Cuando los familiares de un afectado por trastorno bipolar conocen por primera vez el diagnóstico, su reacción puede ser muy amplia. Desde mostrar angustia, enfado o rechazo hasta mostrarse tan dispuestos a ayudar que alcancen sobreprotección. Y cuando todo parece haber vuelto a su cauce, los problemas reaparecen con el siguiente episodio.
Para los familiares de afectados de trastorno bipolar es una ardua lucha sentirse menos solos en su batalla diaria. Se calcula que lo padece cerca de un 2% de la población, aunque no lo haya manifestado. El trastorno bipolar es una enfermedad mental grave, difícil de controlar con los tratamientos disponibles en la actualidad y con una probable evolución a la cronicidad. Como cualquier otro trastorno mental, el bipolar tampoco es uniforme, y se presenta en diferentes tipos. Se conoce como Trastorno Bipolar I cuando el paciente ha presentado al menos un episodio maníaco y se habla de Bipolar II cuando sólo han tenido episodios depresivos mayores y algún episodio hipomaníaco. En España, según datos recientes, las cifras relacionadas con la población adulta van desde el 0,8% en el trastorno bipolar I al 0,5% del trastorno bipolar II, con una prevalencia similar en hombres y mujeres. En el caso de los varones, sin embargo, es más habitual que el primer episodio sea de tipo maníaco.
Entorno familiar
Teniendo en cuenta que el primer episodio ocurre en una edad relativamente joven, en torno a los 21 años, y que las cifras indican que casi la mitad de todos los individuos con trastorno bipolar intenta al menos suicidarse una vez, la familia necesita estrategias que le permitan comprender mejor el tratamiento a seguir y afrontar los altibajos de esta enfermedad. Desde los organismos sanitarios se han desarrollado multitud de programas y técnicas para el abordaje terapéutico de los pacientes bipolares en los que confluyen tratamientos psicosociales («psicoeducación») y en los que tienen parte activa sus familiares.
La implicación de los familiares aumenta la adherencia al tratamiento farmacológico y puede prevenir el suicidioPor este motivo, desde sectores profesionales se señala la importancia de la información a los familiares para aumentar la comprensión del trastorno, conseguir una mejor adaptación y lograr un funcionamiento más eficaz en su rol de cuidadores. Y con todo ello, conseguir su ayuda para una mejor adherencia al tratamiento farmacológico y anticipar los pródromos de las crisis maníacas, entre otras. Los especialistas aseguran que permite crear un clima de confianza para desarrollar una herramienta que sea capaz de prevenir los aspectos más destructivos de las crisis y, sobre todo, el suicidio. En resumidas cuentas, crear el entorno familiar más adecuado para minimizar los efectos de la enfermedad y aumentar la calidad de vida.
Pero nada de esto sería eficaz si no va acompañado del autorreconocimiento de la enfermedad por parte del afectado. Aprender a requerir asistencia médica o social en cuanto aparecen las primeras señales de recaída y acudir a familiares o personas allegadas para solicitar apoyo emocional son actitudes que ayudan al afectado, además del cumplimiento estricto de la medicación. Todo ello es parte de la batalla que hay que librar para conseguir llevar una vida más parecida a lo normal y romper con el estigma o los prejuicios de la enfermedad en la sociedad.
Círculo vicioso
La actitud de los familiares es determinante a la hora de ayudar a una persona con trastorno bipolar. La tarea no es nada fácil, puesto que una implicación excesiva puede resultar perjudicial, ya que en la mayoría de los casos se suele relacionar cualquier comportamiento con la enfermedad. Por ejemplo, en algunos casos simples enfados pueden llegar a confundirse con señales de la enfermedad, y en ocasiones los familiares están constantemente pendientes siempre de si se toman la medicación. Todas estas actitudes se traducen, en muchos casos, en un enfrentamiento entre la persona afectada y sus familiares por su actitud sobreprotectora.
Cuando la persona afectada se enfrente a los familiares por su comportamiento sobreprotector, no es difícil que estos reaccionen usando el trastorno como una etiqueta de conducta, cosa que aún hace sentirse peor a los afectados. Estar enfrentados constantemente por esta implicación excesiva puede generar un círculo vicioso. Para salir de él se requiere apoyo del terapeuta y de estrategias que ayuden a la resolución del problema de comunicación.
Los cónyuges o las parejas de los afectados por trastorno bipolar, en el periodo de recuperación después de un episodio maníaco, manifiestan cierto distanciamiento en las relaciones íntimas. Según los expertos, esta incomodidad pocas veces tiene que ver con una actitud crítica o de sobreprotección, pero la persona afectada bien puede interpretarlo como retraimiento emocional. Las relaciones sexuales pueden cesar de forma completa durante el último episodio o poco después, o disminuir sucesivamente tras múltiples episodios. Los especialistas señalan que es un problema común que las relaciones sean vulnerables en el periodo de recuperación.
En la fase hipomaníaca, la persona acostumbra a sentir que sus impulsos sexuales aumentan. Pero, a su vez, la pareja puede tener sentimientos de rechazo por desconfianza relacionada con el trastorno en sí. También puede ocurrir lo contrario, es decir, que la pareja quiera mantener relaciones sexuales cuando el afectado está en fase de depresión que lo sume en un estado de tristeza, apatía y baja autoestima.
En muchas ocasiones, y debido a la exaltación de las emociones, puede suceder que el enfermo experimente un cierto enamoramiento hacia una persona desconocida o hacia alguien que nunca elegiría en un estado de ánimo normal. Este enamoramiento suele desaparecer cuando llega la fase depresiva. Además, el enfermo bipolar puede llegar a ser infiel a su pareja sin ser consciente de las consecuencias emocionales que pueda tener.
En muchos casos, la falta de confianza y el resentimiento resultante de la enfermedad impiden un restablecimiento de la intimidad emocional y física. Estos problemas de pareja se pueden superar mediante técnicas de comunicación destinadas a reducir críticas y conflictos o a través de técnicas de resolución de problemas cuya finalidad es «educar» a la familia y a las personas vinculadas con el enfermo bipolar.