Los procesos en los que interviene el sodio son numerosos,pero destaca su papel en los mecanismos que regulan el volumen de sangre y el equilibrio de los líquidos corporales dentro y fuera de las células (homeostasis). Para que estas funciones se lleven a cabo con gran precisión y rigidez tiene que haber un equilibrio orgánico entre la concentración de sodio y de potasio. El sodio también es necesario para la transmisión y la generación del impulso nervioso y para la excitación normal de los músculos.
Cantidades recomendadas
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no consumir cada día más de seis g de sal. La sal está formada por dos elementos químicos, el sodio y el cloro. El sodio representa aproximadamente el 40% del peso de la sal, así que siguiendo las directrices de la OMS, la cantidad diaria recomendada de sodio no debería superar los 2.500 miligramos. La realidad es que cada día se ingiere una cantidad que oscila entre los diez y los doce gramos, pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda a los adultos no superar un máximo de seis g diarios.
Dónde se encuentra
La sal de mesa (cloruro sódico) que usamos para cocinar y aliñar los alimentos es el alimento más concentrado en sodio; en concreto, un gramo de sal contiene aproximadamente un 40% de sodio, es decir, unos 400 miligramos. Los alimentos frescos también contienen sodio en su composición, siendo más abundante en quesos, huevos, carnes (más abundante en las vísceras), pescados y lácteos, en definitiva, en alimentos de origen animal. A través de los alimentos frescos ingerimos aproximadamente el 10% del sodio que consumimos.
Al ser la sal un conservante excelente, se añade como aditivo a la mayoría de productos industriales preparados
No obstante, el mayor aporte de sodio (alrededor del 75%) lo hacemos a través de los alimentos procesados, que son los que concentran una mayor cantidad de sodio. Al ser la sal un conservante excelente, ésta se añade como aditivo a la mayoría de productos industriales preparados, como las conservas de todo tipo, los alimentos envasados como patatas fritas y similares, sopas de sobre, salsas, aceitunas, encurtidos, panes, bollería, galletas, o los embutidos, y las carnes y pescados salados o ahumados. Aunque no se note su sabor, la presencia de sal en todos estos alimentos suele ser bastante alta. Además, muchos alimentos precocinados o en conserva llevan aditivos saborizantes a base de sodio (glutamato monosódico, fosfato disódico, cloruro sódico, benzoato sódico, propionato sódico), y concentran una buena dosis de este mineral. También el agua del grifo puede contener cantidades importantes de sodio, de hecho, aproximadamente una décima parte del sodio se ingiere mediante el agua que se bebe.
Consecuencias de su deficiencia
La deficiencia de sodio no es frecuente. Puede darse en personas que han tenido diarrea grave, con gran pérdida de líquidos. En estos casos además de sodio también hay que reponer mediante el consumo suficiente de líquidos, el resto de electrolitos (potasio, cloro), además de bicarbonato. La deficiencia crónica de sodio puede dar lugar a hipotensión postural, es decir, una bajada de tensión acompañada de mareo, visión borrosa, vértigos, entre otros síntomas, en los tres minutos siguientes a haber asumido la postura erecta a partir de la posición supina (en posición tendida o tumbada).
Los efectos de su exceso
En condiciones normales de salud, los riñones tienen la capacidad de regular la concentración de sodio, y provocar una mayor producción de orina, haciendo que ésta sea más diluida, en caso de un consumo superior al requerido.
Un consumo excesivo puede provocar hipertersión arterial y retención de líquidos
No obstante, el exceso de sodio a medio y largo plazo tiene consecuencias en el organismo: retiene agua, lo que obliga al corazón, al hígado y a los riñones a trabajar por encima de sus posibilidades. El riesgo más evidente del exceso de sodio es la mayor probabilidad de desarrollar hipertensión arterial, dado que al retener agua, aumenta el volumen de sangre y por tanto la presión de la misma.
La retención de líquidos puede ser consecuencia de un exceso de sodio; y también se ha relacionado dicho exceso con diversos padecimientos hepáticos y renales, así como con el agravamiento de la descalcificación ósea, al excretarse mayor cantidad de calcio a través de la orina, lo que favorece el desarrollo de osteoporosis. El mayor problema de un consumo excesivo de sodio es que sus efectos no aparecen de forma inmediata, sino con el paso del tiempo, por lo que conviene tomar precauciones desde la infancia. Asimismo, las personas fumadoras, quienes padecen diabetes u obesidad ven agravada cualquier disfunción de su organismo ante un consumo excesivo de sal.