Ante el mito de una pastilla que solucione todos nuestros problemas de salud, a muchas personas les resulta difícil no caer en la tentación de tomar dosis altas de vitaminas, esos compuestos orgánicos requeridos en nuestra dieta diaria para un óptimo funcionamiento del organismo humano.
En Estados Unidos, por ejemplo, el 40% de la población consume regularmente complejos vitamínicos, con dosis que muchas veces van más allá de las recomendaciones oficiales. Hasta el punto de que un número creciente de especialistas e investigadores empiezan ya a denunciar que entre los muchos excesos nocivos de su país -junto a demasiadas calorías- se está generando un alarmante abuso en el consumo de suplementos vitamínicos.
Y es que abusar de estos compuestos no resulta precisamente inocuo. En un estudio publicado en el diario «New York Times», el doctor Benjamín Caballero, del Centro de Nutrición Humana de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, asegura que en algunos suplementos como la vitamina A la diferencia entre la dosis recomendada y la dosis que provoca graves complicaciones, como cuadros de osteoporosis, no es muy grande. A su juicio, algunos de los complejos multivitamínicos más consumidos en Estados Unidos contienen porcentajes de riesgo.
Alimentos reforzados
La probabilidad de sobredosis nocivas -aplicable igualmente al hierro y las vitaminas E y C- se multiplica también con la creciente popularidad de alimentos reforzados. Empezando por los clásicos del desayuno: leche y cereales. Al mismo tiempo, los norteamericanos continúan teniendo grandes problemas para consumir raciones saludables de frutas y vegetales.
Parte de toda esta confusión se cimienta en la existencia de personas que realmente necesitan suplementos vitamínicos. Entre los casos más evidentes destacan las personas de edad con problemas para asimilar la vitamina B12 o las embarazadas con clara necesidad de ácido fólico para el buen desarrollo de sus fetos. Pero la mayoría de la población no participa de estos déficits específicos y, sin embargo, la industria de las vitaminas insiste en que casi todo el mundo puede beneficiarse con un consumo diario de sus suplementos, afirma Caballero.
A juicio del doctor Robert Russell, de la Tufts University (Boston), «las dos vitaminas que menos necesitamos, C y E, son las que ingerimos con más frecuencia», pese a no haberse demostrado sin lugar a dudas los beneficios de un consumo redoblado. En el caso de las vitaminas B y C, cualquier exceso es eliminado por la orina, pero en otras opciones como las vitaminas A, D y E, el organismo tiende a acumular todo este equipaje extra en sus depósitos de grasa con el peligro de producir efectos secundarios nocivos, según Russell.
Otra fuente de preocupación en este debate es el peligro que representan las sobredosis de hierro, un oxidante que puede aumentar el riesgo de complicaciones cardiacas. En una gran investigación financiada por el Gobierno norteamericano, conocida como el estudio Framingham, se ha detectado un 12% de personas de edad con niveles de hierro preocupantes.
Suplementos para niños
Como medida de compromiso para aquellas personas que temen tanto a las deficiencias como a las sobredosis, algunos especialistas llegan a sugerir para adultos el consumo de suplementos multivitamínicos formulados para niños. Y de esta forma evitar las habituales dosis por encima del cien por cien recomendado, especialmente en compuestos baratos como la vitamina B o atractivos como la vitamina C. En opinión de la nutricionista Karen Millar-Kovach, «estas fórmulas están basadas en las fuerzas del mercado, no en necesidades nutricionales».
Otro aspecto cuestionable es que una parte de sus elementos tiende a anularse mutuamente. Según el doctor Caballero, los minerales en estas píldoras antagonizan a la hora de ser absorbidos: «El zinc compite con el hierro, y a su vez éste con el calcio». Para este especialista, el colmo es cuando la gente recurre a estas pastillas «pensando que sirven como antídoto contra una dieta pobre y ajetreada, cuando nunca reemplazan una dieta saludable».