«Si haces todos los deberes te compraré golosinas», «si te portas bien te daré dinero para que compres caramelos», «si recoges tu habitación comerás dos postres». Muchas son las frases que algunos padres y madres repiten a sus hijos para incentivarlos a seguir un buen comportamiento. Al mismo tiempo, sin embargo, les incitan a comer dulces, un hábito que resulta inadecuado si se convierte en algo frecuente.
El inicio de unos hábitos alimentarios inadecuados
Caramelos, bollería, dulces o chucherías recompensan a los más pequeños ante algunas acciones de su quehacer diario. Pero, ¿qué se consigue con ello?
Premiar con dulces determinados comportamientos genera malos hábitos en los niños y hace que cada vez se vuelvan más caprichosos. Así, sólo se debería premiar lo que en realidad se merece una gratificación ya que, si el niño o niña recibe una recompensa por una acción que es de su competencia, exigirá todavía más cuando se le pida un esfuerzo mayor.
Si los alimentos dulces se toman como comidas extra del día, es probable que en las comidas principales el niño pierda las ganas de comer y desarrolle, cada vez más, una inapetencia por alimentos más saludables, con lo que será más difícil que coma lo que tiene en el plato (lo que en realidad le alimenta). Cabe recordar que todos los hábitos alimentarios y las conductas que, poco a poco, se van adquiriendo a lo largo de la infancia resultan cada vez más difíciles de modificar. Por tanto, son aspectos que aclaran la necesidad de no convertir las recompensas en algo contraproducente.
¿Por qué dulces?
Carencia de vitaminas, caries, problemas de sobrepeso o descontrol en los niveles de glucosa en sangre del niño o niña son posibles problemas de premiar siempre con dulces
Los dulces suelen ser uno de los primeros recursos cuando se quiere premiar a un niño. ¿Por qué no se les ofrece su plato preferido de pasta o su cena favorita? Si todas las recompensas consisten en comer dulces, el niño los valora al final como algo muy positivo, cuando en realidad se trata de alimentos de bajo valor nutritivo y con un elevado aporte calórico.
Ante frases como «si comes el pescado te daré chocolatinas», el niño pensará que «el pescado tiene que ser muy malo» porque a cambio le dan «algo muy rico». De esta forma, se desvirtúa el concepto de alimentación saludable. Además, si este tipo de premios se asignan con mucha frecuencia, el consumo de alimentos dulces se convertirá en algo habitual, lo que traerá consigo un excedente de azúcares simples y una serie de consecuencias que pueden afectar en mayor o menor medida a la salud del hijo o hija. Un mayor riesgo de carencia de vitaminas, la aparición de caries, los problemas de sobrepeso o un descontrol de los niveles de glucosa en sangre son algunos de los problemas posibles más frecuentes.
Las golosinas aportan muchas calorías, poca proteína de baja calidad, muy pocos minerales y nada de vitaminas
Las golosinas aportan muchas calorías, pocas proteínas de baja calidad, muy pocos minerales y nada de vitaminas, por lo que carecen de muchos de los nutrientes que el niño necesita. Otros dulces como las chocolatinas tienen un valor nutritivo más completo, pero su aporte calórico y su contenido en azúcares siguen siendo muy elevados.
Por ejemplo, un menú que incluye un plato de verduras con patata, una ración de carne, pan y un yogur aporta aproximadamente unas 850 calorías. En cambio, si a esta comida se le añade una chocolatina de 40 g y 220 calorías, el aporte final es de casi de 1100. Esta cantidad, ingerida en una sola comida, representa la mitad de lo que necesita una niña de 11 años a lo largo del día, por lo que la otra mitad se ha de distribuir en el resto de comidas. Por este motivo, si a diario se añaden dulces después de las comidas, se va a descompensar su patrón alimentario.
La mejor solución a los problemas que pueden acarrear las “recompensas dulces” está en evitar que esta forma de actuar se convierta en algo frecuente. Sólo de forma ocasional (fiestas de cumpleaños o celebraciones especiales) se debe premiar con dulces. De esta manera, el niño aprenderá que se pueden incluir dentro de una dieta equilibrada sin que se conviertan en rutina. En estas situaciones, además, es adecuado ofrecer preparados elaborados en casa, cuya composición nutritiva es mucho más saludable que la de aquellos que se compran en las tiendas.
También se pueden incluir otro tipo de recompensas que no tengan relación alguna con la comida, como por ejemplo premiarles con tiempo y dedicación, ya que les encanta la atención de sus padres. Jugar juntos, ir al cine, pasear por el parque, salir de excursión, practicar su deporte favorito o hacer manualidades son algunas de las posibilidades.
Cuando la labor que el niño ha realizado está dentro de sus funciones habituales, una muestra de cariño como una sonrisa o un abrazo puede ser la mejor de las recompensas, especialmente si el esfuerzo ha sido importante.