Filtraciones, goteras y ruidos son los problemas más habituales de los sistemas de calefacción. Además, al ser muy corrosiva para las tuberías de hierro, el agua caliente provoca acumulaciones de herrumbre en el interior de los tubos y de óxido, en los racores y uniones. Si no se evita, el circuito de calefacción puede tener deficiencias que provocarían un aumento del consumo energético y una reducción del rendimiento calorífico.
Filtraciones y goteos
Cuando se detectan pequeñas filtraciones en los radiadores, éstas se pueden reparar con masilla de secado rápido, para evitar que el agua impida el sellado.
En caso de goteras por desajustes en las llaves y roscas de los radiadores, se debe limpiar con un abrasivo la herrumbre que se haya acumulado. Después, se coloca cinta de teflón alrededor de las terminaciones roscadas de la llave para mejorar la estanquidad y se ajustan de nuevo las llaves y el resto de cierres.
Cambiar la válvula del radiador
Si se debe cambiar la válvula que regula el paso de agua de la tubería de la instalación al radiador, será necesario vaciar el agua del circuito. Para ello, se abre la llave de desagüe de la instalación y se recoge en un cubo el agua que caiga.
Para mejorar la estanquidad, se coloca cinta de teflón alrededor de las terminaciones roscadas de la llave
Después, se desenrosca la tuerca de la válvula del tubo de la instalación y, a continuación, la del radiador. Tras quitar los adaptadores de ambas uniones, se sustituyen por juntas cónicas y tuercas de la medida correspondiente a la nueva válvula.
Se rodean las terminaciones roscadas de la llave con cinta de teflón, para mejorar la estanquidad, se conecta la válvula, se rellena de agua el circuito de calefacción y se comprueba que no hay fugas y que el radiador funciona con normalidad.
Extraer el radiador
En ocasiones, es necesario extraer el radiador de su emplazamiento habitual para sustituirlo por otro, limpiarlo, pintarlo, eliminar los sedimentos acumulados por la corrosión interna o desmontarlo para pintar o empapelar la pared.
En esos casos, primero se deben cerrar las válvulas que unen el radiador a las tuberías generales de instalación de la calefacción, para luego abrir la válvula del purgador y vaciar el contenido -el agua ha de recogerse en un recipiente-. Un radiador pequeño puede alojar unos cinco litros de líquido, mientras que otro de tamaño mediano puede tener una media de ocho litros y los más grandes, hasta quince litros.
Cuando ya no brote agua de la válvula, se aflojan las tuercas de retención que sujetan el radiador al tubo de instalación con una llave inglesa, una llave de perro o una grifa. Se retira el radiador y se inclina para vaciar los restos de agua que puedan quedar en su interior.
Cuando el agua que circula por el circuito de la calefacción provoca ruidos en los radiadores, indica que una burbuja o una bolsa de aire ha quedado atrapada entre los paneles. Si el problema persiste, además del ruido, se interrumpe la circulación del combustible y el radiador no calienta de manera homogénea.
Basta un ligero movimiento de la válvula de purgado, ya que si se gira demasiado, podría escaparse el agua
El aire retenido se elimina a través del purgador, que es un pequeño aparato que se coloca siempre en uno de los extremos superiores del radiador. Puede ser manual o automático. En el primer caso, es necesario girarlo con un destornillador plano si tiene una hendidura en el centro o con una llave especial si presenta otra forma. Basta un ligero movimiento de la válvula de purgado. Si se gira demasiado, podría escaparse el agua en grandes cantidades. Durante la operación, se debe colocar debajo un recipiente para recoger el agua que cae una vez que se ha escapado todo el aire.