Esta enfermedad infecciosa, que afecta a 50 millones de personas en todo el mundo y que constituye una de las principales causas de ceguera, es noticia por el descubrimiento que han realizado investigadores españoles de un tratamiento, la ivermectina, capaz de reducir su prevalencia y su intensidad en un 38%.
La oncocercosis u oncocerciasis, conocida también con el nombre de ceguera de los ríos, se adquiere tras la inoculación de las larvas de un parásito, Onchocerca volvulus, a cargo de la mosca negra (Simulium damnosus), llamada asimismo mosca de los búfalos. Las larvas hembras, tras ser fecundadas, pueden producir hasta 2.000 larvas o microfilarias al día, que emigran a la piel, al ojo y a otras zonas del cuerpo infectado.
Se ha calculado que un 5% de los infectados acaba con ceguera permanente y, aunque la enfermedad se distribuye por distintas áreas del planeta, el 95% de las víctimas de la ceguera de los ríos vive en África. En realidad, el parásito Onchocerca volvulus es endémico en áreas tropicales de África (incluida una pequeña porción del Yemen) y de América central y del sur (Guatemala, México, Venezuela, Colombia, Brasil y Ecuador). Por razones que se desconocen, la oncocercosis afecta más a hombres que a mujeres, causa lesiones en la piel, tejido subcutáneo, ganglios linfáticos y ojos.
Los afectados pueden transmitir la enfermedad durante 10 o 15 años si no son tratados
No es tanto la presencia de las larvas parásitas como las toxinas que éstas desprenden la causa principal de la enfermedad, que abarca desde cuadros menores de conjuntivitis hasta queratitis (inflamación de la córnea), uveítis (inflamación de la capa que se encuentra entre la esclerótica y la retina, que incluye el iris, el cuerpo ciliar y la coroides) con glaucoma secundario (aumento de la presión intraocular) y neuritis ópticas con atrofia secundaria.
Fue un médico guatemalteco, Rodolfo Robles, el primero en describir (1915) la relación entre la oncocercosis y ceguera, por lo que en Hispanoamérica se conoce también la enfermedad como síndrome de Robles.
Impacto sociosanitario
Es el drama principal de África: las regiones desérticas sucumben por la hambruna y la pobreza, al tiempo que los valles fértiles, bendecidos por el agua de los ríos, ven segadas millones de vidas por causa de enfermedades infecciosas. Junto a la malaria y el SIDA, la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que la oncocercosis, como principal causa de ceguera en los países africanos, es una enfermedad devastadora que demanda urgentemente estrategias de prevención y tratamiento.
Junto al control de las plagas de mosca de los búfalos, la OMS da la bienvenida a un fármaco capaz de combatir la ceguera y el escozor de piel que caracterizan a la enfermedad, la ivermectina. Asimismo, las estrategias contra la oncocercosis se agrupan bajo un plan denominado Vision 2020 con el que se pretende poner fin a la ceguera de origen infeccioso en el Tercer Mundo.
Las condiciones ambientales de humedad en las zonas tropicales, con ríos de aguas muy rápidas, favorecen la aparición de la oncocercosis. En este tipo de hábitat se desarrolla la mosca que actúa como vector. El parásito, en forma de larva infecciosa, es inoculado por la mosca cuando ésta entra en contacto con la piel humana. Las hembras del parásito miden 30-50 cm y viven entre 10-15 años; los machos sólo miden 3-5 cm. La hembra fecundada da a luz una media de 1.200 microfilarias diarias, de 250-360 micras, que se diseminan por la piel, los ojos y otros órganos. El parásito adulto construye tumores en el interior del cuerpo humano para vivir y reproducirse, siendo muchos detectables a simple vista. Los abultamientos o nódulos se encuentran en la cabeza, cuello, hombros, columna vertebral y parte superior de los glúteos. Los individuos afectados, que pueden albergar entre 50 y 200 millones de larvas, empiezan por sentir una debilidad generalizada. Normalmente la oncocercosis se manifiesta de uno a tres años después de que la persona ha sido infectada. Los afectados pueden transmitir la enfermedad durante 10 o 15 años si no son tratados.
Un equipo de la Universidad de Barcelona se ha encargado de verificar la eficacia del único fármaco disponible para luchar contra la oncocercosis, la ivermectina, y ha visto publicadas sus conclusiones en una edición reciente de la revista Tropical Medicine and Internacional Health. La ivermectina, según los científicos españoles, reduce la prevalencia y la intensidad de esta enfermedad en un 38%. Su trabajo ha seguido durante 10 años la eficacia de este agente en un grupo de enfermos de Guinea Ecuatorial. La oncocercosis, conocida en aquella parte del mundo con el nombre de craw-craw, es una enfermedad endémica en la isla guineana de Bioko. Allí se considera a todas luces como una patología debilitante que afecta a la mayoría de los individuos en edad productiva, y por esta misma razón constituye uno de los factores limitantes del desarrollo económico de la isla.
El trabajo realizado por el equipo de la Universidad de Barcelona tiene por primeros firmantes a Jordi Mas, del Servicio de Microbiología del Hospital Clínic de Barcelona, y Carlos Ascaso, del Grupo de Investigación en Epidemiología y Salud Internacional del IDIBAPS ( Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer. «El objetivo de este estudio -certifican los expertos- no era otro que evaluar el impacto de una década de distribución vertical del único tratamiento disponible contra la oncocercosis, la ivermectina, entre la población rural de 12 comunidades y dos grupos étnicos, los bubi y los fang; el hecho de que el fármaco administrado sólo sea eficaz sobre las larvas, condicionó desde un principio la duración del estudio».
La investigación realizada se llevó a cabo durante 10 años porqué éste es precisamente el periodo mínimo que las hembras resultan fértiles y, por tanto, se asegura por esta vía una eliminación de toda la descendencia. El estudio ha sido financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) y la OMS. Sus resultados apoyan los de trabajos previos realizados en el continente africano, tanto para evaluar los efectos de la ivermectina, como para determinar el impacto sociosanitario de la oncocercosis. «Nuestros resultados son muy concluyentes: la prevalencia de la oncocercosis antes del tratamiento era de un 74,5% y después fue del 38,4%; además, hay que destacar que después de la administración de ivermectina comprobamos que la incidencia en niños de 0 a 4 años disminuyó 2,6 veces».
El seguimiento del proyecto queda ahora en manos del Ministerio de Sanidad de Guinea Ecuatorial, bajo supervisión del equipo de expertos españoles tanto desde Bioko como desde Barcelona. No obstante, los científicos subrayan que «las estrategias futuras de lucha contra la ceguera de los ríos van más allá de la administración de ivermectina; actualmente, gracias al proyecto African Programme for Onchocerciasis (APOC) de la OMS, se está eliminando el vector de la enfermedad mediante la fumigación con insecticidas». Jordi Mas tiene previsto también viajar próximamente a Bioko para comprobar en primera persona los efectos de estas nuevas medidas.