Hasta hace poco, más del 50% de los pacientes que entraban en un quirófano recibían una transfusión. Hoy en día, las mejoras quirúrgicas han reducido a solo un tercio las transfusiones que se realizan durante las operaciones. Pero esto no ha impedido que la demanda de sangre crezca en otros ámbitos, como las urgencias o el de los pacientes oncológicos. Su consumo ha crecido alrededor del 30% en los últimos diez años y las donaciones parecen no ser suficientes. Para mejorar esta situación, además de aumentar el número de donaciones, es necesario promover medidas de uso racional de la sangre y alternativas a las transfusiones sanguíneas, ya que las transfusiones no están exentas de riesgo y tienen sus costes, informa en esta entrevista José Antonio García Erce, facultativo del Hospital San Jorge, de Huesca, miembro de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) y del grupo AWGE (Anemia Working Group España).
Hoy por hoy, ante la imposibilidad técnica de poder fabricarla, es preciso donar sangre para obtener los distintos componentes sanguíneos y de hemoderivados que sirven para tratar muchas enfermedades y entidades. Aún no somos capaces de fabricar sangre artificial ni sus derivados.
“La situación idónea es donar sangre hasta dos veces al año”
La segunda causa es que, debido al envejecimiento de la población, ha aumentado mucho el número de técnicas agresivas y de trasplantes. Los pacientes trasplantados son de mayor edad, lo que ha incrementado la necesidad de sangre. También, relacionado con el envejecimiento, hay una mayor incidencia de cánceres que se tratan de forma más agresiva para conseguir la curación y una mayor supervivencia y para cuya buena evolución, en algún momento de la enfermedad, es necesario hacer una transfusión.
En España,en el año 2010, según las estadísticas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, hubo 1.803.765 donaciones de sangre, de las que se logró obtener 1.701.845 concentrados de hematíes (y se transfundieron 1.612.424). Los donantes habituales fueron 889.160 y los nuevos 243.880.
Se cubre un poco más del 95% de la necesidad. El margen de seguridad cada vez es más estrecho, sobre todo en momentos puntuales del año en los que hay más actividad y más caídas de las donaciones de lo normal.
“Las anemias bien tratadas podrían evitar muchas transfusiones”
En los centros de donación, a nivel nacional, se procura concienciar para que los donantes habituales intenten donar varias veces al año y, de forma repartida, a lo largo del año. Lo que ocurre es que, en verano, hay tendencia a relajarse. Se piensa que se realiza menos actividad quirúrgica, que se reduce la actividad programada y que la demanda cae, aunque en realidad el consumo es constante. Por esta razón, a nivel nacional, la mayoría de centros celebran el 14 de junio el Día Mundial de la Donación, para mantener las donaciones con el fin de tener cubiertas las necesidades de sangre en el periodo del verano. Se intenta que la población no se relaje en este aspecto.
Hace unos años, más del 50% de la sangre donada se destinaba, de forma mayoritaria, a los pacientes quirúrgicos durante la intervención. Pero las mejoras en técnicas quirúrgicas, que ayudan a que incluso se pueda recuperar más la propia sangre del paciente, han hecho que su consumo en los quirófanos pase a ser un consumo real de un tercio y a que se utilice mucho más en urgencias.
Sí. Se hacen transfusiones innecesarias. No se toman las medidas adecuadas, en el quirófano o en los procedimientos más agresivos, para evitar que los pacientes más débiles, desnutridos o con anemia lleguen a esta situación en la que tienen más riesgo de ser transfundidos. Se considera la anemia como algo normal de la edad y no lo es. Los casos que se diagnostican son la punta del iceberg; las anemias son un problema de salud infradiagnosticado. Si se detectaran a tiempo y se estableciera el tratamiento adecuado, se podrían evitar muchas transfusiones. Además, es un error en el colectivo sanitario haberse acostumbrado a su gratuidad: es gratis porque se obtiene gracias a la generosidad de los donantes, pero el proceso para garantizar su máxima calidad y seguridad, para el paciente que la necesita, tiene un coste sanitario muy importante.
Sí, la asociación americana de bancos de sangre ha editado una nueva guía de recomendaciones en la que reconoce que se debe aplicar con criterios restrictivos su uso. Esto permitiría evitar el 40% de transfusiones, para reducir los riesgos y los gastos que conllevan.
“Es un error del colectivo sanitario haberse acostumbrado a la gratuidad de la sangre”
Como primer donante o un donante habitual sano puede serlo cualquier hombre o mujer entre 18 y 60 años años que esté sano y siempre que no necesite consumir fármacos, no tenga permiso por la medicación que toma o que entrañe riesgo para él y el receptor. Y, más allá de los 65 años, también se puede, siempre que se someta a los controles pertinentes. Los motivos de exclusión son tener enfermedades cardiacas, pulmonares o infecciosas graves transmisibles por la sangre. La pena es que de los 20 millones de donantes potenciales que hay en España, los donantes no llegan al millón. En el año 2010, hubo 240.000 donantes nuevos, es decir, personas que antes nunca habían donado y 890.000 donantes habituales. Aproximadamente, hubo 1.100.000 donantes que donaron más de una vez al año y, gracias a estos, se registraron 1.800.000 donaciones en total. La situación idónea es que se done hasta dos veces al año.
En España, hay una pequeña discriminación. A la mujer se le permite donar tres veces y al hombre, cuatro, mientras que en Europa, la mujer puede donar cuatro veces y el hombre, cinco.
La mujer fisiológicamente tiene un nivel de hemoglobina más bajo y una cantidad menor de glóbulos rojos y más hipotensión, aunque se iguala con la edad. El menor volumen, menor peso y menor masa elevan el riesgo de producir anemia en la mujer. Por eso, no es ético que a una persona voluntaria sana a la que se le pide que colabore y ayude, se le realicen un exceso de extracciones que puedan dañarla y causarle anemia y, por este motivo, se ha decidido limitar las donaciones anuales a una cifra razonable. Los donantes habituales suelen donar dos veces al año para que el problema de desabastecimiento de sangre quede cubierto y España sea autosuficiente en componentes sanguíneos y hemoderivados.
El problema de España es que tiene que importar plasma y derivados del plasma porque no hay suficientes. No hay mucha cantidad y, de hecho, en abril-mayo de este año surgió una polémica por la que el laboratorio Grífols, productor de productos sanitarios y hemoderivados, pedía un cambio de legislación y proponía pagar las donaciones de sangre como en Alemania, Austria o Chequia. Hay que importar plasma para los pacientes hemofílicos y otros productos derivados del plasma.
El problema es que, en los últimos diez años, ha crecido cerca de un 30% el consumo de sangre, muy superior al incremento de la población.
El aumento del consumo de sangre crece a un ritmo desorbitado, de alrededor del 30%, si se compara al crecimiento de la población española. Ni siquiera la entrada de población inmigrante a España permitirá cubrir las necesidades en el territorio nacional, si se mantiene la tendencia actual. “Somos afortunados por tener una inmigración formada por gente joven, sana y que no solo ha hecho su aportación a este país como trabajadores, sino también como donantes de sangre”, explica José Antonio García Erce.
La tasa demográfica española y la renovación de la población nacional ponen en serio peligro el abastecimiento de sangre y llevan a pensar que, si no se controla la causa verdadera del problema, como son medidas de uso racional y alternativas a la transfusión, será difícil cubrir las necesidades, según apunta García Erce.