Un estudio realizado por la Sociedad Española de Nefrología revela que uno de cada ocho españoles sufre enfermedad renal de forma silente. Y para cuando los afectados acuden a la consulta, según el mismo informe, el daño renal ya es prácticamente irreversible. Este hecho provoca tasas de morbimortalidad tan importantes que, según los expertos, se hace necesario establecer nuevas estrategias de prevención desde áreas de atención primaria.
En el marco del III Seminario Gallego de Estudios Renales, celebrado recientemente en Orense, se han presentado los datos del estudio ‘Epidemiología de la Insuficiencia Renal Crónica en España’, EPIRCE, llevado a cabo por la Sociedad Española de Nefrología. Del estudio se desprenden cifras preocupantes: el 12% de la población española presenta enfermedad renal oculta y el 40% de ellos probablemente fallecerá por esta causa antes de entrar en un programa de diálisis.
Infradiagnósticados
En estos momentos, el diagnóstico de insuficiencia renal (IR) se realiza con la medición de los niveles de creatinina en sangre. La creatinina es un producto de desecho del metabolismo muscular que habitualmente se produce de forma constante, que se filtra a través de los riñones y se excreta por la orina. Para medir la creatinina basta con un sencillo análisis de sangre. El problema estriba en que es una prueba poco específica ya que sus valores no se elevan hasta que no hay daño substancial en las nefronas, unidad estructural y funcional básica del riñón responsable del filtrado de la sangre.
En el momento en que los valores de creatinina empiezan a ser altos, tanto la masa muscular como la función renal han disminuido a la mitad, con el consecuente daño arterial que desemboca, a su vez, en un daño progresivo. Esta situación provoca un infradiagnóstico, informa en un comunicado Alfonso Otero, jefe del Servicio de Nefrología del Hospital CHOU de Orense. Por este motivo, ante la posibilidad de fallo renal temprano y para una mejor valoración se debe realizar otra determinación llamada aclaración de creatinina, también en sangre.
Cuando la función renal alcanza el 50% de su actividad, las tasas de supervivencia diez años después no llegan al 10%
La cosa se complica porque los pacientes con IR crónica tienen más probabilidades de sufrir un evento cardiovascular con altos índices de morbimortalidad. Por todo ello, cuando la función renal está en un 50% de su actividad, las tasas de supervivencia diez años después no alcanzan el 10%, apuntan los expertos reunidos en Orense.
Detección precoz imprescindible
En el mismo encuentro, Otero instó a mejorar la detección precoz de las personas con esta enfermedad renal silente antes de que sea demasiado tarde, cuando la enfermedad está instaurada y no hay vuelta atrás y ya sólo es viable ralentizar su evolución. Además, los expertos reclaman en que hay que potenciar, en personas susceptibles y desde sectores de atención primaria, hábitos de vida saludable, máxime aquellos con peso específico sobre la diabetes, la hipertensión arterial, la hiperlipemia (valores elevados de colesterol y triglicéridos), el hábito tabáquico, el abuso de analgésicos y la obesidad. Todos estos factores modificables juegan un papel importante para restituir la funcionalidad del riñón en las fases más iniciales de la enfermedad renal.
Asimismo, los expertos insisten en que, aunque la edad de los pacientes no es un factor determinante, lo cierto es que a partir de los 60 años la función del riñón se deteriora lenta y progresivamente, a lo que hay que añadir otros factores vasculares inherentes a la edad. Además, en ello incide que algunos de los fármacos usualmente administrados en esta franja de edad son potencialmente nefrotóxicos, principalmente antibióticos como los aminoglucósidos, cefalosporinas, penicilinas y anfotericina.
Los datos apuntan que el 6% de la población adulta de todo el mundo presenta daño renal crónico y que afecta más al género masculino. Determinadas enfermedades hereditarias, antecedentes familiares de enfermedad renal y pertenecer a una población afroamericana se consideran factores de riesgo no modificables.
Ser afroamericano y portador del VIH comporta un mayor riesgo de desarrollar insuficiencia renal (IR). Esta es la conclusión a la que llegan los autores de un estudio publicado recientemente en ‘Journal of the American Society of Nephrology’. De hecho, los autores señalan que el riesgo es tan elevado como el que provoca la diabetes, causa conocida de IR. El equipo de investigadores liderado por Andy I. Choi, del Hospital General de San Francisco de la Universidad de California (EE.UU.) analizó los datos de más de dos millones de pacientes para comparar las tasas de IR en pacientes infectados y con diabetes.
Cerca de 15.000 de los participantes eran VIH positivos (0,8%) y el 54% eran afroamericanos. Con el objetivo de evaluar si ser portador del VIH puede determinarse como factor de riesgo de sufrir IR, a todos ellos se les realizaron pruebas renales a lo largo de un año. De los datos se desprende que existe un inesperado e inquietante nivel de insuficiencia renal en la población de origen afroamericano con VIH.
Un bajo recuento de glóbulos blancos, diabetes, hipertensión arterial o infección secundaria a virus de la hepatitis C son otros factores de riesgo de sufrir IR crónica a los que hay que añadir el hecho de pertenecer a la población de origen afroamericano con altos niveles de VIH en sangre. «Esperamos que estos resultados ayuden a considerar la enfermedad renal como una prioridad en la investigación sobre la comunidad de personas con VIH», declaró Choi en un comunicado.