

¿Hay un método unificado en la UE para hacer análisis de las piensos?

No se ha concluido ningún método aún. No obstante, hay programas de control de todo. Nosotros tenemos un Plan Nacional Integrado de Control de Alimentación Animal y controlamos todo periódicamente: harinas cárnicas, organismos modificados genéticamente, antibióticos, gérmenes… En general, cualquier sustancia que no deba estar se incluye en el programa.

Lo coordina el ministerio y lo aplican las Comunidades Autónomas.

Sí.

¿Antes de este programa, qué había?

Siempre ha habido pequeños programas para diferentes aspectos, pero desde hace tres o cuatro meses hemos pactado este Programa Integral que abarca todo, también para economía de tiempo. Por ejemplo, con respecto a los OMG [organismos modificados genéticamente]: se trata no sólo de detectarlos, sino de cuantificar su presencia por encima de un determinado umbral.

¿Qué laboratorios hacen los análisis?

Las comunidades autónomas tienen sus propios laboratorios y además nosotros tenemos laboratorios de referencia.

Hay responsables de laboratorios acreditados por el ENAC (la Entidad Nacional de Acreditación) que afirman que los métodos que se están usando para detectar presencia de material de origen animal en piensos no son fiables, porque se basan en hallar restos microscópicos. Aseguran que cuando se usa el análisis de ADN, más sensible, en algunos casos se siguen detectándose.

“Creo que se ha ido muy lejos al prohibir todas las harinas animales”

Ahora mismo no sé qué método se usa, pero lo que no debe estar, no debe estar. Si alguien detecta algo ilegal lo que debe hacer es denunciarlo. Hay que ser muy prudentes porque se dicen muchas cosas que luego no son ciertas. Lo que puedo asegurar es que hoy en día es muy difícil que haya piensos con sustancias o materias que no deben estar, y si estuvieran se detectaría. El plan nos ha costado mucho, lo hemos discutido primero con Europa y después con las Comunidades Autónomas, y hoy es más difícil que un animal coma algo que no debe que encontrar algo extraño en un potito. Llegamos a límites que a veces llaman un poco la atención.

¿Por ejemplo?

No es mi intención criticar a la alimentación humana, pero en materia de OMG nosotros hacemos análisis de los piensos con una precisión extrema. Y en cuanto a antibióticos prácticamente no se admite nada.

¿Desde cuándo se aplican estas normas tan exigentes?

Siempre ha habido, pero en los últimos años se han reforzado. La crisis de la BSE [la encefalopatía espongiforme bovina, la enfermedad de las ‘vacas locas’] y las dioxinas han marcado tendencias, han llevado las cosas a unos extremos un poco drásticos. Por ejemplo comer harinas de monogástricos -los que no son vacas ni ovejas- no tiene ningún peligro, y en cambio no están autorizadas.

Pero los animales no comen eso en el medio natural. ¿No es lógico que prime el principio de precaución?

Sí, pero el principio de precaución está bien cuando hay algún riesgo, y aquí no lo hay. Vamos a ver: todos los productos deben ser inocuos para ser consumidos, pero creo personalmente que se ha ido muy lejos al prohibir todas las harinas animales. A veces se culpabiliza a determinados productos y luego se demuestra que fueron tratados injustamente.

¿Hay indicios de que se vaya a levantar la prohibición de harinas de monogástricos?

No. Hay sectores que lo piden, porque dicen que no hay datos científicos que justifiquen la prohibición. Pero de momento no parece que la norma vaya a cambiar.

¿Notan los ganaderos estas normas? ¿Se quejan de que crecen menos los animales?

Más que quejarse, lo sienten. Notan que los costes de producción aumentan. Pero hay que decir que los ganaderos son mucho más responsables de lo que se les reconoce. Saben que su modo de vida depende de que comercialicen productos sanos. La figura del ganadero que hacía cualquier cosa prácticamente no existe. Puede haber cuatro que estropeen la imagen de todos, pero la inmensa mayoría está deseosa de que se reconozca su esfuerzo por garantizar la seguridad.

¿Se hubiera dado en España la última crisis con dioxinas de Holanda?

Nuestro plan está hecho para que ese producto no llegue a los animales. Y en caso de que llegara, gracias a la trazabilidad lo hubiéramos detectado tan rápido como en los Países Bajos. La prueba está en que las dos terneras afectadas se detectaron enseguida.

VACAS LOCAS: ¿EMPIEZAN A BAJAR LOS CASOS?

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El primer caso de encefalopatía espongiforme bovina (EEB o mal de las ‘vacas locas’) se dio en el Reino Unido en 1986. En 1990 se prohibió en toda la Unión Europea el uso de harinas de carne y hueso en los piensos del ganado bovino. Pero las medidas no fueron realmente efectivas hasta por lo menos 1996, según admiten los expertos. Como explica Albert Canals Rosell. veterinario del Departament de Sanitat de la Generalitat de Catalunya, en un artículo publicado en Portal Veterinaria, «hubo una falta de control en la exportación de carne (para eliminar y destruir los tejidos con capacidad infectiva, los llamados materiales especificados de riesgo o MERs), no se cumplía la normativa sobre identificación bovina, no se respetó la prohibición de alimentar a los rumiantes con harinas de carne, y se exportaron harinas de carne a otros países».

A partir de 1994 el problema se extiende al resto de Europa. Los primeros casos en España se dieron en 2000. Desde entonces se han confirmado un total de 492 casos de la enfermedad . De ellos 114 en 2004, 154 en 2003, 127 en 2002, 82 en 2001 y dos en 2000. Si se confirmara la tendencia a la baja de la enfermedad, 2003 sería el año que marcaría el punto de inflexión en la incidencia de la enfermedad (según las estimaciones de los expertos, si la prohibición de las harinas cárnicas se hizo efectiva en España en 2000, la incidencia de la EEB debería empezar a bajar en 2005, debido a su largo periodo de incubación).

Los países de la UE confirmaron en 2003 un total de 1.358 casos de vacas locas, el 36% menos que el año anterior. El Reino Unido, país más afectado, confirmó 607 casos, el 45,9% menos que en 2002.

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