A pesar de los posibles beneficios para el tratamiento del Parkinson que, según científicos estadounidenses, parece tener la cafeína, lo cierto es que la ingesta masiva de este estimulante puede producir efectos nocivos para la salud.
El consumo de cafeína es cada vez mayor entre la población europea. Frases como «quedamos para un café» o «me voy a tomar un café, porque si no, no aguanto» son habituales en la conversación diaria. En el caso de los más jóvenes, las bebidas de cola y el café se convierten en compañeros inseparables en épocas de mucho trabajo o de exámenes.
Los médicos consideran que tomar más de dos tazas de café al día puede ser perjudicial para la salud, siempre que se trate de café bien cargado, no americano, en cuyo caso el límite de consumo sería mucho mayor. El jefe del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Carlos Haya, Federico Soriguer, explica que la 1,3,7 trimetilxantina (nombre químico de la cafeína) «es uno de los estimulantes más ampliamente consumidos en el mundo».
Sustancia vasoactiva
Soriguer señala que el incremento de los niveles de tolerancia a su consumo o la incomodidad física y psíquica que puede provocar su supresión brusca «hace que el consumo de cafeína tenga todos los efectos de otras sustancias adictivas». En este sentido, añade que la cafeína «es una potente sustancia vasoactiva, que causa una fuerte vasoconstricción cerebral con disminución del flujo vascular en áreas sanas del cerebro y un aumento de la circulación en las zonas isquémicas».
A nivel molecular, esta sustancia actúa bloqueando los receptores de adenosina e inhibiendo la fosfodiesterasa cíclica y aumentando la actividad del sistema adenilciclasa-AMPc-FDEc», induciendo numerosos efectos en el cuerpo.
Sin embargo, el consumo de cafeína es completamente legal y sólo en altas dosis es considerada una sustancia dopante en el deporte, a pesar de que los estudios científicos sobre sus efectos son cada vez más numerosos. Un informe realizado por la Organización de Consumidores y Usuarios de España (OCU), en colaboración con otras organizaciones europeas, constata que el 90% de la población adulta europea consume cafeína en una u otra forma (café o bebidas de cola).
Además, la costumbre de ingerir este estimulante se inicia en la juventud y se mantiene o aumenta durante toda la vida.
Consumo juvenil
La cafeína se empieza a tomar cada vez a edades más tempranas, a través de diferentes bebidas, como el cacao, el chocolate, las bebidas de cola y el té.
El factor social es en ese sentido básico. Los jóvenes se suelen iniciar en el disfrute de esta sustancia a través de las bebidas de cola o, desde hace unos años, las energéticas. Luego se acercan al café y, posteriormente, al té. Según la OCU, los niños comienzan a consumir refrescos de cola a los nueve años.
Respecto a este consumo, un informe del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos señala que «casi ningún niño reacciona de manera adversa a la cafeína en las proporciones en las que se toma normalmente». Por ello, se puede descartar que la cafeína cause hiperactividad en los menores, «siempre que la ingesta se ajuste al sentido común».
No obstante, la OCU cree necesario impulsar las investigaciones sobre los efectos de la cafeína, al tiempo que advierte de que «los abusos nunca son buenos, por lo que en especial las mujeres embarazadas deben reducir su consumo, ya que abusar de esta sustancia durante el embarazo provoca bajo peso del bebé al nacer y un aumento del riesgo de aborto espontáneo».
Españoles moderados
Mientras que en países como Bélgica o Francia un 80% de la población toma café, en España este porcentaje se limita al 66%, según la OCU. En cambio, los españoles son más proclives al consumo de bebidas de cola, ya que un 48% lo hace, frente al 35% de los italianos o el 39% de los portugueses.
Según las estadísticas, el consumidor español es muy moderado a la hora de ingerir cafeína. Sólo un 26% de los ciudadanos afirma consumir una taza al día, mientras que el 31% toma tres tazas. La causa principal de esa «afición» tan extendida por la cafeína se encuentra en la supuesta revitalización que aporta al individuo.
Pero su consumo es también un factor social. Así, su ingesta aumenta durante los periodos de estrés, momentos en los que aumentan otros riesgos, como los de hipertensión o de accidente cerebro vascular.
Pese a los estudios realizados, los efectos estimulantes de esta sustancia no están contrastados, por lo que es difícil sostener el argumento de una mejora del rendimiento intelectual.