El mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares de las personas con el VIH, el virus causante del sida, es uno de los grandes desafíos de la investigación sobre la enfermedad. El peligro se deriva tanto del propio sida y su tratamiento, que tienden a elevar los triglicéridos y bajar el colesterol HDL o «bueno», como del estilo de vida poco saludable (tabaco, comidas con demasiadas grasas y poco ejercicio).
Ante esta situación, los expertos reclaman un manejo médico más riguroso de esos factores de riesgo y la colaboración más estrecha de distintas especialidades para lograrlo. Un primer paso lo ha dado ya la Comisión Europea al autorizar como tratamiento inicial un medicamento antirretroviral ya utilizado desde 2004 como terapia «de rescate» (el inhibidor de la proteasa atazanavir).
Esta terapia, de una sola toma diaria, ofrece dos ventajas en su perfil de efectos secundarios. Por una parte, apenas produce las molestas diarreas asociadas a muchos fármacos y, por otra, no altera el metabolismo de lípidos ni glucosa, lo que se traduce en «menos riesgo cardiovascular», afirma José María Gatell, investigador del Hospital Clínico de Barcelona.
Estudio comparativo
La nueva indicación de atazanavir ha sido aprobada tras un amplio estudio comparativo con lopinavir, inhibidor de la proteasa (IP) de dos tomas al día que ya se usaba frecuentemente como tratamiento inicial.
Los datos del estudio CASTLE a las 48 semanas mostraron una eficacia similar de atazanavir y lopinavir (78%-76%) para reducir la cantidad de virus a niveles indetectables. También fueron parecidas las tasas de respuesta (74%-72%) cuando tal carga viral era alta. El primero fue algo mejor (78%-63%) en pacientes con pocas células inmunitarias CD4, aunque ambos lograron elevar su número de partida en más de 200.
En cuanto a efectos secundarios, atazanavir ofreció mejores datos sobre diarrea (2%, frente al 11% de lopinavir) y náuseas (4-8%), y sobre todo en el capítulo de riesgos cardiovasculares, ya que registró aumentos muy inferiores del colesterol total (+12% frente a +24%), triglicéridos (+13% frente a +51%) y colesterol «malo».
A las 48 semanas, atazanavir había conseguido que apenas el 7% de sus pacientes alcanzara la barrera 240 del colesterol, mientras en el grupo tratado con lopinavir llegaba al 18%.