La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) ha elevado hasta el máximo nivel el riesgo que supone para la salud humana el empleo de cabinas de rayos ultravioleta, según publica la revista británica The Lancet Oncology. Hasta ahora, el uso de estos dispositivos emisores de radiaciones UV -que comprenden las UVA, UVB y UVC- tenía la categoría de «posiblemente cancerígeno».
El estudio difundido por la publicación inglesa ha sido llevado a cabo por 20 científicos independientes de nueve países diferentes, entre ellos, la directora del proyecto, Fatiha El Ghissassi. Los datos recogidos indican que las radiaciones UV que emiten las cabinas incrementan el riesgo de desarrollar la mutación genética que provoca el melanoma, un tumor cutáneo especialmente agresivo. El peligro es mayor si se comienzan a utilizar antes de los 30 años. Asimismo, los expertos del IARC alertan de que estos aparatos pueden causar tumores oculares.
Aunque el IARC lanza una nueva voz de alarma sobre estos dispositivos, los expertos denunciaron hace tiempo su peligrosidad. Hace sólo tres años, un informe del Comité Científico de Productos de Consumo de la Unión Europea, presentado por la Organización Médica Colegial (OMC), señalaba que el uso de estas cabinas aumenta en un 50% las probabilidades de contraer cáncer de piel por melanoma y apuntaba a los jóvenes como el grupo de mayor riesgo. El estudio destacaba que, aunque no hay diferencia entre las propiedades físicas y biológicas de la radiación ultravioleta natural y la artificial, el uso de las cabinas puede aumentar las posibilidades de padecer melanoma maligno y de melanoma ocular.
El secretario general de la OMC, Juan José Rodríguez Sendín, apuntó entonces el riesgo que supone una práctica «poco saludable», como es el exceso de exposición a los rayos ultravioleta. Añadió que el uso de las cabinas prolonga la exposición de la piel a las radiaciones naturales, con «una carga adicional» en épocas como el invierno «en las que no se asume este exceso de sol».
Aquel informe desaconsejaba el uso de las cabinas, en especial, a los menores de 18 años y a personas de tez muy blanca. Además, destacaba los efectos fotoenvejecedores, que pueden ser irreversibles e incluyen arrugas, flacidez y trastornos en la distribución de la pigmentación.
El jefe de Dermatología del Hospital de Bellvitge, Jorge Peyri, alertó también en 2005 sobre su uso y denunció que las cabinas «incumplen la normativa», lo que a su juicio supone un «riesgo muy elevado» de padecer cáncer: «Cuando entras no sabes qué radiación recibes». El experto señaló que el peligro aumenta entre los menores de 30 años que son, precisamente, los principales usuarios. El 25% de los jóvenes entre 20 y 30 años recurre a este servicio, según un informe de la empresa Ipsos Consulting para el Grupo Cosmobelleza que evaluó a los usuarios españoles.
Por su parte, la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) lanzó en 2004 la campaña ‘No te pases de moreno que dorado estás más bueno’, en la que explicaba que pasar más de 30 minutos en una cabina equivale a una exposición solar de 24 horas consecutivas.