La comodidad y facilidad en la preparación de las verduras congeladas, el ahorro de tiempo en la cocina y la posibilidad de encontrarlas en el mercado en cualquier estación del año son características que mueven a los consumidores a elegirlas frente a las verduras frescas.
Debido a su procesado, las verduras congeladas tienen la ventaja de que ya están limpias, enteras o troceadas y listas para su cocción (sin necesidad de descongelarlas) directamente en agua hirviendo. Además, como transcurre tan poco tiempo entre la recolección y la congelación (tan sólo unas horas), estos productos conservan muy bien las cualidades nutritivas de las verduras frescas, siendo incluso en ocasiones superior su contenido en vitaminas y minerales. Por ejemplo, la cantidad de vitamina C que aportan las espinacas frescas consumidas a los tres días de su recolección es menor que la que proporcionan las espinacas congeladas.
Sumado a estos aspectos, aunque pueda parecer que las verduras congeladas son más caras, hay que tener en cuenta que se presentan sin desperdicios ni restos de tierra o similares, por lo que lo que su relación calidad y precio es buena.
¿Cómo se obtienen?
Una vez recolectadas, las verduras se transportan a las fábricas. Allí se lavan y se limpian, eliminando las partes no comestibles y los restos de tierra y suciedad. Posteriormente se someten a un proceso llamado blanqueado o escaldado, que consiste en sumergirlas en agua hirviendo durante un tiempo breve. Gracias a este proceso, las verduras se higienizan (se eliminan microbios potencialmente dañinos) y se inactivan sus enzimas, sustancias que aceleran sus descomposición, es decir, responsables de la aparición de zonas pardas (partes blandas y acuosas). De este modo, se consigue mejorar la conservación de las verduras.
Las verduras mantendrán sus propiedades si no se rompe la cadena del frío, se respetan las fechas de consumo, se descongelan una sola vez y se cocinan adecuadamente
En la fase de escaldado se origina una pequeña pérdida de vitaminas (C y grupo B como B1, B2, B3, B6 y B9), si bien dicha pérdida es mucho más pequeña que la que resulta tras el almacenamiento y la distribución de las verduras frescas. El último paso es la congelación o la ultracongelación de las verduras. Esta última es más rápida, y produce menos alteraciones en la estructura del alimento porque los cristales de hielo que se forman son microscópicos, es decir, de un tamaño muy inferior a los que se originan en la congelación lenta. Una vez congeladas, deben conservarse a una temperatura de -18º C. Si se quieren mantener en buenas condiciones, no debe interrumpirse la cadena del frío en ningún momento.
¿Cómo mantener sus cualidades?
No romper la cadena de fríoEn la compra, conviene adquirirlas en el último momento y llevarlas a casa con las bolsas isotermas, creadas específicamente para su transporte. Hay que fijarse en si el envase presenta o no escarcha ya que, de ser así, significaría que la cadena de frío se ha roto.
Revisar bien las fecha de consumo preferenteEs importante respetar el plazo máximo de almacenamiento indicado en el envase, que suele situarse alrededor de los 12 meses si se guardan en un congelador a 18º C bajo cero.
No volver a congelar las verduras una vez descongeladasUna vez las verduras se hayan descongelado, conviene cocinarlas durante el mismo día o consumirlas en un plazo máximo de 4 días. No deben congelarse de nuevo, ya que perderían sus cualidades originales.
Cocinarlas sin descongelar y con poco aguaPara reducir al máximo las pérdidas nutritivas, es aconsejable emplear poca agua para su cocción y verterlas sin descongelar. Se pueden cocinar también a la plancha, en el microondas o al vapor.