Consecuencias del cambio climático en la agricultura
Según la Asociación Española Agricultura de Conservación Suelos Vivos (AEACSV), los países con clima mediterráneo, entre los que se encuentra España, serán una de las zonas agrícolas del continente europeo más vulnerables al cambio climático. En estas regiones se prevé una reducción de las precipitaciones, la bajada del caudal de los ríos y el aumento de las sequías y de los episodios de olas de calor, lo que afectará de manera muy negativa a los cultivos.
Las instituciones llevan años trabajando para adaptar la agricultura al nuevo escenario. En 2016, el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) publicó un informe sobre el impacto en el sector agrario. Las consecuencias, que hace seis años podrían sonar muy lejanas, son cada año más actuales.
De mantenerse el actual ritmo de emisiones de gases de efecto invernadero, la temperatura global aumentará 2,7 grados a finales de siglo, algo que multiplicaría también la intensidad y la frecuencia de los fenómenos extremos. Ante este nuevo paradigma, el calor y la sequía acarrearán importantes perturbaciones en la producción agrícola.
Asimismo, la escasez de agua y las lluvias torrenciales provocarán daños y pérdidas de cosechas. La demanda hídrica en sistemas de regadío supondrá, además, un aumento de los costes de producción y la necesidad de adaptar los sistemas a nuevos escenarios, como el uso del agua del mar, un método que requeriría de una importante inversión.
La subida del nivel del mar reducirá las zonas cultivables. Para 2100, el incremento podría ser de 40 centímetros, en el escenario de emisiones más optimista, y de 80 centímetros, en el más pesimista. La desaparición de las heladas en las zonas más al sur y en la costa provocará cambios en el tipo de producción agraria.
También se modificará el comportamiento de las plagas, como ha sucedido con la Xylella fastidiosa, una bacteria que afecta sobre todo a viñedos y frutales de hueso. Según el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), si no se consigue controlar esta enfermedad vegetal, en 50 años se producirán pérdidas económicas en España de miles de millones de euros.
Un nuevo mapa agrícola en España
El cambio climático obligará al movimiento de los cultivos. Así, el maíz, el trigo, la cebada y las hortalizas se desplazarán hacia el norte. Y a la costa sur llegarán especies de climas más desérticos como el argán o las chumberas.
El Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático indica que se producirá una mayor competitividad de algunas zonas agrícolas en detrimento de otras, debido a la existencia de nuevas áreas potencialmente aptas para unos cultivos y la decadencia de otras por los nuevos procesos climáticos.
Para aliviar estos cambios, la biodiversidad ha comenzado a adaptarse. La previsión es que de aquí a 100 años los cultivos en España no desaparecerán, sino que se moverán.
🍎 Frutas
El aumento de la temperatura no pasará desapercibido en la producción de los árboles frutales. “La necesidad de frío constante para su correcta floración obligará a que la producción que se desarrolla en zonas costeras se vaya replegando hacia el interior, a zonas más frías y altas”, explica Raúl Zornoza, miembro de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo (SECS). Las frutas que necesitan inviernos fríos, como las manzanas, las peras y las frutas de hueso, serán las más afectadas.
Según Zornoza, los frutales del interior de Murcia acabarán desplazándose a Castilla-La Mancha, porque en las zonas costeras dejará de hacer el frío suficiente para su cultivo. Estas especies serán sustituidas por los cítricos, habituados a climas más templados.
Se abrirá también la posibilidad a otros tipos de producciones hortícolas que necesitan condiciones más benignas. Cultivos tropicales que ahora mismo solo se producen en la costa granadina o la Axarquía malagueña empiezan a extenderse hacia Cádiz y Valencia. Hablamos del mango, la papaya, la chirimoya, el caqui o el aguacate. Sin embargo, la escasez de agua podría frenar su actual crecimiento.
🌾 Cereales
En cuanto al cereal, el aumento de temperatura ha hecho que se adelante la floración y la cosecha. Para Zornoza, “este cultivo tenderá a desaparecer por la merma de productividad al no poder competir con otros países como Francia, donde llueve más y la producción es mayor”. La gran cantidad de tierra que requiere para su producción complica su traslado a otra zona y, sin agua, la cosecha se pierde, por lo que podría ser el propio agricultor el que opte por abandonar este cultivo por su falta de rentabilidad.
🍅 La huerta murciana
Junto a los problemas que supone el Trasvase Tajo-Segura, que genera malestar y conflictos entre la Región de Murcia y Castilla-La Mancha, el cambio climático terminará de noquear a la huerta murciana. Según Zornoza, esta podría desaparecer si no se buscan alternativas respecto al agua. Las desaladoras podrían ser una opción viable, aunque el coste sería demasiado elevado y acabaría por repercutir en el consumidor.
En opinión de este experto, “el cultivo hortícola acabaría desplazándose a zonas con mayor disponibilidad de agua, como Castilla-La Mancha, Castilla y León o Aragón”. Regiones donde hoy en día es impensable su producción por las bajas temperaturas que se alcanzan en invierno, pasarían a ser la huerta española durante todo el año.
Este cambio en los cultivos traerá consigo una competencia agrícola con otros países. En Reino Unido llevan años produciendo vinos en los condados de Kent, West Sussex, East Sussex y Surrey, al sur de la isla. Los cultivos hortícolas en Dinamarca, Países Bajos o Alemania son otra consecuencia. Es más, a pesar a la climatología que impera, los daneses han comenzado a plantar con éxito olivos en sus huertas.
Cómo afecta el cambio climático al sector del vino
El sector del vino lleva años alertando de las consecuencias del cambio climático. Benjamin Cook, investigador de la Universidad de Columbia (EE. UU.), asegura que las vides son “el canario de las minas de carbón” en lo que al impacto del cambio climático en la agricultura se refiere. El calor ha afectado a la vendimia y al dulzor de la uva, y el grado de alcohol del vino de Rioja ha aumentado medio grado por década.
Es uno de los cultivos con mayor riesgo de desaparecer. Así lo corrobora un estudio dirigido por Ignacio Morales, de la Universidad de Alcalá, que afirma que el aumento de la temperatura global acabará con el 56 % de las regiones de cultivo de uva del planeta.
La denominación de origen está asociada no solo a la variedad de la uva, sino al suelo y a las condiciones climáticas. Los vinos del sur tienen mayor graduación y son más afrutados y dulces, por la cantidad de azúcar que desarrollan al tener mayor exposición al sol y temperaturas más altas. De esta manera, si el norte de España iguala las condiciones climatológicas que se dan en la actualidad en el sur, las variedades del vino de Ribera del Duero y Rioja podrían verse modificadas.
El aumento de las temperaturas traerá consigo un adelantamiento medio de la maduración de la uva de 16 días entre 2021 y 2050, y de un mes hasta 2070. Este adelanto en la vendimia cambiará la calidad de los tintos. En el caso de la DO Rioja, hace tres décadas se vendimiaba a mediados de octubre, actualmente resulta raro llegar a esas fechas. En ese tiempo, el vino ha aumentado su graduación de 13 a 14,5 grados. Además, las plagas y una mayor erosión del suelo por el aumento de precipitaciones extremas han perjudicado a los viñedos.
En busca de soluciones en el sector del vino
Para Agustín Santolaya, director general de las bodegas Roda (Haro, La Rioja) y La Horra (Ribera del Duero), por el momento, estos cambios no son necesariamente negativos. “En Haro, en las últimas décadas hay más cosechas excelentes que hace 30 o 50 años, porque madura mejor la uva”, afirma. Sin embargo, este hecho no les impide ver los problemas futuros que acarreará producir vinos con muchos grados de alcohol y muy baja acidez.
Los viticultores ya trabajan en sombrear los racimos, retrasar las maduraciones y, en lugar de tener las plantaciones en las caras sur como es tradición, pasarlas al este o norte, donde hay menos sol. Utilizar el riego para tener más vegetación y que las uvas estén más frescas es otra alternativa a tener en cuenta.
También se consigue equilibrar la acidez de forma natural añadiendo otras variedades más ácidas. Es una técnica que ya se usa en Roda, donde desde 2009 a las uvas tempranillo se les añade una parte de la variedad graciano. De esta manera, si la uva tempranillo madura muy pronto porque es de ciclo corto, se apostaría por otra de ciclo más largo. Un hecho que también modificaría las características del propio vino.
Precisamente, Bodegas Roda es pionera en la puesta en marcha del primer banco de germoplasma (material biológico de los cultivos) de España. Creado a finales de los noventa, cuenta con 550 variedades genéticas de tempranillo. La bodega trabaja para afrontar el cambio climático a través del estudio de las uvas desde un punto de vista genético. “Estamos analizando las que son capaces de afrontar de forma natural este cambio climático, para centrarnos en aquellas que maduran más tarde, dando menos graduación alcohólica y teniendo más acidez”, explica Santolaya.
En la búsqueda de climas más frescos, los bodegueros estudian trasladar sus vides a otras zonas más altas y más al oeste, áreas que optimicen un desarrollo con temperaturas entre 9 y 18 grados y favorezcan una maduración más tardía. Sin embargo, estos movimientos quedan restringidos a la zona de cultivo de cada denominación de origen; sobrepasarla sería cambiarla.
¿Y los consumidores?
Según Alberto Sanz, ingeniero del Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales (CEIGRAM), la clave es la recuperación de variedades autóctonas y de sistemas agrícolas tradicionales en los que se ha basado la dieta mediterránea. Productos que para este experto pueden resistir mejor a los cambios en el clima que otras variedades importadas, que si bien ofrecen un mayor rendimiento y beneficios económicos, responderám peor al cambio climático.
Nuestros hábitos y patrones alimenticios también se han modificado. Dependemos de lo que se produce en el otro extremo del mundo, como sucede con los piensos para nuestros ganados, y esto en un contexto de cambio climático hace que seamos más vulnerables. “Somos más dependientes del exterior. La solución es volver a la dieta mediterránea que, además de ser más sana, es más sostenible y nos hace adaptarnos mejor al cambio climático”, afirma Alberto Sanz.