Uno de los puntos más delicados de la acuicultura es la alimentación de las larvas de pez. Los pequeños alevines no pueden ser alimentados con pienso así que se les debe suministrar presa viva, en este caso Artemia, un pequeño crustáceo. En los años 80 se aprendió que el factor clave de la acuicultura era el enriquecimiento de las artemias con ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, los ácidos grasos omega-3 y omega-6, explica Juan Carlos Navarro, investigador especialista en larvicultura del Instituto de Acuicultura Torre de la Sal, del CSIC, en Castellón.
La fuente más importante para los humanos de ese tipo de ácidos grasos polinsaturados, el pescado, también necesita a su vez de otras fuentes de ácidos grasos. La razón es que los peces no pueden sintetizar estos ácidos grasos por sí mismos a partir de otros precursores. Por qué esto es así, nos explica Navarro, aún no está muy claro para la ciencia. Pero condiciona de forma determinante la acuicultura.
Las larvas de peces tienen la boca pequeña, por lo que el alimento debe ser también proporcional. No hay pienso adecuado para ellas. Su alimento natural es zooplancton, porque son además predadoras. Sin embargo, no es fácil reproducir y cultivar zooplancton en las condiciones artificiales de las piscifactorías.
Sí. Lo que se hace es plancton artificial a partir de Artemia, un pequeño crustáceo. Se recolectan los quistes (huevos) de Artemia en diversos lugares del planeta. Aquí está uno de los problemas, dependemos de la existencia de este recurso, que ya está sobreexplotado en el medio natural. Después los quistes se pueden conservar secos durante bastante tiempo. El acuicultor los compra y los pone a eclosionar hasta que nacen las larvas de Artemia, los nauplios, que serán el alimento de los alevines. Pero antes hay que enriquecerlos con ácidos grasos poliinsaturados.
«La artemia, base de la alimentación de las larvas en acuicultura, debe enriquecerse para evitar la muerte de los alevines»
Los peces no pueden prescindir en su dieta de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, como los omega-6 y, sobretodo, los omega-3. El zooplancton tiene, pero la artemia no. En los años 80 se aprendió que el factor clave de la acuicultura era precisamente eso, y que había que enriquecer las artemias. Lo que se hace para conseguirlo es añadir al agua, en la que están los nauplios, microalgas y ácidos grasos (una emulsión de aceite de pescado). El resultado es un líquido de aspecto lechoso. Como la artemia es un filtrador pasivo, se alimenta y filtra lo que hay en el agua; no puede evitarlo, así que acaba reteniendo en su organismo esos ácidos grasos poliinsaturados.
Si no se enriquece la artemia, los peces mueren en 10 días por deficiencia de ácidos grasos poliinsaturados. La artemia no tiene ácidos grasos omega-3, excepto algunas que tienen ácido eicosapentaenoico (EPA), uno de los ácidos grasos omega-3, pero son muy pocos casos. Desde luego, lo que no tiene la artemia nunca es el ácido docosahexaenoico (DHA), otro de los omega-3. Puede haber casos en los que por una razón u otra no se pueda dar artemia enriquecida a las larvas, así que lo primero que se suministra a las larvas es artemia con EPA; más adelante, cuando ya han crecido y hasta que puedan comer pienso, artemia enriquecida.
Existen unas seis especies de artemia, pero que tengan EPA no depende de la especie, porque dentro de una de ellas las hay que tienen y otras que no. Nuestro grupo está estudiando qué condicionantes ecológicos determinan este fenómeno, y creemos que es una combinación de factores genéticos y ambientales. Las artemias con EPA son muy escasas y pueden alcanzar unos precios muy elevados, unas 40.000 pesetas el kilogramo de quistes.
«Es un problema que la acuicultura necesite pescado para producir pescado»
Los que han estudiado el tema dicen que la artemia repercute en un 30% del precio final. En el caso de la lubina y la dorada, a los alevines se les complementa la alimentación con partículas inertes o pienso. Pero las otras especies dependen en su fase juvenil exclusivamente de artemia enriquecida. Por eso lo que se busca en general es minimizar este tiempo en el que dependen de artemia, y se intenta que los pequeños peces crezcan lo más rápido posible y que se acostumbren a comer pienso. Pero en ningún caso se puede prescindir de esos lípidos esenciales.
Es un problema que para tener más pescado se necesite más pescado. A veces se puede alimentar a los peces con menor cantidad de ácidos grasos poliinsaturados para luego, en los últimos tramos de crecimiento, darles más, a fin de obtener el pescado con las propiedades nutritivas necesarias para la salud humana, en este caso con suficientes ácidos grasos omega-3. Pero eso tiene sus riesgos.
Cuando estuve hace unos años en Noruega, algunos grupos de investigación trabajaban en el tema de los salmones de acuicultura, porque se había visto el riesgo de que podían tener menos ácidos grasos omega-3 que lo normal. En ese caso, estaría dándose el caso de que el alimento no incorporaría el valor nutricional que se espera de él. Es algo que está todavía por estudiar.
En principio, los peces no pueden sintetizar ácidos grasos omega-3 a partir de precursores como el ácido linoleico o el linolénico. Lo que no está claro es si eso es debido a que no existe en los peces esa ruta de síntesis o que, aún existiendo la ruta, no es suficientemente eficaz. Se sabe que el salmón, que pasa parte de su vida en agua dulce y parte en agua salada, sí puede sintetizar hasta cierto punto ácidos grasos omega-3, pero en muy poca cantidad. Los copépodos, crustáceos planctónicos marinos habituales del zooplancton, sí que pueden sintetizarlo. Esa es la fuente natural para las larvas de ácidos grasos omega-3, porque los peces adultos, por su parte, comen otros peces.
No. Y el problema además con la artemia es que cuando le das ácidos grasos omega-3, los cataboliza, es decir los degrada, los destruye.
Cuando se enriquece la artemia con omega-3 se la está usando como un vehículo que transportará esos omega-3, como si llevara un relleno, y hay que darlas rápido a los peces para que no tengan tiempo de catabolizar y degradar los ácidos grasos. De cualquier forma, el nivel de concentración de omega-3 que se consigue así es sub-óptimo comparado con el zooplancton natural.
Trabajamos en el estudio de nuevas técnicas de enriquecimiento. También estudiamos el uso de liposomas para enriquecer los nauplios. El liposoma es como una burbuja con una bicapa de lípidos polares en el exterior y en el interior se introduce el compuesto que uno desee, siempre y cuando sea hidrosoluble. De esta forma, con los liposomas transportaríamos ácidos grasos poliinsaturados y además, en su interior, complementos como vitaminas o antioxidantes. Los liposomas serían ingeridos por los nauplios, los cuales a su vez serian ingeridos por los alevines.
Como los peces necesitan lípidos esenciales, se necesita aceite de pescado de otros peces. Al introducir esos aceites existe la posibilidad de que entren contaminantes accidentalmente [los contaminantes se concentran especialmente en los lípidos], que estos se vayan acumulando a lo largo de la cadena y que, al final, los peces adultos acumulen mayor concentración de contaminantes.
Depende. Todo el mundo recuerda los estudios sobre la concentración de dioxinas en salmón de piscifactorías. Sin embargo, otras veces se ha visto que los peces salvajes tienen más contaminantes que los de piscifactoría. Así que no necesariamente tienen más contaminación. Lo que sí pueden tener los peces de piscifactoría es más grasa.
Uno de los problemas actuales en la piscicultura es que para alimentar a las larvas se depende de que exista en el medio natural suficiente artemia. Y este es un recurso que ya está sobreexplotado. Si los recursos de artemia se agotasen, la piscicultura actual, al menos las explotaciones que parten para el engorde de los peces desde su estadio larvario, se desplomaría.
«A pesar de que se han puesto vedas y cotos en zonas como el gran lago salado de Utah, en los Estados Unidos, el recurso sigue estando sobreexplotado», apunta Juan Carlos Navarro. Hay intentos para descubrir nuevas fuentes y lugares, se están haciendo prospectivas, pero es una situación que tiene, dice este experto, «muy mal arreglo».
Entre las estrategias de futuro que se barajan está el uso más racional del recursos. «Se desperdicia y se tira mucha artemia que los peces no consumen», asegura este experto. También conseguir partículas inertes suficientemente pequeñas para alimentar a las pequeñas larvas. En algunos países nórdicos, explica Navarro, se ha aplicado para el bacalao los cultivos mixtos semiintensivos. Se trata de colocar las jaulas en fiordos o rías. Después, abonan esas zonas para que el zooplancton allí existente prolifere.