Los caramelos y los chicles sin azúcar son, para muchas personas, el mejor recurso para mantener la boca ocupada si se ha dejado de fumar, se sigue una dieta de adelgazamiento, se sufre halitosis o se está nervioso. Estos dulces han conseguido ponerse de moda al ofrecer al consumidor la ventaja de degustar un delicioso caramelo sin preocuparse por las temidas calorías. A esto se añade que algunos estudios adelantan que mascar chicle reduce el apetito, se consumen menos alimentos y menos calorías, lo cual supone una ayuda inestimable para quienes siguen una dieta de adelgazamiento. Incluso se comercializan chicles con sustancias que se suponen adelgazantes, aunque no hay evidencia científica que sustente estas propiedades.
Un cúmulo de aditivos
Los chicles y caramelos sin azúcar son un cúmulo de aditivos: los edulcorantes confieren el esperado sabor dulce, con la goma base se consigue la textura masticable, los humectantes permiten que no se sequen y, según el sabor, se añade un mayor o menor número de aromatizantes, acidulantes y colorantes. Más de 10 ó 15 aditivos inútiles para la nutrición humana, pero imprescindibles para la fabricación de estos productos.
Al ser dulces pero sin azúcar, los aditivos edulcorantes son los de mayor presencia y, entre ellos, los que pertenecen al grupo de los polioles o azúcares alcohol. Son perfectos sustitutos del azúcar común o sacarosa por una doble ventaja: aportan menos calorías (la mitad) y no son cariogénicos. Estos compuestos pueden ser naturales, aunque la mayoría se elaboran mediante la transformación de azúcares en el laboratorio.
Conviene limitar la ingesta diaria de productos que contengan este tipo de edulcorantes y su consumo está desaconsejado en niños
Los más empleados son el sorbitol y el jarabe de sorbitol (E-420), el manitol (E-421), el isomaltol (E-953), el xilitol (E-976), el maltitol y el jarabe de maltitol (E-965). Se utilizan en productos bajos en calorías como caramelos, gominolas y chicles, así como en otros diseñados de forma específica para personas con diabetes mellitus.
La razón es que no influyen en los niveles de azúcar en sangre, un aspecto beneficioso para las personas diabéticas. Su empleo está aceptado si se sigue una dieta baja en calorías en caso de sobrepeso y obesidad, y si se tiene hipertrigliceridemia, es decir, niveles altos de triglicéridos en sangre. Este tipo de lípidos se generan en el intestino a partir de las grasas, los azúcares y el alcohol de los alimentos, aunque también los sintetiza el organismo en el hígado.
Control del apetito, pero no adelgazante
Masticar chicle sin azúcar ayuda a controlar el apetito porque se reduce la ansiedad, lo que redunda en un menor consumo de alimentos y de calorías. Su uso puede servir de ayuda a quienes siguen dietas de adelgazamiento. En esta conclusión coinciden varios estudios realizados en distintos centros. Desde el Departamento de Psicología de la Universidad Glasgow Caledonian, en Reino Unido, comprobaron los efectos a corto plazo de los chicles en la sensación de hambre, el deseo de comer y la sensación de plenitud, justo después de ingerir comida y cada hora hasta momentos antes de comer.
Según esta investigación, masticar chicle redujo el apetito y el consumo de aperitivos, en particular, el deseo por los dulces. Incluso se detectó un menor consumo de calorías, resultado común de otros estudios similares, que van desde las 36 Kcal a las 60 Kcal menos. Todavía se pretende ir más allá porque en el mercado ya se comercializan chicles con propiedades supuestamente adelgazantes, que cuentan con guaraná y té verde entre sus componentes.
Ambos compuestos contienen cafeína, una sustancia excitante a la que se atribuye la propiedad de aumentar el gasto energético y, en consecuencia, el adelgazamiento. Sin embargo, por el momento, no hay estudios con suficiente evidencia científica que respalden estos efectos en humanos, por lo que se considera una cuestión más relacionada con el marketing.
Los alimentos que contienen polioles en su composición pueden provocar un efecto laxante, ya que estos edulcorantes se absorben de forma lenta e incompleta en el intestino. La terminación “tol” los identifica. El sorbitol (E-420) es uno de ellos. Pequeñas cantidades de este azúcar se hallan de manera natural en frutas y verduras, si bien la mayor ingesta se realiza al comer alimentos edulcorados. En exceso -una cantidad superior a 50 g al día-, puede causar diarrea, una advertencia que debe constar en el etiquetado. En general, conviene limitar la ingesta diaria de productos que contengan este tipo de edulcorantes y su consumo está desaconsejado en niños, ya que el efecto laxante se manifiesta más rápido debido a su menor peso corporal.
Además, este azúcar resulta tóxico para quienes padecen fructosemia, una intolerancia alimentaria genética causada por un trastorno metabólico. Se diagnostica en el lactante cuando comienza con la toma de las frutas o de cereales comerciales con azúcar añadido. Las personas con esta patología crónica deberán leer con detenimiento las etiquetas de los productos y evitar los alimentos que contengan este aditivo, además de fructosa y sacarosa, azúcares contraindicados en esta enfermedad.