👂 Principales causas de la pérdida de audición
La pérdida de audición es un problema galopante para los sistemas sanitarios del mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) cifra en 1.500 millones de personas las que viven con alguna discapacidad auditiva. Dentro de 30 años estima que serán 2.500 millones. El envejecimiento de la población, la exposición a los altos niveles de ruido y, en menor medida, algunas enfermedades infecciosas o la herencia genética conforman las principales causas.
La comunidad científica advierte sobre la falta de concienciación social de un problema de gran impacto en la vida diaria. “Una de cada tres personas mayores de 65 años va a desarrollar una pérdida auditiva, también llamada hipoacusia. En los mayores reduce años de vida independiente y es un factor facilitador de la neurodegeneración. Impide hacer gestiones, ir a la compra o comprender lo que les dice el médico”, comenta Isabel Varela, presidenta de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBB) y profesora de investigación de Neurobiología de la Audición del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).
👂 Sordera en personas jóvenes
El recorrido de la sordera en las sociedades contemporáneas no solo se explica por el aumento de los años de vida. “La pérdida de la audición cada vez depende menos de la edad y más de cómo cuidemos nuestros oídos”, apunta Luis Lassaletta, jefe del servicio de Otorrinolaringología del Hospital Universitario de La Paz (Madrid).
Lo confirman estudios de la OMS que cifran en más de 1.000 millones el número de personas que podrían experimentar una sordera prematura, irreversible y evitable por un mal cuidado de sus oídos, ya sea por los altavoces atronadores en locales de ocio o por el alto volumen de los auriculares con los que consumen series, podcast, vídeos en streaming, videojuegos…
En el caso de España, al avance de la hipoacusia hay que añadirle la poca concienciación ciudadana sobre el problema. Los investigadores lamentan los escasos estudios estadísticos sobre la presencia de la sordera. El último, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2008, cifraba en 1.064.000 los españoles con algún tipo de discapacidad auditiva.
“La comunicación nunca fue un problema en nuestra sociedad. Se habla mucho y muy alto y la lectura de labios es muy informativa en español. Pero la sordera reduce la calidad de vida, dificulta la educación, la integración laboral, reduce las posibilidades de ocio y se asocia con posterior declive cognitivo, depresión o neurodegeneración”, señala Varela.
👂 Oído: valores normales, síntomas y tratamientos
El análisis de la capacidad auditiva se realiza a partir de una prueba llamada audiometría, basada en la emisión de diferentes intensidades tonales medidas en decibelios (dB). Para situar, un susurro comprende los 20 dB, la música de un concierto de rock en vivo, entre los 80 dB y los 120 dB, y el sonido de un motor a reacción, entre 140 dB y 180 dB.
- Audiometría normal: cuando se pueden escuchar tonos a menos de 20 dB.
- Hipoacusia leve: cuando la máxima captación del oído está entre los 26 dB y 40 dB.
- Hipoacusia moderada: cuando los valores oscilan entre los 41 dB y los 55 dB
- Pérdida auditiva moderadamente severa: entre 56 dB y 70 dB.
- Pérdida auditiva severa: entre 71 dB y 90 dB.
- Sordera profunda: cuando no percibe sonidos de más de 91 dB.
🔶 Síntomas de problemas en el oído externo o medio
En función de la causa podemos hablar de hipoacusia conductiva cuando su afectación corresponde al oído externo o medio, dejando una sensación de obstrucción y de amortiguamiento de las palabras, con especial dificultad si hay mucho ruido de fondo.
Entre las causas más frecuentes están la otitis, malformaciones o traumatismos, los efectos adversos de algunos medicamentos, tumores, la ostoesclerosis (la formación de un hueso patológico en el oído medio) y los tapones de cerumen.
Entre las opciones de tratamiento se incluyen medicamentos, intervenciones quirúrgicas y prótesis auditivas.
🔶 Síntomas de problemas en el oído interno
Si la afectación sucede en el oído interno, la hipoacusia recibe el apellido de neurosensorial o neurosensitiva y convierte a los sonidos en indistinguibles, especialmente en condiciones ruidosas.
Tienen especial prevalencia en la infancia y pueden darse por herencia genética o por factores ambientales prenatales (como las infecciones por toxoplasmosis, citomegalovirus, rubeola o sífilis), perinatales (por un nacimiento prematuro) y posnatales (por infecciones como el sarampión, la meningitis y la parotiditis).
La vacunación frente a estos virus logra una efectividad entre el 90 % y el 95 %.
👂 La pérdida de oído es irreversible
En el caso de los adultos, la hipoacusia neurosensitiva está considerada una fase natural que se desarrolla progresivamente con el envejecimiento. La comunidad científica no la considera una enfermedad porque refleja la situación normal del órgano en la edad avanzada. Comienza alrededor de los 60 años, con molestias de ruidos y limitaciones en su vida cotidiana. No existe un tratamiento específico, pero algunos pacientes pueden beneficiarse de los audífonos.
La otra causa de la hipoacusia neurosensitiva es el trauma acústico. Es decir, la exposición al ruido de forma intensa o prolongada que crea un daño irreversible. Entre sus factores, la intensidad sonora por encima de los 80 dB, seguido del tiempo de exposición (a más tiempo, más daño), las frecuencias comprendidas entre los 2000 y los 3000 Hz y la susceptibilidad individual, que puede tener un componente genético. La búsqueda de un tratamiento específico supone uno de los retos de la medicina.
Por el momento, los audífonos y los implantes cocleares serían la opción para estos pacientes. “Los audífonos son una buena solución a largo plazo para la mayoría de las pérdidas auditivas, siempre con el correcto seguimiento de la evolución del trastorno”, explica Faustino Núñez, presidente de la comisión de Audiología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología.
Como explica este experto, “el médico especialista en Otorrinolaringología es, por ley, el único profesional capacitado para prescribir estos dispositivos que, con el informe correspondiente, llevará a cabo el técnico en audiología audioprotésica o audioprotesista”.
👂 Contaminación acústica: bajar el volumen para prevenir la sordera
El informe sobre contaminación acústica de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) de 2020 determinaba que un 20 % de la población europea —más de 100 millones personas— “están expuestos a niveles de ruido prolongado que resultan perjudiciales para la salud”. La misma institución recalca que el ruido se convierte en el segundo factor contaminante perjudicial para la salud, justo detrás de la polución. Y el pronóstico de la AEMA es que los perjuicios se agraven en los próximos años. “Hay ruido atronador en gimnasios, competiciones deportivas, conciertos, discotecas, bares…”, comenta Isabel Varela.
A esto hay que sumar el auge de los auriculares, dispositivos que han alcanzado el estatus de artículo de primera necesidad, tal y como confirman portales como Statista, donde la venta de estos dispositivos se espera crezca un 20 % anual hasta 2027.
“Desde la prevención habría que poner el ruido al mismo nivel que el tabaco o la velocidad al volante, limitando el volumen al que pueden usarse los dispositivos personales e incluyendo etiquetas de alerta, como en las cajetillas de tabaco. También, reducir los límites de intensidad de sonido en los espacios públicos, con recomendaciones explícitas para zonas de actividades deportivas y formativas. Se es muy permisivo con un tema que pasará factura cuando los jóvenes de hoy tengan 50 años”, analiza Varela. Porque, para la ciencia, recuperar la audición perdida por exposición al ruido plantea todo un desafío plagado de incógnitas.
Los oídos son la puerta de entrada de la audición. En el oído interno, los sonidos que escuchamos transitan a través de la cóclea, una espiral llena de un líquido llamado endolinfa que, al contacto con las ondas sonoras, forma un oleaje que mueve a las células cilíadas. Nacemos con una dotación de 20.000, que van disminuyendo con la edad y que, una vez dañadas, no se regeneran.
Pero las funciones del oído interno no acaban en la escucha. Para el ser humano, el oído ha funcionado como un radar con el que explorar el entorno. Así, pegado a la cóclea se encuentra el vestíbulo, formado por tres ejes que interaccionan con los movimientos de la cabeza estableciendo la sensación de equilibrio.
La transmisión de esta información al cerebro, junto a lo que percibimos por la vista y el tacto, nos permite saber en qué posición estamos y ajustar el resto del cuerpo para guardar el equilibrio. Cuando el laberinto del oído interno se daña, se producen problemas de equilibrio que, en ocasiones, se asocian a problemas auditivos, apuntan Isabel Varela y Luis Lassaletta.