Hidratación, verano y salud

Mientras en España diversas sociedades científicas presentan un libro blanco sobre hidratación, muchos ignoramos casi todo acerca de la función esencial del agua en la salud
Por Jordi Montaner 19 de julio de 2006

«Agua, agua por todas partes, aunque sin poder beber ni una gota…» reza la Rima del anciano marinero de Samuel Taylor Coleridge. Con ella, la Organización Mundial de la Salud iniciaba en el 2000 una campaña pública de sensibilización sobre el consumo de agua potable, disponibilidad de acuíferos salubres en países subdesarrollados y cultura del agua embotellada en los más industrializados. A propósito de esto último, la OMS advertía del peligro de que el agua pase a convertirse en una más de tantas bebidas de consumo, haciéndonos creer que basta con beber cualquier cosa para estar correctamente hidratado. Puro elemento, y también indispensable.

Un ser humano sano puede sobrevivir más de un mes sin probar alimento, pero no pasaría de unos pocos días sin posibilidad de beber. Más claro, el agua. Es como un saber invisible; nada que viva puede hacerlo sin ella. Es al inicio y al final de nuestras vidas cuando la hidratación nos hace más sensibles. Medir mal (al alza) la cantidad de polvo de biberón para mezclar con agua puede acabar deshidratando con facilidad a un recién nacido. Los seres humanos somos de los pocos mamíferos que eliminamos agua con la transpiración, lo cual nos hace mucho más frágiles a las elevadas temperaturas durante el verano. Nuestra temperatura corporal depende del agua circulante en las vísceras; funcionamos como un radiador.

Bebés y ancianos primero

Los bebés nutridos por lactancia materna, en cambio, están de suerte. Las hormonas de la mujer garantizan que la leche succionada tiene en su composición un 90% de agua. En este caso, pues, son las madres quienes deben controlar una incorporación suficiente de agua en su dieta. Se calcula que el cuerpo de un adulto ‘gasta’ algo más de dos litros de agua al día, por lo que las estimaciones de consumo deben ir en esa dirección. En cuanto a los ancianos, éstos padecen una deshidratación crónica, propia del proceso de envejecimiento. Si un bebé es agua en el 90% de su composición, el anciano lo es sólo en un 50%, con lo que la conciencia de beber también disminuye y les expone a un peligro de salud durante la etapa estival. La percepción de sed del anciano disminuye, y la concomitancia de enfermedades crónicas, consumo de medicamentos, problemas de movilidad o alteraciones cognitivas lo hacen cada vez más vulnerable. Los médicos advierten que la deshidratación subyace a numerosos ingresos hospitalarios e incluso muertes.

Nuestra temperatura corporal depende del agua circulante en las vísceras; funcionamos como un radiador

La disminución del contenido de agua corporal que sobreviene con la edad guarda mucha relación con la secreción de la hormona antidiurética, la filtración glomerular y la función tubular en los riñones, dificultando el mantenimiento de un equilibrio hídrico. Otro problema añadido es la disfagia, la dificultad o inhabilidad para tragar debidas a una disminución de la coordinación de la musculatura orofaríngea.

El verano apremia

El calor mezclado con la actividad física de paseos, excursiones o deportes practicados sólo en periodo de vacaciones clama por una hidratación responsable. En condiciones de temperaturas extremas o actividad física muy intensa el organismo pierde del orden de dos a cinco mililitros por minuto. Los expertos recomiendan beber unos 500 mL de agua dos horas antes de una actividad intensa bajo el sol; subrayan que la hidratación preventiva evita lesiones y permite un rendimiento óptimo.

A medida que el agua embotellada va constituyéndose en norma en cada vez más puntos del planeta, la OMS deja oír su preocupación de que el agua potable no embotellada vaya perdiendo cada vez más calidad y garantías, toda vez que la imposición de las modalidades minerales implique un coste añadido a un producto tan esencial como el agua.

La Organización considera que las necesidades hídricas de cada población dependen de factores tales como el clima, el grado de actividad física y la cultura alimenticia. Por término medio, se considera que un adulto de 60 kg requiere dos litros por día y un niño de 10 kg necesita un litro. La garantía de un agua mineral, procesada industrialmente, tiene por contrapartida el precio; pero su consumo es cada vez más extendido y el paso del grifo a la botella deja al primero algo huérfano de exigencias salubres importantes: control de residuos tóxicos (plomo, arsénico o benceno) y de patógenos microbióticos (bacterias, virus y parásitos). Otro peligro del que alerta la OMS es el fraude de aguas de grifo enfrascadas en botellas de vidrio o plástico y vendidas como falsas aguas minerales. A veces la sed, otras el desconocimiento o la falta de escrúpulos nos llevan a beber lo que no es sin una comprobación expresa de garantías.

UN LIBRO CLARO

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Este mes se ha presentado el primer Libro Blanco de la Hidratación en España, elaborado por la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA), en colaboración con la Sociedad Española de Nutrición Básica y Aplicada (SENBA), la Sociedad Madrileña de Geriatría y la Sociedad Española de Medicina Rural y Generalista (SEMERGEN). La obra contiene consejos fundamentales para mantener nuestro organismo bien hidratado y presta especial atención a la situación de niños, ancianos, mujeres embarazadas y deportistas.

El agua, argumenta con diáfana claridad este libro blanco, «es un recurso de la naturaleza necesario para la vida y esencial para el conjunto de la alimentación». Se trata, además, del principal componente de nuestro organismo, decisivo en diversas funciones y reacciones orgánicas, contribuyendo a mantener un equilibro vital. A través de nueve capítulos, la obra repasa el papel del agua como bebida, sus características principales y aspectos legales sobre su consumo, la balneoterapia, la función hidratante de otras bebidas, zumos o refrescos, requerimientos hídricos a diferentes edades y en situaciones especiales, hidratación y piel o la importancia de la hidratación en el contexto hospitalario o residencial.

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