Las últimas terapias biológicas contra la artritis reumatoide (AR) resultan eficaces para reducir el dolor y frenar el daño en las articulaciones que provoca esta enfermedad, según han confirmado los expertos reunidos en el Congreso Europeo de Reumatología (Eular 2008) que se ha celebrado en París. Estos especialistas vislumbran ya la posibilidad de retrasar el desarrollo de la AR y prevenir ese daño.
La causa exacta de la artritis reumatoide sigue siendo un misterio, aunque se sabe que en ella influyen factores genéticos, ambientales y hormonales. De momento, el mejor conocimiento de sus mecanismos ha permitido investigar tratamientos dirigidos a cortar su progresión y no sólo a controlar sus síntomas, lo que puede resultar decisivo para los 4,5 millones de afectados que hay en Europa (200.000 en España).
La artritis reumatoide es una enfermedad autoinmune -el sistema inmunológico ataca a los tejidos sanos en vez de proteger al organismo- que inflama las articulaciones, causando un gran dolor, deformaciones e incapacidad. Suele aparecer entre los 35 y 55 años, lo que se traduce en incapacidad laboral (20%-30% en tres años, 50% a los diez), que en España supone el 5% de las bajas de tipo permanente.
El papel de los linfocitos T
En el desarrollo de los últimos tratamientos contra la AR ha sido clave descubrir el papel de los glóbulos blancos conocidos como linfocitos T, que, cuando se enfrentan a una sustancia extraña o antígeno, no atacan a este intruso, pero se activan y provocan la inflamación y dañan las articulaciones. Como son necesarias dos señales -una principal y otra llamada de «coestimulación»- para que tal activación se produzca, se trata de impedir al menos una para que la inflamación de las articulaciones no arranque y para evitar la liberación de las proteínas que destruyen el hueso y los cartílagos.
Existe ya un fármaco biológico, llamado «abatacept», que actúa contra la señal de «coestimulación» y previene la liberación de moléculas que lleva a la inflamación y a la destrucción de las articulaciones, según dijo en París el reumatólogo estadounidense Michael Schiff.
Varios estudios presentados en Eular 2008 han mostrado una eficacia sostenida de «abatacept» durante tres años, con la consiguiente mejora de la calidad de vida de los enfermos al reducirse la progresión del daño en las articulaciones. Pero lo más llamativo, según explicó el especialista británico Paul Emery, ha sido que este efecto beneficioso aumenta con el tiempo de tratamiento, con porcentajes crecientes (45,7% el primer año, 68,1% el segundo y 75,8% el tercero) de pacientes cuya artritis reumatoide no avanza.
Otro estudio sugiere una eficacia de «abatacept» para que la llamada artritis no diferenciada no se convierta en artritis reumatoide. Al cabo de un año, el 54% de los tratados con el fármaco en cuestión no había dado ese salto, frente al 33% de quienes no lo recibieron.