Médicos Sin Fronteras trabajó por primera vez en México en 1985 para atender a las víctimas del terremoto que asoló la ciudad, pero desde hace tres años cuenta con una delegación permanente que se centra en tres ejes: atención a la población migrante, a personas enfermas de Chagas y a quienes padecen problemas de salud mental. Marc Bosch, coordinador general de Médicos Sin Fronteras en México, desgrana en esta entrevista en qué consiste cada uno de estos programas y describe las particularidades de un país en expansión, atípico, “donde una parte de la población colabora con donaciones y otra parte importante es víctima de la violencia o susceptible de recibir ayuda humanitaria”. Esta violencia, de hecho, tiene unas consecuencias tan brutales sobre la población, que se asemejan a las de un conflicto armado.
En primer lugar, es un contexto diferente de otros en los que trabaja MSF, ya que México cuenta con una capacidad estructural muy fuerte. Por ello, como organización humanitaria, atendemos las particularidades de la situación de violencia que se vive en el país. Pese a no entrar en la categoría de conflicto armado, esta violencia tiene unas consecuencias muy parecidas en la población. La tipología de víctimas abarca desde mujeres víctimas de violencia sexual a personas que han sido secuestradas, extorsionadas o que tienen problemas para acceder a servicios de salud. Nos encontramos con una situación que es relativamente cercana a la que vemos en otras zonas de conflicto.
Así es. Desde la oficina en México solo gestionamos proyectos en el país. Si bien no es común que se ejecuten proyectos con donaciones que se recauden en el mismo país, en México sucede. Esto demuestra su carácter atípico, donde una parte de la población colabora y otra parte importante es víctima de la violencia o susceptible de recibir ayuda humanitaria.
México es el mayor corredor migratorio a nivel mundial. Cada año entran en México entre 200.000 y 300.000 personas, que cruzan el país hacia Estados Unidos. Este flujo depende de una situación estructural que se da en Centroamérica y que no tiene visos de cambiar a corto plazo. Dentro de un año, dos o tres, la situación será muy parecida. El flujo de gente que sale de El Salvador, de Honduras o de Guatemala se prevé constante. Unos huyen de la violencia. Otros esperan una vida mejor, un trabajo y la posibilidad de reunirse con su familia en Estados Unidos.
Desde hace tres años, MSF trabaja en varios puntos a los que llegan las personas migrantes cuando entran en México. Una parte considerable utiliza para desplazarse los trenes de carga, como “La Bestia”, porque no pueden pagar otro transporte y es la forma más adecuada para escapar de los controles. Puede que unos tramos los hagan a pie, pero el flujo migratorio gira alrededor del tren y ahí ha sido donde MSF ha colocado los diferentes puntos de atención. Actuamos en Ixtepec, en Tierra Blanca y en el centro de México y alrededores. Si pretendemos atender a la población migrante, tenemos que estar en varios puntos de la ruta, donde prestamos atención en salud primaria y mental.
“La violencia en México no entra en la categoría de conflicto armado, pero sus consecuencias son muy parecidas”
Desde julio se ha notado una disminución de entre el 50% y el 90% en el número de personas que se desplazan en trenes. Seguramente, algunos migrantes se lo han pensado más o han buscado nuevas rutas. En julio hubo un punto de inflexión. Empezaron a llegar entre 20.000 y 30.000 niños a la frontera entre México y Estados Unidos, la repercusión mediática que tuvo la llegada de niños solos hizo saltar las alarmas y el Gobierno de Estados Unidos calificó la situación como drama humanitario. El problema pasó rápidamente a México, al preguntarse qué había pasado con estos niños en su tránsito hacia Estados Unidos. Las autoridades mexicanas tuvieron que tomar algún tipo de medida. Era difícil para el país asumir que cada semana mil personas se subían a un tren de carga, incluidos niños. El número de menores no acompañados y de personas víctimas de violencia es muy fuerte. Sin embargo, el problema se focalizó en el tren, como si impedir que suban al tren solucionase el problema de la migración.
Sin duda. Están obligadas a utilizar rutas más alejadas, por los montes de Chiapas o los de Oaxaca, donde hay bandas criminales que se dedican al tráfico de personas. En estas condiciones, están más invisibilizados, no pueden acceder a la red de albergues que opera en la ruta del tren y, por lo tanto, su nivel de vulnerabilidad es fuerte. En MSF estamos definiendo nuestro modo de actuar: ver qué caminos se toman ahora, qué rutas se siguen, en qué condiciones, si hay necesidades humanitarias o médicas y cuáles son, para atenderlas.
El año pasado atendimos a más de 11.000 personas entre los diferentes puntos del recorrido de las personas migrantes y otros de atención primaria. Casi seis de cada diez migrantes que atendimos fueron víctimas de algún episodio de violencia. Y hay que tener en cuenta que estamos solo en el primer tercio de la ruta,
“Prácticamente, las redes de trata están esperando a que entren mujeres solas para capturarlas”
La vulnerabilidad se ha agravado con el paso del tiempo, sobre todo, entre mujeres y niños. Hace años, el numero de mujeres y menores que viajaban era relativamente bajo, pero en los últimos meses hubo un aumento notable de familias enteras. Antes cada familia enviaba a una persona y cada vez más se mueven todos los miembros juntos. Esto nos enfrenta a otras problemáticas. Primero, porque las condiciones del viaje son extremadamente duras y segundo, porque la violencia que pueden sufrir los menores y las mujeres son mayores que las de los adultos hombres. Prácticamente, las redes de trata están esperando a que entren mujeres solas para capturarlas.
También se dan casos de violencia sexual. El hecho de que las mujeres asuman que en algún momento estarán expuestas a estos hechos es muy indicativo de los problemas a los que se enfrentan. Unas veces las atacan otros migrantes que hacen el camino. Otras, la población por donde pasan, las bandas o miembros corruptos de las autoridades. En ocasiones se las secuestra y se extorsiona a sus familias. Por ello las personas migrantes han de ser objeto de medidas de protección, sobre todo los menores.
Tenemos psicólogos y médicos. Cuando se detectan casos de violencia sexual o alguien declara que ha sido víctima de violencia sexual, si ocurrió en las últimas 72 horas, activamos un protocolo que contempla la atención médica y psicológica, incluyendo la toma de antirretrovirales. Si el incidente ocurrió hace más de 72 horas, se aborda el incidente a partir de la perspectiva de asistencia médica y psicológica. Las mujeres pueden viajar acompañadas por sus parejas o con alguien que las “protege”, como la única forma de seguir adelante. Esto último, a veces, implica favores sexuales.
No diría que es contraproducente. Muchas películas describen muy bien los casos a los que se enfrentan. Son casos que suceden en realidad y, por lo tanto, elevar el nivel de alerta es positivo. Lo que creo es que hay que ser responsable y pedir al Gobierno mexicano que no pase por alto ciertas obligaciones. Si las personas ya están en México, han de recibir protección, porque es posible que sean víctimas de tortura o de violencia. Por ello, insisto, hay que ser cautos y analizar si las medida que se toman ayudan a sufrir menos violencia, si realmente migra menos gente.
“Se calcula que hay un millón de mexicanos afectados por el Mal de Chagas y no lo saben”
El Mal de Chagas es una enfermedad silenciosa. Los llamados chinches pican a las personas y les transmiten el parásito de la enfermedad. Este queda en el cuerpo durante años, de manera que la enfermedad puede desarrollarse una década después, cuando las personas tienen ya unos 40 años. Se calcula que hay un millón de mexicanos afectados, que tienen el parásito, y no lo saben porque no tienen acceso al diagnóstico ni al tratamiento. Por ello se mueren de esta enfermedad, pese a ser tratable y prevenible.
MSF pretende que el diagnóstico y el tratamiento se dé. Trabajamos por ello, junto con la Secretaría de Salud de Oaxaca, de momento en un pequeño municipio. La idea es que se repita en otros municipios y que el acceso al diagnóstico y al tratamiento se consiga. Se eligió esta zona porque Chagas es una enfermedad que afecta a las capas desfavorables, sobre todo, de las zonas rurales, con viviendas precarias, que pueden convertirse en lugares habituales de estos insectos. Integramos el proyecto en la estructura de salud que ya existe, capacitamos a personal de salud para agilizar el diagnóstico y el tratamiento. A finales del año que viene, el proyecto debería quedar ya en manos del sector de salud.
La extorsión, los secuestros y otros actos de violencia están muy concentrados en Acapulco. Es la ciudad más violenta de México. Por ello, hace dos meses iniciamos este proyecto, que contempla la atención psicológica a las víctimas de situaciones de violencia extrema. Lo desarrollamos en los centros de salud de la red de atención primaria, sin ningún tipo de coste, junto con un abordaje psicosocial a nivel comunitario. Hay una epidemia de violencia y la respuesta ha de ser como tal. Vamos a estar dos años con psicólogos de allá y les vamos a demostrar cómo los cuadros que presentan los pacientes justifican que haya un enfoque de atención mental.