El horizonte menopáusico plantea a las mujeres no pocas incógnitas de salud. Tiemblan por sus huesos pero también por su piel, su sistema cardiovascular y, sobre todo, por el golpe de estado hormonal que tiene lugar en el interior de sus maduros cuerpos. La teoría es sencilla: fallan los estrógenos, se sustituyen y listos… Pero los ensayos clínicos siguen arrojando dudas sobre beneficios y defectos de la intervención terapéutica posmenopáusica. Uno de los ejes del debate es la función cognitiva.
Disponer de estrógenos animales con los que poder paliar el déficit estrogénico a que hace frente la mujer posmenopáusica animó a la industria farmacéutica a idear una panacea, sostenible en base a estudios científicos, como era revertir los cambios corporales que acontecen como consecuencia de la temida deprivación. Sin embargo, estudios poblacionales de gran tamaño (más de 7.000 participantes) como el Women´s Health Initiative (WHI), han moderado aquel optimismo inicial.
El tratamiento hormonal sustitutivo (THS) proporciona beneficios en determinadas parcelas de salud pero está lejos de constituir una panacea con la que evitar traumatismos óseos, morbimortalidad cardiovascular o deterioro cognitivo. A pesar de los datos negativos del WHI en lo concerniente a un posible papel preventivo de la demencia, subestudios bien controlados a través de varios rangos de edades apoyan la conclusión de que los estrógenos pueden mantener la función de la memoria en mujeres saludables.
Un beneficio indirecto
Bárbara Sherwin (Universidad McGill de Montreal, Canadá) es de la opinión que el beneficio del THS ensayado en el WHI falló por tardío. «De haber reclutado mujeres más jóvenes, en la etapa en que los estrógenos empiezan a faltar y no cuando brillan por su ausencia, los resultados, por lo menos en lo concerniente a las funciones cognitivas, podrían haber sido otros».
La investigadora norteamericana quiso dar la vuelta a la tortilla e investigar no ya qué ocurre si se suplementan estrógenos, sino cuando se da una supresión absoluta. Para ello, Sherwin estudió a 18 mujeres con tumores fibrosos del útero tratadas con medicamentos que suprimían la acción de los estrógenos. «Al cabo de dos meses, estas mujeres experimentaron una evidente pérdida de memoria, algo que no se observó en el grupo control tratado con placebo». Subraya la experta que en los últimos tiempos se han observado asimismo evidentes progresos en trabajos acerca del tratamiento de enfermas de Alzheimer con estrógenos.
«Hay mayor actividad cerebral en las áreas asociadas con la memoria activa de las mujeres posmenopáusicas que toman estrógenos»
Sugiere Sherwin que los estrógenos mejoran el estado de ánimo de las mujeres, «lo que puede ocurrir como resultado de su influencia sobre los mecanismos serotoninérgicos». La extrapolación, entonces, está servida, ya que el ánimo depresivo puede tener un impacto negativo sobre el desempeño de labores cognitivas, el buen humor suministrado con estrógenos puede incidir en funciones neuropsicológicas tales como la memoria verbal. «A pesar de que la mayoría de los estudios sobre estrógenos y actividad cognitiva fallan, debiera considerarse una posible influencia secundaria de los estrógenos sobre la memoria, por vía de sus efectos putativos sobre el estado de ánimo».
Una menopausia distinta, una memoria distinta
La definición de menopausia parte siempre de la experiencia de una última regla. Pero la sintomatología asociada al proceso que entonces se inaugura varía considerablemente entre las mujeres. Hay mujeres que experimentan sofocos sin haber agotado aún sus menstruaciones y un 25% sólo se queja transcurridos ya cinco años tras la última regla. Aún cuando popularmente se asume la menopausia como una etapa desagradable y surtida de achaques, hay mujeres que disfrutan con plenitud de sus ventajas: una vida sexual más tranquila y sin el estrés de la anticoncepción, siendo aún joven.
En la perimenopausia es importante recordar que la ovulación continúa y la regla varía sólo su puntualidad (apareciendo cada dos o tres meses). Si en esa etapa la paciente solicita THS con estrógenos y progestágenos para regular la sintomatología climatérica, es importante considerar el riesgo de un posible embarazo y, por tanto, adoptar también medidas anticonceptivas. El equipo de Sally Shaywitz (Universidad de Yale) detectó mayor actividad cerebral en las áreas asociadas con la memoria activa de las mujeres posmenopáusicas que deciden tomar estrógenos y concluyeron que esta hormona puede ayudar a superar los problemas de memoria asociados con la posmenopausia.
Existen dos tipos de memoria: la activa y la de largo plazo. La memoria de largo plazo es la que permite recordar un episodio acaecido hace diez minutos, diez meses o diez años. La memoria activa, en cambio, es la que permite mantener en la conciencia varios datos al mismo tiempo por un periodo de varios segundos y compaginar el diálogo con la elaboración del pensamiento (algo similar a la memoria RAM de una computadora). La capacidad de la memoria activa hace que podamos debatir un tema compuesto por varias ideas, conceptos y datos. El promedio normal de nociones simultáneamente activas en la memoria oscila entre 5 y 10.
Precisamente es la memoria activa la que falla en la posmenopausia. De este modo, las mujeres pueden olvidarse del nombre de la persona que acaban de conocer o del lugar donde hace segundos dejaron las llaves de la casa, al tiempo que experimentan dificultades para expresar ciertos conceptos con la rapidez y claridad con que lo hacían antes de la menopausia. El equipo de Shaywitz es el primero en comparar visualmente, por medio de imágenes de resonancia nuclear magnética dinámica, el circuito neurológico de la memoria en presencia y ausencia de estrógenos. En las imágenes se percibe cómo ciertas áreas de los lóbulos prefrontales se iluminan cuando las mujeres medicadas con estrógenos en dosis terapéuticas tradicionales se dedican a tareas asociadas con la memoria activa.
La mayoría de los estrógenos que circulan por el cuerpo lo hacen asociados a una proteína que impide su paso a través de la barrera hematoencefálica. Pero el suministro de estrógenos libres aumenta la probabilidad de penetración en el área cerebral y, desde allí, interactuar con los receptores relacionados con la memoria. Curiosamente, se da la circunstancia de que las mujeres con enfermedad de Alzheimer tienen concentraciones menores de estrógenos en el cerebro que las de su misma edad sin esa enfermedad. Otra cuestión interesante es que las mujeres presentan un mayor riesgo de sufrir Alzheimer que los hombres y los investigadores creen la razón no es otra que una disminución muy drástica en el nivel de estrógenos después de la menopausia, al tiempo que los hombres no experimentan cambio alguno.
Investigadores de los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses (Bethesda, Maryland) y del Instituto Weizmann (Rehovot, Israel) se han dedicado a investigar el papel del estradiol en la formación de espinas dendríticas en el hipocampo, cuya función ha estado estrechamente vinculada a la aparición de la enfermedad de Alzheimer. Ensayos llevados a cabo con células del hipocampo cultivadas han permitido asimismo a estos investigadores implicar al estrógeno en todo este proceso. Las espinas dendríticas son el sustento físico de una red que interconecta las vías neurológicas usadas por el cerebro para depositar y archivar los recuerdos, por lo que los científicos abogan por estudios que permitan ensayar el empleo de estrógenos en la reparación de la red cerebral de la memoria.