La mitad de los ictus -infartos cerebrales- que afectan a los ancianos dejan como secuela un trastorno importante en su capacidad para moverse, mientras que los casos de infarto lacunar -que pasan casi desapercibidos y tienden a repetirse y acumularse a lo largo de los años- son responsables de cerca del 30% de la disfunción motora en personas de avanzada edad con trastornos neurológicos bien definidos, según puso de relieve ayer José Masdeu, director del Departamento de Neurología y Neurocirugía de la Clínica Universitaria de Navarra.
Hay que indicar que influyen varias enfermedades en los problemas de movilidad del anciano o se combinan procesos reumatológicos y neurológicos, lo cual complica el diagnóstico y tratamiento de los mismos, explicó Masdeu durante el seminario sobre «Motilidad y Envejecimiento», que concluyó ayer en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo de Santander.
No obstante, en la mayoría de los ancianos que han sufrido un ictus, incluso en aquellos casos en los que se han producido varios a lo largo de los meses o años, la rehabilitación consigue buenos resultados debido a que favorece la actividad en zonas del cerebro que están intactas.
De otro lado, con el tratamiento neurológico la alteración de la marcha en el anciano puede revertir en un 30% de los casos y en un porcentaje mucho mayor se puede controlar si se aplica un tipo específico de rehabilitación.