Un millón de españoles tiene que tomar a diario fármacos anticoagulantes para evitar un posible accidente cardiovascular. La medicación favorece que la sangre circule con mayor fluidez y reduce a una décima parte el riesgo de sufrir problemas de salud tan graves como un infarto de miocardio, un ictus cerebral o una trombosis. Las enfermedades cardiovasculares constituyen la primera causa de muerte en el mundo occidental. Los especialistas consideran que el paulatino envejecimiento de la población y el actual ritmo de vida, cada vez más sedentario, contribuirán a aumentar el número de afectados de manera espectacular en los próximos años.
El problema es de tal magnitud que la Federación Española de Asociaciones de Anticoagulados (FEASAN), de reciente creación, ha abierto en Internet una web (www.anticoagulados.info) con información al paciente y ha decidido comenzar a celebrar el Día Nacional del Anticoagulado, cuya primera edición tiene lugar hoy. La jornada pretende dar a conocer el día a día de los afectados por enfermedades del aparato circulatorio y llamar la atención también sobre la necesidad de que mejoren los actuales tratamientos.
Las complicaciones del aparato circulatorio se producen por el cierre paulatino de las arterias y venas. Diversos factores, entre los que destacan la mala alimentación y la falta de ejercicio, provocan un aumento del colesterol, una grasa que se acumula en las paredes de los vasos y que hace también que la sangre sea más densa. Si una de esas placas de grasa, denominada ateroma, se desprende y bloquea una arteria del corazón, el paciente sufrirá una angina de pecho o un infarto de miocardio. Ese mismo accidente puede darse en el cerebro (ictus), las venas (tromboflebitis) y los pulmones (embolia pulmonar).
Tratamientos
El principal tratamiento anticoagulante que existe, «el que toman la práctica totalidad de los afectados», es el «Sintrom» (acenocumarol), un medicamento indicado para pacientes con factores de riesgo tales como hipertensión, diabetes y altos índices de colesterol LDL o «malo». Según el especialista José Antonio Iriarte, asesor de la Asociación Vizcaína para Enfermos de Trombosis (AVET), la mayoría de los afectados, en torno al 70%, son mayores de 65 años, aunque los hay de todas las edades.
La aspirina también se ha mostrado muy eficaz como anticoagulante, aunque su uso, limitado a situaciones concretas, siempre debe estar controlado por el especialista. «Normalmente, se utiliza cuando la sangre fluye con demasiada rapidez, mientras que el ‘Sintrom’ se usa cuando va más lenta», explica Iriarte.
El consumo combinado de ambos medicamentos no sólo está contraindicado, sino que puede tener muy graves consecuencias. En cualquier caso, con el tratamiento anticoagulante oral, el hematólogo, que es el especialista del aparato circulatorio, pasará a convertirse en un compañero de vida para el afectado. Los pacientes deberán acudir a su consulta periódicamente para someterse a análisis de sangre y comprobar los niveles de coagulación.
Intervenciones
Los afectados tienen en este punto otra de sus principales reivindicaciones. «En algunos centros, las extracciones se hacen en el dedo, pero no todos están preparados para practicar este tipo de análisis. Deberían extender este servicio, porque a mí, que soy diabética, llevan 20 años pinchándome en el brazo y en la mano», protesta la vicepresidenta de AVET, María Jesús Malaxechevarria.
Los pacientes en tratamiento anticoagulante deben tener especial cuidado con las intervenciones quirúrgicas y las extracciones dentarias. La fluidez en la sangre que proporciona la terapia puede provocar una hemorragia de difícil control. Lo normal es que el hematólogo opte por suspender temporalmente la medicación y proporcione a su paciente un medicamento llamado heparina, que logra el mismo efecto que el «Sintrom», pero evita que se desangre.