Los seres humanos y los demás primates son los seres vivos que más sufren de trastornos físicos causados o agravados por el estrés. La culpa la tiene precisamente su alta inteligencia, cualidad que les distingue de la mayoría de los animales sociales. La solución pasa por reconocer este hecho y procurar ser feliz.
Al ser más inteligentes, los primates resuelven en menos tiempos sus necesidades básicas y tienen más tiempo libre. En vez de estar siempre pendientes de factores que son vitales, como la alimentación o huir del enemigo, están sometidos en mucha mayor medida a factores estresantes derivados de sus relaciones sociales, explicó Robert Sapolsky en la reciente reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. Este neurocientífico lleva más de tres decenios estudiando en babuinos en libertad en África los efectos fisiológicos del estrés sobre la salud.
El mecanismo del estrés es universal en los vertebrados y, por tanto, muy antiguo en la evolución. Ante una situación estresante, el organismo libera diversas hormonas, que aumentan inmediatamente el pulso y el nivel de energía. Son picos que preparan al animal para responder ante una situación de peligro y que no suponen riesgo para la salud. Lo malo es cuando esa misma reacción se hace crónica y se produce por razones psicosociales. «Se moviliza energía en los músculos de los muslos, aumenta la presión arterial y se apaga todo lo que no es esencial para la supervivencia como la digestión, el crecimiento y la reproducción», explicó Sapolsky en San Francisco.
Consecuencias del estrés
«Se piensa mejor y mejoran ciertos aspectos del aprendizaje y de la memoria». Todo esto es muy beneficioso ante un factor estresante real y físico pero mucho menos e, incluso, perjudicial cuando se trata de preocuparse por el dinero o por agradar al jefe, recalcó. «Si se activa el estrés de forma crónica por razones puramente psicológicas, aumenta el riesgo de tener diabetes en la etapa adulta y la tensión alta. Si el sistema digestivo deja de funcionar bien, hay también un mayor riesgo de sufrir trastornos gastrointestinales», añadió.
Las neuronas del hipocampo relacionadas con el aprendizaje, la memoria y el juicio, pueden resultar dañadas más fácilmente en situaciones de tensión
Además, está comprobado que, en los niños, se puede dar falta de crecimiento debido al estrés crónico y que, en general, la supresión del sistema inmunitario aumenta el riesgo de contraer enfermedades infecciosas y la tensión aumenta los trastornos en la función sexual. Además, existen experimentos que indican que las neuronas del hipocampo, el termostato del cerebro, que también están relacionadas con el aprendizaje, la memoria y el juicio, pueden resultar dañadas más fácilmente en situaciones de tensión. Sapolsky y su equipo creen que es muy indicativo en los babuinos de Kenia porque, como los humanos, no tienen grandes predadores y sólo ocupan tres horas al día en buscar comida.
«Hemos encontrado que los babuinos tienen enfermedades que otros mamíferos sociales normalmente no tienen», señaló el científico, de la Universidad de Stanford (EE UU) en una entrevista para la revista de su universidad. «Si eres una gacela, no tienes una vida emotiva muy complicada, a pesar de que es una especie social. Pero los primates son lo suficientemente inteligentes como para hacer que sus organismos funcionen de forma distinta. Hasta que no llegas a los primates no ves algo parecido a la depresión». Sin embargo, los científicos no descartan que otros mamíferos supuestamente inteligentes, como los elefantes y las ballenas, puedan sufrir trastornos parecidos.
Buscando la felicidad
Una vez conocidos los riesgos del estrés en los humanos, surge la pregunta: ¿Cómo evitarlos? Fácil de plantear, pero no de resolver, como reconoce Sapolsky. En la sociedad occidental, desarrollada, que tiene cubiertas sus necesidades básicas, la clave está en el grado de felicidad y autoestima de cada individuo y en su susceptibilidad individual al estrés, que no se conoce. «Idealmente, tenemos mucha más flexibilidad social que los babuinos ya que podemos pertenecer a muchas jerarquías distintas». Así, una persona que no está a gusto en su trabajo puede disfrutar mucho o destacar en un deporte, y lo mismo sucede con una situación familiar insatisfactoria, que se puede compensar con el apoyo de amigos.
El rango de apoyos es grande, entre ellos el de la sociedad y el de la religión: «Podemos extraer satisfacción del descubrimiento de que otras personas, en países lejanos, pasan por lo mismo que nosotros y decir: no estoy solo. Incluso somos capaces de disfrutar con personajes de ficción, a través de un libro o de una película y de la música de Beethoven». Sin embargo, los seres humanos son también los únicos que pueden sufrir por lo que pasa en otros países, donde la gente se muere de hambre, y sentirse inferiores ante personas que no conocen pero que son presentadas en los medios de comunicación como ejemplos de éxito.
Esta extensión de las emociones en el espacio y en el tiempo es singularmente humana y es una fuente más de posible estrés. «Sólo desde hace poco más de un siglo los problemas de salud en la sociedad humana occidental están relacionados con el estilo de vida», resume Sapolsky. «Desde hace unos 10.000 años la mayoría de los humanos vive en colonias de alta densidad, un mundo de extraños que se zarandean y estresan psicológicamente entre ellos, pero hasta ahora no ha podido alcanzar la suficiente esperanza de vida como para ponerse enfermo del corazón por este motivo».
Imagen: Lea Maimone
El equipo liderado por Robert Sapolsky observa a los babuinos, los anestesia para tomar muestras de sangre y tejidos y les hace electrocardiogramas. Un sesgo importante de sus experimentos es que en su mayoría se hacen en los machos, porque las hembras suelen estar el 80% del tiempo preñadas o con cría y correrían riesgos. De los examinados, los ejemplares que presentan signos de mala salud general también son lo que muy a menudo tienen niveles más elevados de las hormonas del estrés.
Entre ellos los más susceptibles son, en un extremo, los que están más abajo en la escala social y, en el otro, los machos dominantes. En ambos casos, son babuinos que sienten amenazas que otros babuinos no sienten, como la de un rival para tomar el control de la manada o el despotismo del dominante. Los datos obtenidos de los babuinos indican que la red social de cada individuo es más importante que el rango y el estatus social cuando se trata de estar estresado o no.
Los machos que pasan mucho tiempo siendo acicalados por las hembras que no están en celo (por lo que no existe un interés sexual inmediato en la relación) y jugando con las crías son lo que tienen niveles más bajos de hormonas del estrés. También se han examinado babuinos en situaciones de incertidumbre, cuando no pueden saber si la amenaza de un congénere es real o no. Su nivel de hormonas es el doble del que tienen aquellos animales que distinguen entre una amenaza real y una simulada.