En un nuevo estudio científico publicado esta semana en «Neurology» se subraya que el consumo moderado de vino ayuda a reducir el riesgo de sufrir algún tipo de demencia, incluida la enfermedad de Alzheimer.
Según las conclusiones de este trabajo dirigido por el investigador Thomas Truelsen y financiado por diversas instituciones científicas y gubernamentales de Dinamarca, aquellas personas que consumen vino de forma regular tienen dos veces menos riesgo de desarrollar demencia. Estudiaron los expedientes clínicos de 1.709 personas que vivían en Copenhague a principios de la década de los setenta y, veinte años después, vieron si habían desarrollado demencia cuando habían cumplido más de 65 años. Los parámetros analizados fueron, además de la edad, el consumo habitual de alcohol. En dos décadas, el 83 por ciento tenía síntomas de diversas clases de demencia.
La hipótesis que defienden los investigadores daneses es que unas sustancias que contiene el vino, denominadas flavonoides y que tienen efectos antioxidantes en el organismo humano, pueden ser la causa de esta ventaja. Concretamente, el vino tinto es rico en flavonoides y esta circunstancia ha sido objeto de investigaciones anteriores para concluir que su consumo reduce también la aparición de ataques cerebrovasculares y cardíacos.
Los antioxidantes se caracterizan por tener capacidad para frenar aquellos procesos químicos que son lesivos para la estabilidad de las membranas celulares. Hace más de dos años científicos estadounidenses de la Universidad de California concluyeron en «American Journal of Clinical Nutrition» que los flavonoides son los mayores responsables del efecto protector proporcionado por el vino tinto, aunque el alcohol también contribuye a elevar el colesterol «bueno» (HDL). Este trabajo complementaba otros que habían llegado a similares conclusiones.
Relajador vascular
La coagulación sanguínea depende también de los factores fribinolíticos, que son alterados por la actividad que desarrolla el endotelio vascular. En un trabajo que revisa las evidencias epidemiológicas y los posibles mecanismos de los efectos protectores del vino tinto, investigadores de la Universidad Católica de Chile recuerdan que se ha demostrado que el vino y la cerveza, entre otros, a niveles de alcoholemia inferiores a 0,5 g por litro, activan el sistema fribinolítico disminuyendo la tendencia a coagular. Otro factor de similar importancia en la regulación de la circulación coronaria es el óxido nítrico (NO), y según trabajos realizados «in vitro» con vinos, jugos de uva y extractos de cáscara o piel de uva, muestran un activo efecto relajador vascular, que depende de la presencia de células endoteliales. Igualmente, una lipoproteína presente en el plasma y cuyos niveles correlacionan de forma positiva con el riesgo de aterosclerosis, también ha sido propuesta como un factor de riesgo alterado por el consumo de vino.
Los flavonoides también están presentes en el té que, constituiría, como en el vino, una fuente dietaria significativa para quienes lo consumen. Al igual que con el vino tinto, estudios científicos concluyen que el té verde puede prevenir problemas de tipo cardiovascular.
En un trabajo realizado por investigadores holandeses se aseguraba que aquellas personas con ateroesclerosis severa eran los que ingerían menos cantidad de té, mientras que los que consumían una o dos tazas al día tenían un 46 por ciento menos de posibilidades de que se formaran depósitos de grasa en sus arterias.
Desde que el investigador Albert Szent-Györgyi aislara los primeros flavonoides en el año 1930, se han determinado más de cuatro mil y se piensa que todavía quedan muchos más por identificar.