¿Por qué cien g de carne sacian más que cien g de acelgas? Tratamos de saciar el apetito a peso cuando, en realidad, no se trata de cuánto sino con qué. Investigadores franceses siguen la pista a las proteínas, con vistas a dar con moléculas (y fármacos) que puedan frenar la hambruna descontrolada.
En Lyon, capital del sivaritismo más refinado, un equipo de científicos del INSERM (Institut National de la Sante et de la Recherche Medicale) ha puesto en solfa el mito de que las proteínas generan mayor saciedad y permiten perder peso con mayor garantía, tal como vislumbrara hace años Robert Atkins en EEUU, dando pie a una tradición dietista. Gilles Mithieux y otros expertos han demostrado tanto en modelos animales como en humanos que una dieta rica en proteínas redunda en una ingestión calórica menor.
En un principio se creía que la mediación del apetito a cargo de las hormonas leptina, insulina, colecistocinina o PYY3-36 era la clave del freno al hambre, pero los investigadores galos han subrayado que la actividad de tales hormonas no se ve alterada en absoluto por medio de la ingestión proteica.
Otra hipótesis emergió entonces con fuerza: la glucosa. No es ningún secreto que la glucosa es una molécula que actúa a modo de baliza para estimular o reprimir el apetito, transcurriendo a través de la vena portal, el vaso sanguíneo más largo del organismo humano, que recorre el tracto digestivo y sus órganos anexos. Se ha comprobado, por ejemplo, que niveles elevados de glucosa portal inducen hipofagia (menos hambre de lo normal), y los científicos franceses decidieron estudiar a fondo la glucogénesis intestinal para establecer una relación de causa-efecto.
Empezaron con ratas, estudiando la síntesis de glucosa en el intestino delgado a partir de dos modelos de dieta: uno rico en proteínas y otro en hidratos de carbono. El primero causó una mayor producción de glucosa que el segundo, por lo que los animales expresaron una mayor necesidad de comer. No obstante, Mithieux halló que si se inyectaba una infusión de glucosa a la vena portal de las ratas del modelo hidrocarbonado el núcleo hipotalámico cerebral desactivaba el impulso de comer del mismo modo que en las ratas que consumían proteínas.
Por el contrario, una denervación de la vena portal se traducía en una falta de señales por más niveles de glucosa que hubiera. Los autores dedujeron que la glucogénesis intestinal se encuentra íntimamente asociada al cerebro, a un calibrado de la dieta y a la instrucción de comer más.
Estudios genéticos determinaron asimismo una mayor actividad de los genes que regulan la síntesis de glucosa en las ratas alimentadas con proteínas. Dichos genes codifican dos enzimas: la glucosa 6-fosfatasa y la fosfoenol-piruvato carboxicinasa. Otra diana identificada fue el transportador de oligopéptido intestinal Pep T1.
Identificando la proteína
En el 99,9% de personas obesas, la producción de leptina, hormona controladora del apetito, no actúa con la eficacia de una persona delgada
Queda todavía por identificar qué proteínas ejercen una mayor actividad glucogénica en el intestino, y un equipo de la Universidad de Harvard (EEUU) trabaja ya en un modelo determinado: la SOCS-3. Jeffrey Flier denuncia que muchos tabloides siguen dando caña a la hipótesis de que la leptina es la hormona controladora del apetito y que los individuos obesos necesitan un mayor aporte de leptina para regular mejor su saciedad. «Sin embargo, sabemos a ciencia cierta que el 99,9% de los individuos obesos produce leptina en las cantidades requeridas; una leptina que, en su caso, no actúa con la eficacia de un individuo delgado».
La leptina (del griego lentos, que significa «delgado») es segregada desde las células grasas en dirección al hipotálamo, regulador de los principales impulsos de la conducta: hambre, sed, deseo sexual y otras funciones vitales. «Quisimos averiguar por qué la gente obesa desarrolla una resistencia a la leptina, y dimos de este modo con una proteína supresora de la señalización de las citocinas, la SOCS».
La cuestión ahora es saber si leptina y SOCS-3 interactúan en el organismo humano del mismo modo que lo hacen en las ratas, y la empresa farmacéutica Eli Lilly & Co. se encuentra trabajando en un fármaco capaz de bloquear la SOCS-3 y combatir por esta vía la resistencia a la leptina. Otra incógnita que queda por resolver es si el bloqueo de la SOCS-3 redunda sólo en el apetito o también en otras funciones del hipotálamo, tenido por muchos como el «cerebro» del cerebro.
El interés de la industria farmacéutica por la obesidad no es baladí. Los costes sanitarios derivados de esta enfermedad en EEUU sobrepasan los 70.000 millones de dólares, sin contar los 30.000 millones más gastados en dietas y remedios para reducir peso.
También en la Universidad de Harvard (Boston, Masachusetts), Thomas L. Halton y Frank B. Hu investigan el efecto de una dieta rica en proteínas sobre la saciedad, la pérdida de peso y la termogénesis. Bajo su punto de vista, las dietas hiperpoteicas harían algo más que disminuir el apetito: incrementar el gasto energético del organismo.
Este extremo ha sido corroborado por M.S. Westerterp-Plantenga y cols., de la Universidad de Mastricht (Holanda), quienes observaron a ocho mujeres con edades comprendidas entre los 23 y los 33 años y un IMC medio de 23 kg/m2 por espacio de 36 horas en el interior de una cámara hiperbárica. Cuatro siguieron una dieta distribuida del siguiente modo: 29% proteínas, 61% carbohidratos y 10% grasas; mientras que las cuatro restantes ingirieron 9% proteínas, 30% hidratos de carbono, 61% grasas.
Los expertos monitorizaron la termogénesis inducida por la dieta y descubrieron que el mayor gasto de energía se dio en las que comieron más proteínas, de forma paralela a la sensación de saciedad. También hallaron que las mujeres más delgadas desarrollaban una mayor termogénesis y presentaban mayor sensación de saciedad.
La termogénesis es una actividad controlada por el cerebro y que marca la pauta del ritmo metabólico. La termogénesis inducida por la dieta entraña una liberación de calor, debido a que el cuerpo requiere un cierto número de calorías para mantener sus funciones. La termogénesis inducida por la dieta está mediada por el sistema nervioso simpático, cuyos receptores beta-adrenérgicos actúan sobre tejidos que tienen la capacidad de quemar la grasa y prevenir su acumulación en los tejidos (obesidad).