Entrevista

Souad El Hadri, abogada y autora de la tesis «Los derechos de la mujer en el Islam y su estatuto personal en el Magreb»

Se habla mucho del Islam sin saber lo que es
Por Azucena García 19 de abril de 2008
Img souad
Imagen: CONSUMER EROSKI

Confiesa sentirse abrumada por la repercusión mediática de su tesis. Confiaba en que sirviera para conocer la realidad de la mujer musulmana, pero no esperaba el enorme interés que ha suscitado. Aun así, asegura ser ambiciosa. Dice “pedir mucho” y anhela ver en manos de “juristas y sociedad en general” la investigación “cum laude” que le ha llevado de periplo, durante más de cuatro años, por diversos países musulmanes. Revisión de cientos de textos -algunos escritos en árabe antiguo-, entrevistas con mujeres representativas del mundo árabe, numerosas noches de desvelo y la experiencia de la maternidad en dos ocasiones resumen este tiempo. Al final, objetivo cumplido. “Estoy satisfecha de poder demostrar la imagen positiva de la mujer musulmana”, afirma Souad El Hadri (Oujda, 1972).

Su tesis ha llamado la atención de numerosos medios de comunicación. ¿Sorprendida por esta reacción?

La verdad es que sí. Era consciente de que el tema del Islam y la mujer suscita mucho interés. Incluso esperaba una reacción importante, pero reconozco que no de tal magnitud.

¿Sin embargo, el balance es positivo? “Por fin se ha podido ofrecer la imagen de una mujer que lucha día a día para mejorar su situación y su estatuto dentro de la sociedad musulmana”

El balance es muy positivo. Hasta ahora, la imagen que se ofrecía de la mujer musulmana era una imagen negativa. Se la presentaba como una mujer sumisa, feliz de tener un estatuto inferior al hombre. Con mi tesis, he podido ofrecer otra imagen, la de una mujer que lucha día a día para mejorar su situación y su estatuto dentro de la sociedad musulmana. Eso es muy positivo. Ya está bien de ofrecer tantas imágenes negativas en las que, además, muchas mujeres no nos veíamos identificadas.

De hecho, usted reconoce que su caso “no es ninguna excepción”.

Así es, no soy ninguna excepción. Lo vuelvo a repetir. En el mundo islámico hay maestras en la lucha por la igualdad, como InNawar El-Zadawi, que dio a conocer sus reivindicaciones alrededor de los años 50, o Fatema Mernissi. Ellas son las pioneras, aunque hay muchísimas más de las que no se oye nada porque esta imagen tan positiva de la mujer musulmana no interesaba hasta ahora.

¿La imagen que se tiene actualmente de la mujer en el mundo árabe es errónea?

Desde luego, y es por ello por lo que estoy tan satisfecha de demostrar lo contrario. Quiero que haya justicia y que se hable de las mujeres musulmanas que están luchando en todos los países islámicos, sin excepción, para mejorar sus condiciones.

“Hemos dejado de ser parte de una herencia para percibir una parte de la herencia”

En ese caso, ¿se puede decir que la reivindicación de igualdad es una realidad consolidada?

Absolutamente. Es una realidad consolidada que empezó a finales del siglo XIX, cuando las mujeres supieron aprovechar el Corán para reivindicar los derechos que les reconocía. Después siguieron otras peticiones de igualdad y, a pesar de que las discrepancias eran feroces dentro de la comunidad musulmana, hubo hombres que promovieron reformas y conseguimos pasar de ser parte de una herencia a percibir una parte de la herencia.

¿Es preciso involucrar a los hombres en la reclamación de igualdad?

Por supuesto. Muchos cambios fueron impulsados por ellos porque lo tenían más fácil. Las mujeres carecían de poder y necesitaban a hombres que les ayudaran a reivindicar sus derechos. Posteriormente, una vez que las mujeres tuvieron protagonismo en la vida pública, la “vuelta a los fogones” fue muy difícil. De ahí el conflicto, porque las mujeres que han tenido protagonismo en la vida pública, no aceptan volver a las casas donde rige un estatuto inferior para ellas. Es una contradicción enorme que vivimos día a día.

Pero no están solas. En su tesis defiende que la petición de igualdad es como un arco iris, “con muchos colores”.

Cada mujer occidental, oriental, musulmana… tiene una lucha y cada una representa un color, pero estamos juntas. Por eso el arco iris. Las reivindicaciones no son propiedad de ninguna cultura ni de ninguna parte del mundo. Hay un objetivo universal, que es acabar con el hecho de que las mujeres, hasta ahora, sólo hemos conseguido el 10% de la riqueza mundial, y un objetivo específico de cada grupo porque los cambios tienen que venir desde dentro.

“Las reivindicaciones no son propiedad de ninguna cultura ni de ninguna parte del mundo”

Precisamente, la profesora Julia Sevilla, encargada de dirigir la investigación, destaca la “seriedad” con la que se ha realizado porque ha recurrido a “fuentes directas”.

Las fuentes han sido numerosas. El trabajo ha consistido en hacer una nueva lectura de las opiniones de los antiguos, los contemporáneos, los ultraprogresistas… Analizar sus escritos y legislaciones. Había un sinfín de fuentes y de ahí la dificultad para ser objetiva en la exposición. He leído textos en francés, en castellano, en árabe antiguo. He viajado a Marruecos, a Túnez, a París… Me he puesto en contacto con numerosas mujeres representativas del mundo árabe que me han enviado escritos que no se encuentran en las librerías ni en las bibliotecas. Ha sido un trabajo que me ha llevado más de cuatro años.

Tanto esfuerzo necesita una recompensa. Usted ya ha adelantado que le gustaría dar a su investigación una utilidad jurídica, social y cultural.

La verdad es que pido mucho. Mi objetivo es que juristas y la sociedad en general lean la tesis. He intentado escribir de una forma sencilla, elaborar un texto de fácil lectura, que sea accesible y no plantee problemas para entender las ideas que expone. Considero que es un trabajo muy útil para juristas, personas que trabajan en temas de inmigración y multiculturalidad, y la sociedad en general porque España se está convirtiendo en un país receptor de inmigración, la presencia del Islam es una realidad y tenemos que entendernos. No podemos opinar del otro sin conocerlo.

“La integración es un proceso que tiene dos partes y, si el autóctono no está dispuesto a participar, todo está perdido”

¿El papel del mediador social intercultural es imprescindible?

Yo misma he sido mediadora intercultural y he formado a varios técnicos de ayuntamientos y administraciones con el objetivo de sensibilizarles. Hay que aprender a tratar al inmigrante, hacer un esfuerzo por entenderle y poner especial atención en el inmigrante musulmán, porque se ha convertido en el “inintegrable” por excelencia. Se habla mucho del Islam sin tener la menor idea de lo que es. Yo misma no me atrevo a hablar porque hay un sinfín de países, una gran diversidad cultural, y ningún país es parecido al otro. Es como si, en la cultura occidental, se tratara igual a un español que a un alemán. Por eso, he aprovechado mi trabajo para romper con los estereotipos y prejuicios, para dar temas sobre los que reflexionar.

Puedes permitirte el lujo de juzgar a otra persona cuando te has dado la oportunidad de conocerla. Sin embargo, cuando se habla de integración, a menudo se piensa sólo en el inmigrante, no en el autóctono. La integración es un proceso que tiene dos partes y, si el autóctono no está dispuesto a participar, todo está perdido. No podemos exigir al otro que se integre, porque las dos partes se tienen que esforzar y dialogar sin miedo. Muchas veces es la ignorancia la que nos separa y ahí hay un fracaso.

El propio Observatorio Europeo del Racismo y la Xenofobia (EUMC) ha alertado en un informe sobre las consecuencias de la “islamofobia” o miedo a las personas de origen musulmán. Incluso, a aquellas que han nacido en Europa.

Es cierto. Hay musulmanes que han nacido en Europa y se sienten rechazados. Esta situación tiene su origen en el fracaso del proceso de integración. Cuando los padres no están integrados, los hijos no se sienten partícipes de la sociedad, sino ciudadanos de segunda. Se les ve como inmigrantes aunque tengan la nacionalidad del país receptor. Esto conlleva problemas psicológicos para los hijos y puede acarrear fracaso escolar. Son chicos y chicas que no se sienten “ni de aquí ni de allá”, porque en el país de sus padres son extranjeros y en el país receptor, también. Tienen un problema de identidad enorme. La integración implica tanto a inmigrantes como a autóctonos, así que los dos tienen que esforzarse por convivir en paz.

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