Modificar los ritmos habituales de dormir o comer y, en definitiva, alterar el reloj interno que todos tenemos, podría generar aumento de peso y hasta obesidad, según un estudio de la Northwestern University (Illinois, EE.UU.). La investigación identifica cambios moleculares y de conducta cuando el reloj biológico está alterado. Los investigadores no conocen al detalle cómo el reloj interno controla la acción de comer y el metabolismo, pero los resultados muestran que hechos como ganar peso y las alteraciones metabólicas, incluida la diabetes, aparecen cuando éste no funciona.
Imagen: Renato BenicioTodos contamos con el denominado reloj biológico o circadiano, encargado de regular los fenómenos biológicos del organismo que se suceden en espacios regulares de tiempo. La función más conocida es el control de los ciclos de sueño-vigilia, además de varias funciones metabólicas (hormonas como la testosterona o las enzimas hepáticas). La maquinaria principal del reloj se localiza en una estructura del hipotálamo llamada núcleo supraquiasmático. Se sabe también que los genes que componen sus neuronas siguen un ciclo de 24 horas, aunque todavía no se conoce cómo están organizadas. Cualquier alteración de los ritmos biológicos tiene efectos sobre el organismo (desórdenes psiquiátricos, neurológicos y hasta cardiovasculares, entre otros).
Alteraciones peligrosas
El reloj circadiano también regula los ciclos del apetito. Investigadores de la Northwestern University (Illinois, EE.UU.) han publicado recientemente, en la revista ‘Cell Metabolism’, un estudio sobre la alteración de las rutinas alimentarias y sus consecuencias para la salud. Según la investigación, una dieta con alto contenido en grasa altera el funcionamiento normal del reloj biológico y podría llevar al desarrollo de obesidad y diabetes. De ser así, el estudio confirmaría la interrelación existente entre todos los ritmos que se dan en el organismo y, sobre todo, la correspondencia entre el grado de alteración del reloj con las funciones metabólicas del organismo. Si se altera el reloj, se modifica una función metabólica, y así se rompe la orquesta que mantiene la sinfonía del ritmo global del organismo.
La investigación, dirigida por Joe Bass, endocrinólogo de la Northwestern University, se ha realizado con ratones de laboratorio criados en la oscuridad para que solamente reflejen sus ritmos internos. A dichos animales se les ha alimentado con comida de alto contenido graso, dando como resultado cambios importantes en su dieta y en sus patrones de sueño. Los animales dormían en horarios intempestivos y comían cuando deberían estar descansando.
Los ciclos del reloj y el metabolismo se retroalimentan, creando un círculo vicioso
Por tanto, la alteración que produce en el reloj biológico una ingesta hipercalórica se relaciona con la alteración del sueño, lo que incita a su vez una sobrealimentación mayor aún, creando un círculo vicioso de difícil salida. El estudio sugiere que el ritmo circadiano y el metabolismo están íntimamente relacionados, por lo que perturbar el equilibrio del reloj biológico podría tener un efecto negativo en cadena. «Los ciclos del reloj y el metabolismo se retroalimentan creando un círculo vicioso», asegura Joe Bass.
Relación directa con el metabolismo
En resumen, el mecanismo central del reloj biológico se altera y modifica las señales internas que controlan el apetito. Los ratones acaban por comer más y, por tanto, tienen más probabilidades de sufrir problemas derivados del sobrepeso (obesidad, diabetes o problemas cardiovasculares). Traducido a seres humanos, significa que las personas podrían tener dificultades para dormir o directamente sufrirían insomnio, aumentando las probabilidades de acudir a la nevera y darse un ‘atracón’.
Según Joe Bass, «el tic-tac del reloj se desacelera», con la consecuente alteración el mismo. El científico añade que «el efecto puede ser bastante rápido, en cuestión de días». Afirma, sin embargo, y tras aludir a varios estudios que muestran la mayor complejidad de las reacciones humanas ante cambios en la alimentación, que el «efecto no sería automático en los humanos».
A Joe Bass no le extraña la relación existente entre el ritmo circadiano y el metabolismo, sobre todo porque la expresión de algunos de los genes implicados en el metabolismo lipídico sufren transformaciones en ciclos de aproximadamente 24 horas.
Joseph Takahashi, del Instituto Médico Howard Hughes (EE.UU.) y uno de los pioneros en la investigación de los relojes biológicos, descubrió en 1997 el primer gen en ratones relacionado con los ritmos circadianos, el gen ‘clock’. El hallazgo permitió comenzar a estudiar, a partir de estudios con mutaciones de dicho gen, las consecuencias en las alteraciones de los relojes circadianos a través de la alimentación.
Un estudio de 2005 inspiró a todos los que se están llevando a cabo en la actualidad y que intentan relacionar ritmo circadiano, metabolismo y obesidad. Dirigida por Fred Turek y Joseph Takahashi, de la Northwestern University, la investigación confirmaba que la mutación del gen ‘clock’ estimulaba alteraciones en el reloj circadiano de los ratones y, en consecuencia, en su patrón de actividades. Los ratones con mutación, que al final engordaron considerablemente, dejaban de tener vida nocturna (los ratones comen habitualmente por la noche) y mostraban una intensa actividad durante el día, que se traducía en comer muchos más alimentos. Cambiaba no sólo su patrón de alimentación, sino la capacidad del organismo para controlar el metabolismo.