Algunos tipos del Virus del Papiloma Humano (VPH) pueden causar cáncer de cuello de útero. Por ello, según las nuevas recomendaciones de la revista ‘Progresos de Obstetricia y Ginecología’, la prueba del VPH se ha de realizar junto con una citología en el cribado de cáncer de cuello de útero en mujeres a partir de 30 años. El doctor José Manuel Ramón y Cajal, especialista de Ginecología y Obstetricia del Hospital San Jorge de Huesca, insiste en la utilización conjunta de ambas pruebas para que el resultado sea más fiable.
Las mujeres que se someten a los dos test y obtienen resultados negativos, tienen un riesgo inferior a 1 entre 1.000 de padecer una displasia del epitelio del cuello uterino de grado 2 (CIN2) en los siguientes 10 años. Los datos acumulados en los progresos actuales en cribado de cáncer de cuello de útero demuestran que la prueba del VPH tiene las condiciones idóneas para usarse como test de cribado a partir de 30 años. La citología se usaría en segundo escalón, reservada a los casos positivos para la prueba del VPH.
“Esta prueba revisa y pone al día la prevención primaria y secundaria en el cáncer de cérvix y cáncer de vulva en cuatro apartados: epidemiología y carga de enfermedad, prevención primaria, prevención secundaria e interacción vacuna», señala el doctor Ramón y Cajal. Ya se manejan futuras líneas de investigación para seleccionar de una manera más exhaustiva a los pacientes con test VPH positivo y citología negativa a partir de 30 años. Se emplean técnicas novedosas como la p16 y el genotipado del VPH 16,18.
Por otra parte, el Por otra parte, el cáncer de ovarios de células claras se ha convertido en otra de las grandes preocupaciones desde el punto de vista curativo, ya que es una de las formas más agresivas de cáncer de ovario entre las mujeres de 40 a 80 años debido a su resistencia a la terapia estándar. Por cada caso de cáncer de células claras de ovario, hay un promedio de 20 genes mutados resistentes a la quimioterapia. Científicos del Centro del Cáncer Kimmel de la Universidad Johns Hopkins (EE UU) han identificado dos genes cuyas mutaciones están vinculadas con este tipo de cáncer. Nickolas Papadopoulos, autor principal del estudio, afirma que “pueden proporcionar oportunidades para el desarrollo de nuevos biomarcadores y terapias dirigidas a dichos genes”.
El estudio demuestra que los dos genes que mutan con más frecuencia son «PPP2R1A», un oncogén que, al modificarse, ayuda a convertir las células normales en células tumorales y «ARID1A», un gen cuyo producto suprime tumores. La proteína codificada por este último es un componente de una estructura celular llamada complejo de remodelación de la cromatina. La cromatina comprime el ADN para que se ajuste a las células y lo protege de cualquier otra señal química. Así, cuando el gen ARID1A está mutado, altera el complejo de remodelación de la cromatina, lo que permite que los genes se activen o se desactiven de un modo incorrecto. Las mutaciones en «ARID1A» proporcionan un importante vínculo entre los nuevos mecanismos genéticos y epigenéticos en el cáncer humano, y pueden identificar los cambios que pueden ser tratados con terapias.