Salen de noche de sus escondites y dejan a su paso un rastro de baba o mucosa que, una vez seca, adquiere un color plateado. Los caracoles y las babosas son moluscos capaces de provocar grandes daños en el jardín, sobre todo, si este tiene zonas con un alto índice de humedad. Las señales que dejan a su paso estas plagas son similares a las ocasionadas por las orugas: hojas perforadas y roídas en franjas. Para combatirlas, hay que deshacerse de los escondites que utilizan durante el día, usar un sistema de riego por goteo para eliminar el exceso de humedad de la tierra o sembrar plantas cuyo olor les haga huir.
Jardines y huertos libres de caracoles y babosas
El ataque de caracoles y babosas ocasiona grandes pérdidas en el huerto y en el jardín, ya que su voracidad les lleva a acabar con las hojas y los tallos de plantas y hortalizas, además de devorar los brotes, frutos y flores.
Aunque la intensidad de los ataques y los daños que provocan varían según la época del año, las lluvias y la humedad de la zona, conviene no bajar la guardia en ningún momento. Si se detecta un rastro mucoso en el jardín, hay que poner manos a la obra y tomar las medidas necesarias para su erradicación.
El primer paso que se debe dar es mantener el jardín libre de zonas con maleza o desperdicios. La frondosidad de la hiedra también es un refugio habitual de estos moluscos.
Los depredadores naturales, como patos o tortugas, son buenos aliados en la lucha contra este tipo de plaga
Los muros, cercas y vallas son otros lugares muy frecuentados por caracoles y babosas. En estos casos, lo más sencillo es retirarlos de forma manual. Otra opción es capturarlos mediante trampas. Para ello, se puede colocar en el jardín un tablero elevado o una caja que les pueda servir de refugio. Una vez que se empiecen a guarecer debajo de los mismos, bastará con hacer una limpieza diaria.
A estos pequeños animales no les gustan los olores intensos, por lo que una buena opción para mantenerlos a raya es sembrar especies tan aromáticas como el romero, las begonias, la lavanda o los geranios.
Los depredadores naturales son otros aliados en la lucha contra este tipo de plaga. Por ello, siempre que se pueda, conviene tener en el jardín patos, gansos o tortugas. Respecto al control químico, el principio activo más utilizado para combatir a caracoles y babosas es el metaldehído.
Los caracoles y babosas, o limacos, son moluscos gasterópodos con hábitos nocturnos y preferencia por los sitios húmedos y sombríos. Durante el día permanecen escondidos en zonas con maleza, bajo plantas tapizantes y hojas en descomposición, etc.
En una sola noche, una babosa puede comer una cantidad de hojas y brotes equivalente a la mitad de su peso
Hojas, flores, brotes o frutos. Ambos animales tienen un apetito voraz y los daños que ocasionan pueden ser importantes. En una sola noche, una babosa puede comer una cantidad de hojas y brotes equivalente a la mitad de su peso.
La presencia de ambos, caracoles y babosas, se detecta por la mucosa que dejan a su paso, gracias a la cual se pueden desplazar. Cuando la tierra no está húmeda, no pueden producir moco, por lo que tampoco se pueden mover. Por ello, en los meses más calurosos se entierran en las capas más húmedas de la tierra a la espera de que regresen las lluvias. Lo mismo ocurre cuando los termómetros marcan temperaturas mínimas, ya que no soportan bien los rigores invernales.