De un tiempo a esta parte se han incrementado los estudios en el mundo que tratan de correlacionar efectos potencialmente beneficiosos de de la dieta en la prevención o incluso la contención de determinadas enfermedades. Este es el caso de la osteoporosis, una enfermedad asociada a la menopausa y al envejecimiento y para la que el potencial de la soja, soja, entre otros productos, permite pensar en que este tipo de intervención podría mejorar significativamente las expectativas de calidad de vida de este grupo de población.
Con el desarrollo económico y tecnológico, se ha conseguido una mejora importante de la calidad y de las expectativas de vida. Con ella, enfermedades que podían ser consideradas ocasionales han incrementado significativamente su frecuencia de presentación. Entre otras, la osteoporosis preocupa especialmente, puesto que no se manifiesta abiertamente hasta que la descalcificación del hueso que comporta es muy acusada. Como norma general, su aparición se asocia al envejecimiento y a la menopausia.
En los últimos años, la posibilidad de mejorar los síntomas de la enfermedad o incluso de detener el progresivo deterioro de la calidad del hueso, se ha valorado desde la perspectiva de aproximaciones basadas en la dieta. Aunque no puede considerarse en sentido estricto como un tratamiento terapéutico, la presencia de sustancias con propiedades estrogénicas en algunos alimentos se está planteando como soporte a estrategias medicamentosas convencionales.
El objetivo de buscar tratamientos eficaces para la prevención primaria de las enfermedades a las que se expone la mujer en la menopausia, continúa siendo un reto. Más ahora, cuando se ha comprobado el riesgo de presentar cáncer invasivo de mama y enfermedad cardiovascular con la terapia continua combinada de estrógenos y progestágenos.
A la luz de la evidencia actual, se puede decir que los fitoestrógenos pueden ser una alternativa útil en la prevención primaria y secundaria de la enfermedad cardiovascular. Además, se pueden utilizar buscando una mejoría de la sintomatología de la menopausia. En cuanto a la prevención de la osteoporosis y la seguridad en la mama, aún no se puede concluir nada ni a favor ni en contra.
Fitoestrógenos y dieta
Los fitoestrógenos disminuyen la intensidad de las oleadas de calor en la menopausia pero sus efectos sobre el hueso aún no son clarosLos fitoestrógenos son un grupo de sustancias procedentes de varias especies vegetales que se caracterizan por tener cierta actividad estrogénica. Se encuentran especialmente en cereales, legumbres y hortalizas, siendo sin embargo los granos de soja una de las fuentes con más abundancia.
El efecto de estos compuestos naturales sobre la salud se ha postulado debido a la menor incidencia de problemas derivados del hipoestrogenismo observados en la mujer oriental, ya que en ésta un componente importante de la dieta son las flavonas derivadas de la soja.
A la luz de las evidencias actuales, se puede decir que los fitoestrógenos disminuyen la intensidad de las oleadas de calor en la menopausia y mejoran el perfil lipídico, mientras que sus efectos sobre el hueso y las mamas aún no son claros.
Se han descubierto varios mecanismos de acción mediante los cuales los fitoestrógenos ejercen sus funciones en el organismo. De todas las vías, la que más se ha estudiado es la del receptor estrogénico. La estructura tridimensional del fitoestrógeno se parece a muchos derivados de la hormona estradiol. Esta similitud permite su unión al receptor estrogénico, activándolo y determinando, por tanto, un aumento de la transcripción.
Pese a ello, la potencia estrogénica de los fitoestrógenos es considerablemente inferior a la del estradiol. Adicionalmente, las isoflavonas se ligan difícilmente a las proteínas plasmáticas, a diferencia de los estrógenos esteroideos (menos del 5% circulan en forma libre) y por lo tanto una mayor proporción de fitoestrógenos estará disponible para unirse al receptor del estradiol.
Osteoporosis y fitoestrógenos
Con respecto al papel de los fitoestrógenos en la prevención de la osteoporosis, los resultados aún no son muy claros, debido a que la mayoría de los estudios con los que contamos proceden de la observación y de los datos de poblaciones, lo que no permite ser concluyentes sobre las causas precisas de su acción.
Estos estudios han podido demostrar que la incidencia de osteoporosis en las mujeres orientales es menor que en las occidentales, y sabemos que las mujeres orientales son las que poseen una dieta más rica en fitoestrógenos. No obstante, hay otros muchos nutrientes y productos en su dieta, por lo que no se puede asociar a la soja, en exclusiva, todos los beneficios de una dieta saludable. Igualmente pueden existir diferencias en el consumo de energía total o en el en ejercicio físico entre las diferentes poblaciones, lo que también podría explicar, por sí solo, la menor prevalencia de osteoporosis en la mujer de Oriente.
Los datos vistos en estudios experimentales en humanos muestran algún efecto protector sobre la masa ósea por parte de las isoflavonas. Así, una dosis de isoflavonas de 80 mg al día durante 6 meses puede contribuir a una disminución de la pérdida de masa ósea en la columna vertebral. Sin embargo, estudios recientes, en los que se ha evaluado el efecto de estas sustancias en ratas de laboratorio sensibles a la acción estrogénica, han demostrado que el consumo de grandes cantidades de soja en la dieta no implica un incremento significativo de la densidad ósea, ni una modificación en el tejido epitelial del aparato reproductor femenino.
En consecuencia, aunque la soja pueda tener un efecto beneficioso, es probable que los efectos positivos de la dieta oriental sobre la osteoporosis estén relacionados con otros productos y con hábitos culturales, de ejercicio físico y de estilo de vida. La determinación precisa de todos estos factores indudablemente permitirá ir conociendo mejor los mecanismos de avance y control de la enfermedad.
Así como en los últimos años los estudios epidemiológicos han sugerido que el consumo de soja se relaciona con una menor incidencia de los problemas derivados de las modificaciones hormonales en la menopausia, también han hecho mención de la relación que tienen los fitoestrógenos en la protección de ciertas formas de cáncer, como el de mama, endometrio, ovario, próstata y colon.
Al igual que la osteoporosis, la incidencia de estos cánceres es menor en Asia y en Europa del Este, que en países occidentales. Los emigrantes asiáticos que mantienen su dieta tradicional, tienen menos cánceres, pero cuando adoptan los cambios dietarios típicos del país donde viven aumenta el riesgo de estas enfermedades, lo que indudablemente pone de manifiesto la influencia de la dieta, más que los condicionantes genéticos.
Se ha visto una menor incidencia de cáncer de mama en países orientales, donde el consumo de fitoestrógenos es alto y también una menor tasa de mortalidad atribuida a esta enfermedad. Igualmente, las mujeres japonesas que tienen cáncer de mama presentan un mejor pronóstico en comparación con las americanas o inglesas que padecen la enfermedad, encontrándose un mayor número de tumores in situ, es decir, un menor número de ganglios afectados.
Los mecanismos de acción por los cuales los fitoestrógenos pueden disminuir el riesgo de cáncer de mama, son varios. En primer lugar, se cree que tienen una acción competitiva con el estradiol por el receptor estrogénico y debido a su escasa potencia, pueden actuar como antiestrógenos en la mama. Asimismo, actúan como inhibidores de las enzimas que controlan el proceso de mitogénesis, lo cual da lugar a una menor cantidad de hormona libre que es la fracción biológicamente activa.
Es conocido que la administración de estrógenos se asocia a un incremento del riesgo de cáncer endometrial si no se contrarresta con un gestágeno. También se han asociado otros factores de riesgo para cáncer de endometrio como la obesidad, debido al aumento estrogénico que produce la grasa. En las mujeres japonesas se ha observado una menor incidencia de esta enfermedad que en Estados Unidos y Europa, probablemente debido a variaciones en la dieta y a la distribución en la grasa corporal. Sin embargo, en este tema aún no existen datos de estudios serios, con buen diseño metodológico, y por lo tanto sólo se puede hablar de una asociación cultural con la menor incidencia del cáncer de endometrio, donde probablemente la dieta rica en isoflavonas sea un factor de protección.
En cuanto al cáncer de colon, hoy se sabe que los estrógenos pueden tener un efecto protector. El embarazo, los anticonceptivos orales y el tratamiento hormonal sustitutivo disminuyen el riesgo de esta enfermedad. Teniendo en cuenta que los fitoestrógenos tienen una acción preferente por los sitios del organismo donde existen receptores estrogénicos beta, su acción protectora en cuanto al cáncer de colon se podría explicar por sus efectos estrogénicos a nivel del epitelio.
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