Un estudio del Hospital Clínic de Barcelona ha determinado que los pacientes con trastornos de conducta durante la fase más profunda del sueño, personas capaces de proferir insultos, gritar o golpear mientras duermen pero sin llegar a despertarse por ello, tienen un riesgo estadísticamente significativo de contraer Parkinson, demencia con cuerpos de Lewy, atrofia multisistémica o deterioro cognitivo leve.
La revista The Lancet Neurology, la publicación de mayor impacto internacional en neurociencias, publica en su edición de julio y en portada un estudio descriptivo iniciado en 1991 y que incluye a 44 pacientes de la Unidad de Trastornos del Sueño del Hospital Clínic de Barcelona. Dada la escasa incidencia de este tipo de trastornos de la conducta, la muestra recogida por el equipo catalán constituye la mayor que se ha obtenido hasta la fecha. En un editorial de la misma revista, dos autores canadienses subrayan el hecho de que cada uno de los 44 individuos estudiados presentaba trastornos de la conducta del sueño REM de causa idiopática (no debido a una enfermedad reconocible). Los pacientes con trastornos de la conducta del sueño REM se caracterizan por sufrir pesadillas agobiantes en las que se sienten atacados, perseguidos o sometidos a un grave peligro. Sin ser en absoluto conscientes de cuanto hacen, los pacientes dormidos empiezan a gritar, llorar, dar patadas o puñetazos e incluso llegan a caerse de sus camas.
El estudio ahora publicado confirma que 20 de los 44 pacientes, correctamente diagnosticados y seguidos por espacio de cinco años, han acabado desarrollando una enfermedad neurodegenerativa. Esta incidencia, resaltan los investigadores, es muy superior a la esperable en pacientes sanos de la misma edad o sexo. La conclusión del trabajo determina que la aparición de trastornos del sueño REM puede objetivarse como un marcador precoz de demencias (excluyendo la de Alzheimer), atrofias o Parkinson, permitiendo a los médicos intervenir bien pronto sobre esas enfermedades. «Nuestro hallazgo», pone de manifiesto Álex Iranzo, coordinador del estudio, «abre la puerta a la posibilidad de administrar fármacos neuroprotectores a los pacientes con trastornos del sueño aunque no hayan desarrollado aún la enfermedad neurodegenerativa». La bioquímica y la respuesta farmacológica en estos trastornos están siendo estudiadas en la actualidad por el equipo firmante, auspiciado con una beca FIS del Ministerio de Sanidad y Consumo.
Trastornos del sueño
Dormir es un placer, también una necesidad, pero no es vivido así por todo el mundo. Cada vez son más las personas en quienes una mala calidad de sueño desemboca en una mala calidad de vida, bajo rendimiento laboral, accidentes y un aumento significativo tanto de morbilidad como de mortalidad. Sin embargo, la mayor parte de los trastornos del sueño pueden ser tratados de forma eficaz.
Quienes sufren los trastornos de conducta del sueño REM no padecen ninguna alteración conductual durante la vigilia
Síntomas de que algo no anda bien a la hora de dormir son expresiones tales como «no puedo dormir», «no paro de echar cabezadas durante el día», «me levanto muy cansado por la mañana», «tengo muchas pesadillas por las noches», «me muevo mucho en la cama» o «ronco». El diagnóstico y tratamiento de todas estas circunstancias requiere la competencia de más de un especialista, por lo que las unidades de patología del sueño suelen ser multidisciplinarias: neurólogos, neumólogos, internistas, otorrinolaringólogos, psiquiatras, psicólogos o farmacólogos tienen cabida frente a tales trastornos, identificables normalmente bajo etiquetas como ronquidos y apnea del sueño, insomnio, depresión, síndrome de piernas inquietas, trastornos de conducta durante fase REM, narcolepsia, hipersomnia idiopática, trastorno circadiano (jet lag), epilepsia nocturna o ventilación mecánica.
La Unidad Multidisciplinar del Sueño del Hospital Clínic de Barcelona consta de 17 profesionales, lleva funcionando en régimen asistencial desde el año 2003 y ha realizado en ese tiempo 3.809 visitas, 1.819 pruebas clínicas y 40 intervenciones quirúrgicas. Las apneas del sueño son la patología más identificada, seguida de insomnio, ronquidos, trastornos de la conducta de fase REM, narcolepsia, epilepsia nocturna e hiperinsomnia.
Extraños compañeros de cama
La conciliación del sueño, contra lo que se piensa a veces, no tiene lugar de un sopetón sino de forma cíclica, y contiene periodos de gran atonía muscular asociada a la aparición de movimientos oculares rápidos. En ese estadio, denominado REM (rapid eye movements), se concitan fenómenos tanto tónicos (pérdida completa del tono muscular, elevación del umbral de vigilia y actividad electroencefalográfica asincrónica y de bajo voltaje) como fásicos (movimientos oculares rápidos, ligeras contracciones de la lengua y otros músculos y cambios autonómicos en frecuencia cardiaca y respiratoria, entre otros).
El sueño REM es considerado un sueño activo, tanto por la intensa actividad cerebral que aglutina y que es posible medir electroencefalográficamente, como por el elevado flujo sanguíneo cerebral, consumo de oxígeno o de glucosa. Se dice también que es un sueño paradójico, por la ausencia total de actividad motora en el contexto de un cerebro muy activo.
Aunque modelos animales de trastornos del sueño REM se conocen desde 1966, no fue hasta 1986 que C.H. Schenck identificó clínicamente una parasomnia caracterizada por la aparición de episodios de descontrol conductual durante el sueño, generalmente muy violentos y que parecen corresponder al correlato motor de la actividad onírica. Estos pacientes refieren habitualmente ensoñaciones muy vívidas. Si son despertados durante la pesadilla relatan un contenido onírico que suele guardar correspondencia con la actividad motora que presentaron. La conducta es generalmente agresiva o exploratoria y nunca relacionada con apetitos tales como alimentación o deseo sexual. Frecuentemente se autoagreden o agreden al cónyuge, por lo que algunos compañeros de cama optan, con prescripción facultativa, por atarlos y evitar tanto que se hagan daño como que puedan lesionar a terceros.
Los episodios se presentan con frecuencia variable, desde unos pocos al mes hasta varios por noche, con tendencia a un incremento progresivo. Las alteraciones conductuales ocurren dentro del sueño REM y frecuentemente se asocian a taquicardia. Quienes sufren los trastornos de conducta del sueño REM no padecen, en cambio, ninguna alteración conductual de este tipo durante la vigilia. El 25% pasa por un periodo prodrómico de hasta años con conductas motoras bien poco notorias como hablar durante el sueño o mover débilmente las extremidades. A pesar de la intensa actividad motora desplegada durante el trastorno, pocos pacientes acusan síntomas de interrupción del sueño o fatiga diurna, excepto cuando el trastorno está asociado a narcolepsia.
El primer paciente descrito con trastorno de la conducta de fase REM en la bibliografía médica fue un hombre de 67 años, referido a psiquiatría por presentar un patrón de conducta muy violenta durante el sueño. No tenía antecedentes de trastornos del sueño en la infancia ni en la adolescencia, los tres hermanos que dormían en su habitación describieron que el individuo en cuestión caía siempre dormido de una pieza. Sin embargo, en la noche de bodas su esposa quedó sorprendida y algo asustada al descubrir que el recién casado hablaba mientras dormía, profería gruñidos, rechinaba los dientes y se movía sin cesar.
La cosa no pasó de aquí hasta que el paciente referido cumplió los 63 y un buen día -o, mejor dicho, una mala noche- cayó de su cama mientras reproducía los movimientos propios de la pesadilla que lo estaba atormentando. Este episodio marcó el inicio de un deterioro progresivo en el que el paciente empezó a patear o dar puñetazos a su esposa, caerse de la cama en numerosas ocasiones, chocar contra la cabecera o la mesita de noche hasta abrirse las cejas y autolesionarse.
El cuadro es muy propio de adultos mayores de sexo masculino. Los registros polisomnográficos reflejan una falta de atonía permanente durante la fase de sueño REM y frecuentes movimientos de extremidades. Puede parecer un trastorno raro y grave, pero sobre lo segundo cabe decir que estos enfermos se tratan muy bien farmacológicamente y llegan a controlar por completo la conducta tan disruptiva. Cabe subrayar que la respuesta es específica para una benzodiazepina, el clonazepam, puesto que no se ha observado ningún efecto reparador con las demás. Se sabe también que la suspensión del clonazepam produce una inmediata recaída y rebote de la conducta violenta. El fármaco actúa suprimiendo la actividad fásica, más que restaurando la atonía muscular. En cualquier caso, ante la sospecha de este trastorno es indispensable la consulta con el especialista, puesto que la automedicación puede acarrear efectos secundarios importantes. También es aconsejable proteger al enfermo frente al riesgo de autolesiones o caídas.