Los estudios demuestran que los niños que se relacionan con animales sanos tienen menos problemas de adaptación, son más responsables y tienen un sistema inmunológico más fuerte. El perro, como otro tipo de mascotas, se convierte -según la experta en psicología canina Amparo Fortea- en un «rompebarreras» en las relaciones humanas, especialmente en el caso de hijos únicos a los que, por costumbre, les cuesta más comunicarse con otros niños o con adultos.
Aunque en algunos casos los animales se utilizan en terapias, especialmente con niños autistas o minusválidos. En general, el contacto temprano con las mascotas es muy beneficioso.
Como indica Amparo Fortea, la autoestima crece, igual que el sentido de la responsabilidad, sobre todo cuando se está formando la personalidad, entre los tres y siete años. En el niño nace el sentido de cuidar a su mascota. Mientras son pequeños «ensayan jugando lo que serán el día de mañana». El perro permite, más que cualquier otro animal, desarrollar éstas y otras cualidades. Como indica el director técnico de la residencia canina Camp de Túria, Jorge Bergara, esta mascota consigue que la persona se identifique más fácilmente con ella, gracias a la capacidad de expresión que tiene, «con sus gestos faciales, aullidos y ladridos».
No obstante, existen unas razas más apropiadas que otras, como el pastor alemán, si bien depende de la edad del niño y del tamaño del animal. Amparo Fortea explica que son muchos los deportes que se pueden practicar con un perro.
Este tipo de juegos permite que el niño sea más deportista, que se desarrolle en él un espíritu competitivo y que se vaya superando poco a poco. «Les hace sentirse muy bien», añade la experta en psicología.
Por otro lado, en estudios realizados en Estados Unidos por la Delta Society entre 1991 y 1996 se comprobó que los niños en edad escolar que vivían con perros y gatos tenían un sistema inmunológico más fuerte y apenas padecían algunos tipos de alergias como el asma o la rinitis.«La gente ve a las mascotas como un foco de contagio», asegura Fortea, sin embargo, «los niños que tienen animales domésticos padecen menos enfermedades que el resto».
Además, se observa que son más felices, «igual que le ocurre a las personas mayores» que tienen a su cuidado algún animal. Como ellos, recuerda Jorge Bergara, los niños consiguen olvidarse un poco de sus propios problemas al mantenerse ocupados en el cuidado de la mascota. Este es uno de los efectos más beneficiosos de la terapia con animales.
También se utiliza en niños con problemas de comportamiento. El desarrollo de una mayor responsabilidad, así como «el establecimiento de unos hábitos horarios permiten que el menor alcance un mayor nivel de organización», que le resulta muy útil a la hora de encarar su propia vida.