El humo del tabaco contiene partículas sólidas como alquitranes, cadmio, níquel, algunos fenoles y sustancias radioactivas, todas ellas perjudiciales para la salud. El depósito y el cúmulo de estas partículas alteran algunas de las características organolépticas de los alimentos y, además, su contacto con algunas sustancias utilizadas en la elaboración de productos incrementa el riesgo de toxicidad, multiplicando los daños para la salud que por sí mismas ya producen.
Así lo asegura la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), cuyo coordinador del Área de Tabaquismo, Juan Antonio Riesco, recuerda el «necesario cumplimiento del Real Decreto 202/2000 sobre las normas relativas a los manipuladores de alimentos y las normas de calidad vigentes en las que taxativamente se prohíbe fumar por claros motivos higiénico-sanitarios en el ejercicio de esta actividad».
El doctor Riesco destaca «la importancia y necesidad de conseguir una buena y adecuada ventilación en los lugares donde se manipulen alimentos, de modo que se garantice un ambiente libre del humo tóxico del tabaco».
Los neumólogos insisten en que el aire ambiental contaminado con humo de cigarrillos contiene sustancias peligrosas para la salud que pueden encontrarse en forma de vapor o de partículas sólidas. Estas partículas se concentran en mayor cantidad en el ambiente que en lo que inhala el propio fumador. Por ello, la SEPAR recomienda trabajar y vivir en ambientes sanos y saludables «que, por definición, deben estar libres de humo de tabaco».