Cuando uno está triste tiene tendencia a descuidar lo que come. Algo tan conocido, sin embargo, apenas ha sido tomado en consideración por los expertos salvo en guías orientativas, algunas de ellas asociadas a estudios de conducta. Ahora, un estudio de la Universidad de Cornell (Nueva York) insiste en la correlación negativa entre estado de ánimo y alimentos. La investigación reitera que el estado de ánimo y el consumo de alimentos poco saludables son parientes cercanos.
De acuerdo con los resultados de la investigación, cuando nos invaden momentos puntuales de tristeza, estamos deprimidos o con un estado de ánimo bajo, buscamos refugio en algún elemento, factor o situación que ayude a revertir el malestar. En ocasiones, el refugio es la nevera, cuando no la despensa. Y ahí es donde, con demasiada frecuencia, comemos lo que más nos apetece, que no siempre es lo más saludable.
El estudio ha sido dirigido por Nitika Garg (profesor de Marketing en la Universidad de Mississippi), J. Jeffrey Inman (profesor de Marketing y de administración de empresas de la Universidad de Pittsburg) y John S. Dyson (profesor de Marketing y Economía Aplicada de la universidad de Cornell). Los resultados se han publicado en la revista Journal of Marketing
Las palomitas y el estado de ánimo
La investigación tuvo un diseño peculiar. En una primera fase, se planteó a 38 auxiliares administrativos el visionado de una película divertida, Sweet Home Alabama, y de otra dramática, Love Story. Para rematar la sesión se dio a los espectadores, como aperitivo, palomitas con sal y mantequilla y uvas pasas. Parece ser que los resultados hablan: con Love Story, el consumo de palomitas fue un 36% superior. Por su parte, los espectadores de la película divertida comieron las palomitas mucho más despacio.
Uno de los directores, Wansink, entiende que las personas que se sienten deprimidas o tristes pretenden buscar un consuelo, un estado breve de euforia o placer a través de alimentos apetitosos pero no necesariamente saludables.
En una segunda fase del estudio se intentó corroborar los resultados. Esta vez se usaron golosinas de chocolate mientras los voluntarios leían diversas notas, unas sobre niños y niñas muriendo y otras sobre cuatro viejos amigos que compartían una esplendorosa y agradable tarde. «Cuando alguien está triste necesita buscar una recompensa, y lo más fácil es picar comida sabrosa pero para nada saludable», asevera Garg. En el estudio, los primeros comieron cuatro veces más chocolate que los segundos.
Información nutricional
Las personas que no manifiestan un bajo estado de ánimo no se ven tan afectadas al leer aspectos negativos sobre ciertos alimentos
En la última fase del estudio se intentó relacionar el estado de ánimo y la comida con la lectura de información nutricional. Se puso a prueba a otros voluntarios. De nuevo les ofrecieron palomitas, esta vez para recompensarles después de llevar a cabo diferentes tareas, entre las cuales estaba la descripción de aspectos que les hacen sentir felices (o tristes) o la escritura de breves historias sobre tristeza o alegría. A una parte de los voluntarios se les añadía información nutricional sobre las palomitas y a otros no.
En los resultados, los únicos que oscilaron entre el comer mucho y el no comer absolutamente nada fueron las personas que habían manifestado un bajo estado de ánimo durante la actividad. Por el contrario, los voluntarios con un estado de ánimo positivo no variaron la forma de comer. En este caso, el hecho de recibir o no información nutricional sobre las palomitas no afectó el resultado.
Wansik sostiene que un bajo estado de ánimo influye en la alimentación tanto por exceso como por falta y que, en términos generales, a las personas que no lo manifiestan no les afecta tanto leer aspectos negativos sobre ciertos alimentos.
Una alimentación desequilibrada puede producir carencias específicas de vitaminas o minerales que se manifiestan mediante síntomas o sensaciones como apatía, desgana, irritabilidad, nerviosismo, cansancio, falta de atención, fallos de memoria, de concentración e incluso depresión.
Si bien el estudio de la Universidad de Cornell reafirma que el estado de ánimo puede afectar a la alimentación, también es cierta la lectura inversa, que la alimentación puede influir en el estado de ánimo. ¿Quién llega primero? Tanto si la tristeza es causa como consecuencia, cuando se adquieren malos hábitos de alimentación se puede crear una situación de dependencia de difícil salida.
Estar desanimado, no comer bien, sentirse físicamente mal, desanimarse aún más. Es un bucle en el que, a pesar de todo, de lo que se trata es de aprender a comer de forma saludable. Los expertos recomiendan no dejarse llevar por la sensación de decaimiento y tristeza. Llevar una vida activa y encontrar nuevos puntos de motivación personal podrían ser una salida para enfrentar situaciones negativas.