La diabetes tipo II y ciertos tipos de obesidad se pueden combatir actuando en el cerebro, concretamente en las neuronas sensibles a la glucosa, según revela un estudio publicado en la revista «Nature» en el que han participado investigadores de Israel y Estados Unidos.
La diabetes de tipo II es aquella en que el cuerpo no tiene bloqueada la producción de insulina, pero sí la capacidad de procesarla normalmente. Aparece entonces lo que se llama resistencia a la insulina. Al detectar que a la glucosa le sigue costando acceder a las células, el páncreas se esfuerza cada vez más por producir insulina. Ello puede provocar el colapso del páncreas.
Población infantil
Esta diabetes es más propia de adultos que de niños, porque está más asociada al sobrepeso y es, por lo general, inducida por él. Sin embargo, la cosa empieza a cambiar porque la obesidad es una amenaza cada vez más extendida entre la población infantil. Actualmente, entre el 8% y el 45% de los niños sufren diabetes de tipo II.
El estudio de «Nature» abre la puerta a un tratamiento más profundo y expeditivo de una enfermedad que puede empezar en los primeros años y durar toda la vida. El objetivo es ejercer un mayor control de los mecanismos del hipotálamo que rigen el apetito y el peso, pero, sobre todo, la redistribución de energía.
Asimilar el azúcar
Los autores del estudio han descubierto que, de todas las células del cerebro sensibles a la glucosa, hay por lo menos un tipo que incide en la homeostasis (sistemas de autorregulación química) de los niveles de glucosa de todo el organismo. Si estas células se excitan, mejora la asimilación de azúcar en todo el cuerpo. En cambio, si se inhiben, esta asimilación decae. Cuando hay obesidad y dieta hipercalórica, la actividad de estas células cae bajo mínimos.
El objetivo es ejercer un mayor control de los mecanismos del hipotálamo que rigen el apetito, el peso y la redistribución de energía
Las neuronas en cuestión son las pro-opiomelanocortinas (POMC), presentes en el núcleo arcuato del cerebro, donde se originan muchos de los circuitos que controlan los impulsos de la ingesta.
Hay más neuronas sensibles a la glucosa. Pero su actividad no tiene un impacto tan acusado ni global. Los investigadores inhibieron la POMC en ratones y comprobaron que al hacerlo descendía la asimilación general de glucosa, disparando los síntomas de diabetes y de obesidad.
La gardenia
En cambio, cuando se experimentó en ratones transgénicos, se apreció la proporcionalidad de los efectos. La prueba del nueve es que la sensibilidad de la pro-opiomelanocortina a la glucosa es directamente proporcional a su sensibilidad a la acción de la genipina. ¿Y qué es la genipina? Pues es un principio activo extraído de la flor de la gardenia que, desde hace mucho tiempo, la medicina tradicional china usa para tratar la diabetes de tipo II.
Científicos del Centro Médico Beth Israel y de la Escuela de Medicina de Harvard -donde también se firma el último estudio aparecido en «Nature»- descubrieron que la genipina bloquea una enzima llamada proteína desacoplante (UCP2). Tanto en animales como en humanos, esta proteína es responsable de deficiencias en la secreción de insulina del páncreas. La genipina revierte sus efectos.
Los investigadores descubrieron que gracias a la genipina se podían mantener a raya la diabetes de tipo II y la obesidad. Ahora, han descubierto que lo que funciona en el páncreas, también puede funcionar en el cerebro. Y parece cada vez más claro que la llave maestra del equilibrio químico y energético la tiene el cerebro.