Entrevista

Lucía Martín, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH)

Con las hipotecas hay que regular la dación en pago y garantizar el acceso a la justicia gratuita
Por Laura Caorsi 7 de octubre de 2009
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Imagen: CONSUMER EROSKI

Algunos síntomas revelan que el sueño de la casa propia se ha convertido en una pesadilla. Son los problemas reales de quienes ya no pueden pagar sus viviendas. Desempleo, recorte de ingresos y preocupación. Deudas que crecen a la par que la ansiedad. Amenaza de desahucio y de embargo. Procesos legales que se ponen en marcha. Letras de cambio y letra pequeña. Angustia, impotencia, falta de información e, incluso, vergüenza. A raíz de esta situación -la morosidad hipotecaria alcanza ya el 3%-, un grupo de ciudadanos se ha organizado para dar visibilidad al drama humano que esconden las cifras. Desde febrero de este año, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca PAH) denuncia las “situaciones de injusticia” que sufren muchas familias en España. El objetivo: ayudar a sus miembros, promover cambios legales y “luchar para que la vivienda deje de ser un negocio y un objeto de especulación”.

¿Ha aumentado el número de miembros de la plataforma en los últimos meses?

Sí. Empezamos pocas personas y, en este momento, somos más de 300, con sus respectivas familias.

Ustedes trabajan en Barcelona, ¿les llaman de otras provincias y comunidades para pedir ayuda o consejo?

El drama de la gente que tiene una hipoteca, pero no puede pagarla y está al borde del desahucio es cada vez mayor y se produce en toda España ya que, en su día, se motivó para hipotecarse. El mensaje fue general, así que escriben personas de distintos lugares.

En términos generales, ¿cuál es el perfil de los miembros de la plataforma?

Aunque hay personas que viven solas, la mayoría son parejas con hijos. Es gente trabajadora que ha perdido su empleo o que percibe una renta muy baja y ya ha llegado al punto en el que no puede pagar más. Son personas honestas que hacen todo lo posible por cumplir con sus obligaciones, pero no encuentran la manera. Cuando contactan con nosotros, están al límite.

¿Son todos los casos extremos?

Hay algunos más graves que otros, pero todos son muy problemáticos. No llega nadie porque un mes le venga mal pagar la hipoteca; plantean que no pueden dejar de comer para pagar el piso. A menudo están deprimidos, preocupados y aislados; no saben a dónde acudir. La mayoría se sienten avergonzados por no poder hacer frente a las cuotas. Muchos desconocen las condiciones del contrato que firmaron con el banco, por lo que cuando se enfrentan al problema, no saben qué hacer.

“Los bancos explican las cosas de un modo superficial, y una persona de a pie se fía de la entidad y firma”

¿No es responsabilidad del usuario informarse acerca de los papeles que firma?

Sí, por supuesto, ya que las personas firman de modo voluntario. Pero también es cierto que los bancos explican las cosas de un modo muy superficial. Una persona de a pie, sin conocimientos legales o técnicos, se fía de la entidad y firma. La gente ha rubricado auténticas estafas, y lo más grave es que son legales.

¿A qué se refiere?

Entre otras, a las “cláusulas suelo”, que limitan la variación del interés a la baja. Los bancos nunca pierden, aunque el Euribor se desplome.

A juicio de la Plataforma, ¿cuál es el principal problema?

La falta de información. No hay que olvidar que, hasta hace poco, había un único mensaje: “La mejor opción es comprar”. La cuota de una hipoteca valía prácticamente lo mismo que la mensualidad de un alquiler y, además, si en algún momento no se podía pagar, el problema se solucionaba con la venta del inmueble. Ahora, el contexto ha cambiado. Con la crisis, los pisos ya no se venden; quedan en evidencia los fallos del sistema y las gravísimas consecuencias de la morosidad. El otro gran problema es la situación de indefensión y el desamparo en el que se encuentran miles de familias frente a las exigencias de entidades bancarias que, amparadas en la legislación vigente, pueden desahuciar a gente que no puede seguir pagando sus cuotas y a la vez, ya sin casa, continuar cobrándoles deudas millonarias.

¿Qué proponen para revertir la situación?

Exigimos regular la dación en pago, como en Estados Unidos, donde la gente que no puede pagar entrega las llaves de su casa al banco y, de ese modo, cancela la deuda.

En España no es así, y esto es algo que no todos conocen. El piso va a subasta y, por regla general, el propio banco lo compra por el precio mínimo legal, que equivale al 50% del valor de tasación. Esto significa que, además de quedarse sin casa, se adeuda a la entidad la otra mitad del dinero.

“Si se deja de pagar la hipoteca y el piso va a subasta, además de perder la casa, todavía se debe dinero a la entidad”

Sin embargo, ha habido casos de dación en pago.

Sí, pero puntuales. No hay un marco legal que obligue a los bancos a aceptar esta figura jurídica y las entidades no quieren viviendas, sino cobrar el dinero que han prestado. En ese punto, no hay escrúpulos. Después de llamar mil veces al cliente para recordarle que debe dinero, de enviarle cartas o de presionarle, si no puede pagar le ejecutan la vivienda. Es decir, pierde su casa, se queda con una deuda, y el banco para cobrarla le embarga todo lo que tiene y una parte de la nómina.

¿Hacen falta cambios legales?

Sin duda. Y también garantizar el acceso a la justicia gratuita. Ésa es otra reivindicación, porque además de perder la vivienda y el dinero que se ha invertido en ella, aparte de la deuda y los embargos, están las costas del proceso de ejecución hipotecaria que, en algunos casos, han llegado a los 70.000 euros. Los abogados de oficio son para situaciones tan extremas que excluyen a la mayoría de las familias, pero eso no significa que éstas puedan pagar los honorarios de un bufete. Cuando se cae en un pozo así, es muy difícil salir. ¿De dónde sacar el dinero para vivir y pagar las deudas? ¿Cómo hacer para empezar otra vez? Esto es lo más triste: no hay manera de empezar una nueva vida.

¿Han logrado avances desde que se constituyó la plataforma?

Ha habido acciones y contactos, pero la plataforma no es una asociación de consumidores, ni busca resolver casos puntuales. El objetivo es encontrar soluciones colectivas y esto exige que haya modificaciones legales y posicionamientos políticos. Ninguna de esas cosas se consigue en dos días, pero se da visibilidad al problema y se evita que los responsables miren para otro lado.

“El objetivo es encontrar soluciones colectivas y esto exige modificaciones legales y posicionamientos políticos”

Pero, ¿han conseguido alguna solución concreta?

Sí. Algunos miembros de la plataforma, ignorados cuando pedían soluciones a título personal, han conseguido que sus respectivas entidades bancarias reconsideraran sus casos cuando, ya como Plataforma, se han ejercido medidas de presión y denuncia. A través de acciones de protesta en entidades concretas, de la aparición en los medios de comunicación o de cartas firmadas por el colectivo, se han conseguido daciones en pago y conversiones a régimen de alquiler. Eso significa que es indispensable unirse y, a la vez, ejercer presión para poder conseguir pequeñas grandes victorias.

¿Y hacia el interior, de qué manera ayudan a los miembros?

En el ámbito interno, hay varias líneas de trabajo. Una de las más importantes es brindar información. La mayor parte de las personas que acude a nosotros desconoce en qué punto del proceso se encuentran, qué va a pasar con sus viviendas y qué pueden hacer. Contamos con el apoyo de abogados que asesoran y orientan a los miembros de la plataforma. Además hay ayuda mutua.

¿Cómo se organiza?

Celebramos una reunión semanal en la que cada uno aporta sus conocimientos, cuenta su caso, sus avances y, si cabe, explica a los demás cómo ha conseguido resolver sus problemas. La idea es dar herramientas y recursos útiles. Muchas veces se ayuda a redactar las cartas para el banco o se sugiere cómo acudir a la entidad para notificar que ya no se puede pagar. Ése es un momento muy duro para cualquiera, tanto por lo que significa, como por la sensación de fracaso, así que se intenta acompañar a las personas durante ese tiempo.

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