Hoy se cierra la Semana de la Mujer, que reivindica su papel en todas las esferas. De esto sabe mucho Ana Bujaldón, empresaria experta en marketing y comunicación desde hace más de 25 años y presidenta de la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias (FEDEPE) desde 2009. Defensora del liderazgo femenino, reclama su visibilización y día a día lucha por la igualdad entre hombres y mujeres en el entorno económico, social y empresarial, con más espacios y mayor protagonismo para la mujer.
“El poder en la empresa siempre ha estado en manos masculinas, y cambiar esa realidad y esa cultura no está resultando fácil”Todavía tenemos que derribar muchas barreras que impiden el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad y que originan diferencias en la remuneración entre hombres y mujeres ejerciendo el mismo tipo de trabajo. Hay multitud de factores que explican el origen de las barreras, también el cultural. Las mujeres se incorporaron al mercado laboral más tarde que los hombres, porque los estereotipos nos relegaron al ámbito familiar y de los cuidados. Cuando accedimos al mercado laboral, fue en sectores determinados y, fundamentalmente, como mano de obra. El poder en la empresa siempre ha estado en manos masculinas, y cambiar esa realidad y esa cultura no está resultando fácil. Pero hay muchos otros factores, como la falta de flexibilidad y corresponsabilidad que dificultan los avances profesionales de las mujeres. Seguimos viviendo en una sociedad que penaliza a la mujer cuando es madre y parece olvidarse de que los hijos son responsabilidad a partes iguales de hombres y mujeres.
Son prejuicios que no tienen ninguna explicación profesional. Al contrario, los estudios y los datos demuestran que una mayor incorporación de mujeres en los puestos directivos de las empresas solo tiene ventajas para el crecimiento y la productividad de las compañías.
Tradicionalmente, los espacios donde se decide han sido masculinos. El acceso de las mujeres al mercado laboral y a la formación académica obliga a rediseñar esos espacios, en los que la mujer debe ocupar su sitio por mérito y capacidad.
Aunque parezca increíble, sí. Y eso a pesar de que las mujeres son mayoría en la universidad y en los másteres, y obtienen mejores expedientes académicos. Sin embargo, cuando volvemos la vista a las empresas, los cargos directivos están mayoritariamente en manos masculinas. Pasa incluso en los sectores más feminizados como la sanidad o la educación. Es más difícil para las mujeres acceder a los puestos de responsabilidad. Cuanto más alto el puesto, más dificultad. Las mujeres que consiguen llegar tienen que demostrar que son tres veces mejores que los mejores candidatos hombres.
“Tenemos una cultura del trabajo diseñada por y para los hombres”
Hay mujeres que renuncian a la carrera de obstáculos porque en un momento determinado de sus carreras se ven obligadas a elegir entre su vida personal y su carrera profesional. Tenemos una cultura del trabajo diseñada por y para los hombres, basada en el presentismo. Por eso, el 53 % de las mujeres cree que ser madres les ha impedido una mayor proyección profesional; el 70 % se confiesa sobrecargada de trabajo dentro y fuera de casa; y el 90 % denuncia la falta de flexibilidad en las empresas para conciliar.
Para muchas mujeres, llegar a puestos de responsabilidad supone renunciar a su vida personal y familiar. Otras muchas continuamos con nuestras vidas privadas con mucho sacrificio y gracias también a la implicación de nuestras familias. La conciliación de la vida laboral y personal es uno de los factores más importantes a la hora de elegir empresa. El 55 % de los trabajadores, la mayoría mujeres, entiende que es un factor clave a la hora de elegir trabajo. Además, hay otras muchas barreras que las mujeres tenemos que sortear para progresar profesionalmente y que explicarían la falta de mujeres en las cúpulas directivas. A la falta de corresponsabilidad y horarios racionales, habría que sumar la brecha salarial y el techo de cristal.
Es una barrera invisible que frena el ascenso profesional de las mujeres a puestos de responsabilidad. Tiene la transparencia del cristal, pero la dureza del hormigón armado. Acabar con ese techo de cristal es uno de nuestros objetivos prioritarios y no resulta fácil. El techo de cristal explicaría por qué las mujeres, siendo el 60 % de los licenciados de nuestro país, representan solo en torno al 10 % de la alta dirección de las compañías. Factores culturales relacionados con estereotipos de género, estilos de liderazgo y procesos de selección masculinizados, así como una organización del trabajo que impide armonizar la esfera personal y profesional, serían algunas de las causas que explicarían este techo de cristal que hay que derribar de una vez por todas.
“Aún queda muchísimo por hacer para enfrentarnos al día a día en igualdad de condiciones”
Rotundamente no. La educación en igualdad desde la infancia y la corresponsabilidad son fundamentales para cambiar las cosas. Tenemos que diseñar un sistema educativo sin estereotipos de género, que no canalice desde temprana edad a las niñas para desarrollarse profesionalmente en ciertos sectores o carreras tradicionalmente feminizados. A las niñas y a los niños hay que educarles en la libertad y la igualdad, de manera que entiendan que una niña puede ser ingeniera o bombera y un niño puede ser bailarín o enfermero. También es fundamental avanzar en corresponsabilidad. En la actualidad, y pese a la incorporación de la mujer al mercado laboral durante las últimas décadas, los cuidados de la familia y las labores del hogar siguen recayendo principalmente sobre nosotras. Las mujeres trabajamos a diario dos horas más que los hombres en esas tareas. Se nos atribuye una capacidad o habilidad especial para los cuidados, cuando la realidad es que los hombres son tan capaces como nosotras de cocinar o cuidar de sus hijos o mayores. Afortunadamente, vamos avanzando en el grado de implicación de los hombres, pero aún queda muchísimo por hacer para enfrentarnos al día a día en igualdad de condiciones.