El profesor Arthur J. Moss es catedrático de cardiología en la Universidad de Rochester (Nueva York) y asesor de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) y del Heart, Lung, and Blood Institute de Estados Unidos. La FDA (Food and Drug Administration) recurre también a este investigador como juez en la valoración de nuevos fármacos destinados a combatir las enfermedades cardiovasculares. Se considera a Moss como un líder de opinión en varias áreas científicas relacionadas con las arritmias, los síndromes coronarios agudos y crónicos y la prevención de la muerte súbita cardiaca.
En la investigación de factores de riesgo de naturaleza física (mecánica o eléctrica) que inciden en la arteriopatía coronaria (enfermedad de las arterias coronarias), así como en los fenómenos ateroscleróticos, que provocan estrechamientos de la luz arterial, tanto de componente lipídico como coagulante (trombos). El último ensayo clínico en el que he participado defiende el papel protector de los desfibriladores implantables y el tratamiento de estimulación eléctrica biventricular en pacientes de riesgo elevado.
En estas enfermedades hay muchos genes implicados, pero hemos descubierto que estos pueden condicionar el impacto de los factores ambientales o de estilo de vida en los pacientes.
Un estilo de vida sano es indispensable porque sus beneficios trascienden el aspecto cardiovascular. Pero cada vez hay más ancianos obesos, fumadores o diabéticos con unas arterias sanas y, por el contrario, gente joven, delgada y de espíritu deportivo con anomalías en los vasos o en los patrones de sincronización cardiaca. Nuestro grupo investiga la relación de fenotipo y genotipo en el síndrome QT alargado hereditario.
“La mayoría de las muertes súbitas en España están asociadas a la hipertensión arterial”
La soledad de un paciente con insuficiencia cardiaca pasa factura en términos cardiológicos. La relación entre parámetros psicológicos y físicos nunca ha sido muy bien explorada en las enfermedades cardiovasculares. Nosotros estudiamos a 1.058 pacientes con infarto de miocardio previo y disfunción ventricular izquierda. Los resultados pusieron de manifiesto que quienes tenían una salud mental más deteriorada por el ambiente en el que vivían eran más propensos a un desenlace fatal o a un mayor número de ingresos hospitalarios. En cuanto a las arritmias ventriculares, en cambio, no hubo diferencias significativas. Otro aspecto preocupante para los pacientes ancianos que están solos es el tiempo de traslado al hospital en caso de crisis cardiaca.
En Rochester (Estados Unidos), todas las ambulancias que trasportan a pacientes con un problema cardiaco tardan de promedio unos 25 minutos en llegar al hospital. Sabemos que muchos fallecimientos se deben a la tardanza en la intervención y hemos estudiado las causas.
Los pacientes con infarto previo son quienes tienen más suerte: identifican con precisión el problema, han aprendido qué hay que hacer y, lo más importante, al llegar al hospital les hacen mucho más caso. Cuando ocurre el primer infarto, la situación empeora. Muchos pacientes refieren un dolor generalizado, inconcreto; acuden al hospital por sus propios medios o buscan a algún familiar disponible que pueda acompañarles. Esto supone que pierdan un tiempo precioso en la espera.
Además del dolor torácico, se percibe a menudo una sensación de ahogo y de náusea. Es bueno disponer de una aspirina y tomarla de inmediato, valorar qué medio puede resultar más eficaz para llegar cuanto antes al centro médico y, ante la duda, solicitar una ambulancia medicalizada. Sin embargo, el problema puede estar en el hospital.
El estudio que llevamos a cabo determinó que en muchos servicios de urgencias no había protocolos de actuación adecuados a las guías de las sociedades de cardiología. Por sus síntomas inconcretos, algunos pacientes eran referidos a unidades de medicina digestiva, músculo-esquelética o respiratoria de forma incorrecta. Tanto en América como en Europa, hoy en día se cuenta con protocolos que unifican la atención a los pacientes con sospecha de infarto. De la llegada al hospital a la primera intervención médica no deben transcurrir más de 15 minutos.
No sólo evita episodios graves, mortales de necesidad, sino que mejora la progresión de la insuficiencia cardiaca. Al parecer, las mujeres sacan un mayor rendimiento de este tipo de resincronización cardiaca.
Hoy disponemos de dispositivos de tamaño muy reducido, implantables por cirugía muy poco invasiva, seguros y eficaces que, si afectan a la calidad de vida del paciente, es siempre en positivo. No obstante, hay que lamentar que en EE.UU. sólo se implanten al año un promedio de 60.000 dispositivos de sincronización.
Si, porque hay más de cinco millones de enfermos que se podrían beneficiar.
Hay que pensar en la insuficiencia cardiaca mal controlada que acabará con el paciente ingresado una y otra vez en urgencias. Cada ingreso por este motivo multiplica por cinco el riesgo de que el paciente fallezca en el periodo de un año, y también está el problema de la muerte súbita.
El equipo de Arthur J. Moss puso en evidencia que un 90% de las muertes súbitas acontecidas fuera del hospital en Estados Unidos (pacientes que sucumben a un ataque en plena calle, en centros multitudinarios o en sus casas) responde a una cardiopatía isquémica. Cuando en España se quiso llevar a cabo un estudio similar, con la ayuda de médicos forenses, y buscar la causa de las muertes súbitas acontecidas fuera del centro hospitalario, en cambio, los expertos dieron con una sorpresa.
En nuestro país, sólo el 60% de las muertes súbitas tienen como detonante a la cardiopatía isquémica. Hasta la fecha, el estudio Eulalia ha esclarecido 200 casos en Barcelona y Sevilla, que han demostrado que el corazón falla por una causa distinta: un engrosamiento de la pared del ventrículo izquierdo -hipertrofia ventricular izquierda- asociado a la hipertensión arterial.
El estudio Eulalia, pese a todo, espera reunir unos 200 casos más para sacar conclusiones definitivas. Antoni Bayés de Luna (Barcelona), uno de los promotores de la investigación, avanza que “el patrón de muerte súbita puede ser aquí distinto del que se da en el otro lado del Atlántico”, ya que baraja causas genéticas y ambientales. “Allí predominaría un patrón arteriosclerótico y aquí hipertensivo”, sostiene.