Consecuencias de la contaminación en la infancia
La polución pone en grave peligro la salud y el crecimiento de los niños. Ya lo advertía hace unos años la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su informe ‘Contaminación del aire y salud infantil: prescribimos aire limpio’: puede causarles asma y cáncer y hace que corran más riesgo de contraer afecciones crónicas, como las enfermedades cardiovasculares, en etapas posteriores de su vida. Además, la exposición al aire contaminado puede dar lugar a que las embarazadas den a luz de forma prematura y a que sus recién nacidos sean más pequeños y de bajo peso.
La Asociación Española de Pediatría (AEP) también nos recuerda en este artículo que, para la infancia, la contaminación implica una mayor incidencia de tos, moco, expectoración y sibilancias y una mayor gravedad de infecciones de vías bajas, así como del asma y de la pérdida de la función pulmonar.
Y tanto la OMS como la AEP alertan de que la polución perjudica a su desarrollo neurológico y capacidad cognitiva, pues aumenta el riesgo de disminución de función cognitiva, déficit de atención e hiperactividad, por ejemplo.
Efectos de la polución en el cerebro de los niños
Cada vez más estudios arrojan luz sobre cómo puede afectar la polución al cerebro en desarrollo de los más jóvenes, lo que podría determinar la elección de nuestra residencia familiar y la planificación del ocio con nuestros hijos.
Y es que es una realidad que los niños de hoy en día pasan poco tiempo en la naturaleza (déficit de naturaleza), donde la contaminación atmosférica es menor y la calidad del aire más satisfactoria. Además, así se pierden todo lo que los espacios verdes les aportan, pues se relacionan con una mejor atención y memoria en la primera infancia, con mejores resultados académicos y con menos problemas emocionales y de comportamiento.
Aun así, es difícil escapar de la polución. Limitar las actividades en exteriores y usar mascarillas para el filtrar el aire que llega a los pulmones los días que el Índice de Calidad del Aire no es saludable son dos formas de protegernos y proteger a los más pequeños de la contaminación.
En ellos, los contaminantes que invaden las profundidades de los pulmones y entran en el sistema nervioso central pueden causar importantes daños, como veremos a continuación.
❌ Cambia el cerebro de los preadolescentes
El último estudio al respecto llega de la mano del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), y es muy destacable por dos razones:
- por primera vez un trabajo científico tiene en cuenta la exposición a contaminantes atmosféricos desde la concepción del bebé hasta que el niño cumple 8’5 años, analizando los datos mes a mes.
- el gran grupo de personas que examina: 3.515 menores del Generation R Study de Rotterdam (Países Bajos), un estudio prospectivo de cohorte desde la vida fetal hasta la edad adulta en una población urbana multiétnica diseñado para identificar las causas ambientales y genéticas tempranas de crecimiento, desarrollo y salud normales y anormales. En la investigación que nos ocupa se estimaron los niveles diarios de dióxido de nitrógeno (NO2) y de partículas pequeñas (PM2.5) registrados en los lugares donde habían vivido los pequeños desde que fueron concebidos hasta que hicieron 8,5 años.
El estudio, publicado en septiembre en ‘Environmental Pollution’, muestra que esa exposición, sobre todo en los primeros cinco años de vida altera la conectividad estructural del cerebro en la preadolescencia. Para llegar a esa conclusión, a los niños observados ya con edades comprendidas entre los 9 y 12 años se les tomaron imágenes cerebrales mediante resonancia magnética y se calcularon varios volúmenes cerebrales y la conectividad estructural.
Y ¿qué es la conectividad estructural? La existencia de fascículos o tractos de sustancia blanca que conectan diferentes regiones del cerebro. Se mide estudiando la microestructura de la sustancia blanca y constituye un marcador del desarrollo típico del cerebro. Así, una microestructura de la sustancia blanca anormal se relaciona con trastornos psiquiátricos, como síntomas depresivos, ansiedad o trastornos del espectro autista.
Además, el estudio encontró un vínculo entre la exposición específica a las partículas PM2.5 y el volumen de una estructura del cerebro conocida como putamen, implicada en la función motora y los procesos de aprendizaje. Así, observó que cuanto mayor es la exposición, sobre todo en los primeros dos años de vida, mayor es el volumen del putamen. “Un putamen mayor se ha asociado con algunos trastornos psiquiátricos (esquizofrenia, trastornos del espectro autista y trastornos del espectro obsesivo-compulsivo)”, explica Anne-Claire Binter, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio.
Un apunte: los niveles de NO2 y PM2.5 registrados en el estudio superaban las actuales recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (10 µg/m3 y 5 µg/m3, respectivamente), pero cumplían con la normativa de la Unión Europea, “lo que sugiere que la contaminación atmosférica puede afectar al desarrollo del cerebro a niveles inferiores a las normas actuales de calidad del aire”, destacan desde ISGlobal.
❌ Afecta al desarrollo conductual y cognitivo
En junio, la revista ‘Environmental Health Perspectives’ publicaba otra investigación dirigida por la Universidad de Washington (EE. UU.) que sugiere que la contaminación del aire, tanto en la etapa prenatal como en la postnatal, puede tener un efecto sobre los problemas conductuales en los niños e incluso sobre su coeficiente intelectual. Para ello, los científicos contaron con la participación de casi 2.000 mujeres de seis ciudades norteamericanas antes y después de dar a luz y emplearon un moderno modelo informático para conocer la evolución de los niveles de contaminación del aire.
El estudio halló que los hijos cuyas madres experimentaron una mayor exposición al dióxido de nitrógeno (NO2) durante el embarazo, sobre todo en el primer y segundo trimestre, tenían más probabilidades de desarrollar problemas de comportamiento. Además, también vieron que ya cuando los niños tenían entre 2 y 4 años, las exposiciones más altas a la contaminación del aire por partículas pequeñas (PM2.5) se relacionaban con un mayor riesgo de problemas de conducta y un rendimiento cognitivo más deficiente.
Además, los investigadores encontraron diferencias por género: la exposición a la contaminación por PM2.5 generalmente se asoció con más problemas de comportamiento en las niñas que en los niños y el efecto adverso sobre el coeficiente intelectual de la exposición a este contaminante durante el segundo trimestre de gestación fue más fuerte en los niños.