Los centros de mesa permiten muchas variedades, que surgen de las combinaciones de elementos como flores, hojas secas, piedras y velas sobre bases que, por lo general, son de madera o cristal. Este artículo habla de las características de las partes que componen los centros de mesa: la base y la estructura superior. Además, se dan una serie de consejos para adecuarlos a cada época del año.
La variedad de posibles centros de mesa es innumerable: el límite está en la imaginación de quien se disponga a diseñarlos y realizarlos. Pero existen una serie de elementos y motivos que se utilizan con mayor frecuencia y que conviene tener presentes en el momento de pensar en la confección de un adorno nuevo. Para empezar, todos los centros de mesa están compuestos de dos partes fundamentales: la base y la estructura superior.
La base del centro de mesa
Las bases de los centros de mesa pueden ser de madera, cerámica, cristal o construidas de forma artesanal con ramas u otros elementos
La base define la personalidad del centro de mesa. Puede ser minimalista y estar compuesta por una pieza poco llamativa en sí misma, para que sirva como complemento y se destaque sobre todo lo que lleve encima, o puede tener más producción o más valor ornamental. Es importante también, siempre que sea posible, considerar su tamaño en relación con el espacio disponible en la mesa: un centro de mesa demasiado grande en una mesa pequeña puede resultar molesto y, aunque por separado sea bonito, queda mal si su tamaño es desproporcionado.
De madera o piezas de formas similares
Una base muy simple, puede ser una tabla o pieza de madera. Se pueden conseguir en el mercado algunas ya preparadas, con pequeños huecos para introducir velas, o con una forma curva (como si fuera un plato) para colocar objetos diversos encima. También las puede fabricar uno mismo, con trozos de madera obtenidos de distintas fuentes (un mueble desguazado puede dar como resultado muchas piezas de madera útiles para manualidades). Una alternativa es emplear, en vez de madera, piezas de forma similar pero de otros materiales, como cerámica, piedra o mármol.
Recipientes de cristal
Una opción que resulta ya un poco más elaborada (aunque también es simple) es la de usar recipientes de cristal: botellas, vasos o botes. Combinan muy bien y ofrecen estupendas posibilidades para dos de los elementos más frecuentes en la parte superior de los centros de mesa: velas y flores. De hecho, en los recipientes de cristal se suele colocar agua, que ayuda a conservar el brillo y vigor de las flores y permite que las velas se mantengan a flote, con un efecto muy atractivo.
Artesanal con materiales naturales
Las bases para centros de mesa más complejas son las que se elaboran de manera artesanal con materiales naturales, sobre todo partes secas provenientes de plantas o árboles, como ramas, hojas o frutos. La fabricación de un recipiente construido con estos materiales, u otros similares, que se asemeje a un nido de aves -por mencionar solo una posibilidad- exigen paciencia, habilidad manual y cierta experiencia en trabajos de esta clase. El esfuerzo, por supuesto, tiene su recompensa, ya que un centro de mesa con un diseño de este tipo se destaca y se valora de una forma especial.
La estructura superior del centro de mesa
Como ya se ha señalado, hay dos elementos que son muy frecuentes en los arreglos más visibles de los centros de mesa: velas y flores. Existen otras variantes, pero la mayoría de las veces es uno de estos dos grupos de elementos, o ambos, los que predominan.
Las velas encendidas flotando en agua dentro de un recipiente de cristal tienen resultados visuales muy atractivos
Cenar a la luz de las velas siempre tiene un encanto especial, aunque esa luz represente apenas un pequeño aporte decorativo. Existen unos modelos de velas cilíndricas cuya altura es menor a su diámetro, que se usan con frecuencia para colocar sobre bases de madera o para que floten sobre el agua en recipientes de cristal. También se pueden emplear velas más altas, cilíndricas o de corte cuadrado o rectangular. En estos casos, conviene que, si el centro de mesa incluye dos o más velas, estas sean de diferente altura, para que el contraste rompa la monotonía entre ellas.
Si se opta por flores, pueden ser naturales o artificiales. Las ventajas y desventajas son evidentes: las naturales ofrecen brillo, frescura y fragancia, a cambio de una breve vida útil, mientras que las artificiales lo contrario. La decisión dependerá del uso que se dará al centro de mesa. Una ocasión especial será merecedora de un adorno con flores naturales preparado para la ocasión. Si el empleo será más cotidiano, es probable que compense un adorno más duradero.
Otros elementos pueden formar parte de los centros de mesa, tanto en lugar principales como secundarios: hojas secas, piedras o pequeños adornos. También frutas o piezas de pan, reales o de plástico, pueden servir para estos mismos fines. En este punto es donde la creatividad entra a desempeñar un papel fundamental, para encontrar las mejores combinaciones.
Una posibilidad de dar cierto carácter “temático” al centro de mesa radica en elaborar un centro de mesa apropiado según el momento del año en el que se esté. Para ello, no son necesarias grandes producciones, sino que basta con la introducción de algún elemento característico o representativo.
¿Cuáles pueden ser esos elementos? Flores radiantes son un símbolo de la primavera, mientras que las hojas secas refieren de forma inequívoca al otoño. Un poco de arena puede aludir a la playa en verano. El invierno, por su parte, pueden decir presente con poliespán deshecho en pequeños trozos para simular la nieve o con motivos navideños relacionados con los Reyes Magos, etc.