La prolongada exposición al sol provoca una mayor sequedad de la piel en mujeres menopáusicas, sobre todo si no utilizan protectores solares.
Debido al paso de los años, los cambios más importantes que acusan las mujeres en edad madura sobre su aspecto físico son el aumento del peso corporal y el cambio de distribución de la grasa de feminoide a androgénica por la disminución de los estrógenos.
Pero el presidente de la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM), Santiago Palacios, advierte, también, de que la desaparición de estrógenos en la mujer conlleva la disminución del colágeno tipo 4 y del espesor de la piel, así como el aumento de la deshidratación. Por este motivo, «la piel se vuelve más fina, quebradiza y seca, haciéndola más vulnerable para los efectos nocivos externos, como el sol», destaca este experto.
Además de cambios atróficos con sequedad y falta de elasticidad, a largo plazo, tras la menopausia, la piel se vuelve quebradiza, con gran susceptibilidad a las lesiones y dificultades para la cicatrización. Según el doctor Palacios, «este proceso se acelera en el tiempo y aumenta su intensidad en mujeres que fuman».
Para retardar y disminuir a largo plazo la intensidad de los efectos de la menopausia en la piel es necesario que los cuidados se adopten en etapas anteriores de la vida, «de forma que cuando la falta de estrógenos se presente, la piel tenga una buena calidad e hidratación», explica este especialista.
Por todo ello, Palacios aconseja a las mujeres mayores no tomar el sol durante las horas de irradiación más intensa, utilizar cremas de alta protección e ingerir grandes cantidades de agua para favorecer que la piel esté lo más hidratada posible.