El conocimiento sobre el proceso de cicatrización permite la investigación de nuevos materiales para la cura de heridas de evolución tórpida. En España, entre 57.000 y 100.000 personas padecen una o más úlceras por presión (UPP) y la mitad se atiende desde el ámbito de atención primaria. Por ello, la creación de múltiples productos desarrollados a partir de cultivos de células con un papel clave en el transcurso normal de cicatrización, como los fibroblastos y queranocitos, puede reducir el tiempo de tratamiento y el número de curas.
La cicatrización es un complicado proceso que involucra células y factores de cicatrización, carbohidratos y proteínas, entre otros. También las citoquinas juegan un papel importante: regulan la función de las células que las producen o de otros tipos celulares, son responsables de la comunicación intercelular e inducen la activación de receptores específicos de membrana, funciones de proliferación y diferenciación celular.
En las heridas crónicas, el proceso de cicatrización, que implica largos periodos de tiempo -semanas o años-, pretende reconstruir el tejido dañado mediante estructuras de características similares a las de origen. No obstante, los llamados productos ‘bioactivos’ aportan nuevos componentes para la curación de las heridas crónicas.
Importancia de la MEC
Evidencias científicas corroboran que los productos bioactivos corrigen las deficiencias de la matriz extracelular (MEC) en los márgenes de la herida. La MEC es el conjunto de materiales extracelulares que forman parte de un tejido; es el medio de integración en el que están inmersas las células, es decir, la sustancia del medio intercelular. Los principales componentes de esta matriz son proteínas que le confieren las características de elasticidad, turgencia y resistencia, como el colágeno, la elastina y la fibronectina.
El nuevo tejido formado aún precisa de cierto periodo de tiempo hasta que adquiera las características funcionales del tejido contiguo
La presencia de MEC facilita la migración de las células implicadas en la creación del nuevo tejido desde los bordes de la herida y reepitelizar su superficie para la construcción de una cicatriz eventual. Es importante tener en cuenta que una herida crónica recién epitelizada no ha terminado aún el proceso de cicatrización. El nuevo tejido formado, con gran actividad metabólica, precisa de cierto periodo de tiempo, que puede durar más allá de un año, hasta que adquiera las características funcionales, que no idénticas, del tejido adyacente.
Entre ácidos y proteasas
Una de las novedades de los últimos años es la creación de una molécula biodegradable, un polisacárido componente de la MEC muy importante en el tejido de granulación, tejido altamente vascularizado localizado en el lecho de las heridas. El tejido de granulación es esencial para el cierre de la herida puesto que llena los defectos y prepara el terreno para la epitelización, en la activación del tejido conectivo, y en la inducción de la migración celular en las fases de proliferación y epitelización. La única contraindicación es la presencia de infección en la herida.
Ya disponibles en el mercado, también, están los apósitos moduladores de las proteasas. Partiendo de estudios que revelan que el exudado de las heridas crónicas se caracterizan por sus elevados niveles de proteasas, capaces de degradar proteínas importantes en el proceso cicatrización, y enlentecerlo, este producto es capaz de fijar los factores de crecimiento para protegerlos y liberarlos de forma bioactiva, estimulando, a su vez, la migración de células con un papel destacado, como son los fibroblastos.
Los queratinocitos humanos cultivados, otra de las líneas de investigación, sólo han revelado eficacia en heridas con pérdida parcial de tejido, ya que necesitan de la presencia de dermis para una óptima fijación. Los sistemas de autoinjerto, extraídos mediante biopsia cutánea del mismo paciente, cultivados en malla de ácido hialurónico, pueden proporcionar queratinocitos para la cobertura de zonas con pérdida de piel. Sin embargo, requiere que el lecho de la herida a tratar esté libre de tejido desvitalizado así como una buena vascularización y con poca carga bacteriana.
La cura de las heridas crónicas es una ardua tarea que, según los expertos, precisa de un abordaje multidisciplinar. La existencia de unidades específicas para tratar estas heridas ha supuesto un avance importante desde todas las dimensiones que acompañan a los pacientes. La visión que desde todas las disciplinas sociales y sanitarias (médicos, enfermeras, podólogos, trabajadoras sociales, entre otras) se tiene de un problema de salud hace que el tratamiento y la resolución de estas heridas crónicas sea más eficiente.
Así lo explica Pablo López Casanova, enfermero y coordinador de la Unidad Integral de Heridas Crónicas (UIHC), del Departamento de Salud 20, en Elche. «En España, las UIHC se han desarrollado desde hace escasamente 4 ó 5 años y los resultados sobre la salud de los pacientes ya se dejan sentir positivamente», asegura el experto. Sin embargo, López, miembro del comité director del Grupo Nacional para el Estudio y Asesoramiento en Úlceras por Presión y Heridas Crónicas, GNEAUPP, insiste que en «las UIHC no sólo se trabaja para resolver o intentar resolver las heridas crónicas, sino que una labor fundamental va encaminada hacia la prevención de las mismas». Los datos señalan que el 95% de UPP son evitables utilizando los recursos adecuados.
Las UIHC cuentan con planes de formación específicos para profesionales y pacientes y, además, con últimas tecnologías en cuidado avanzado de heridas existentes en el mercado sanitario mundial. «Los profesionales que las forman son una parte primordial de esta organización y desde la aparición y desarrollo del certificado de experto en heridas, a instancias del GNEAUPP, cuentan con una formación y respaldo profesional acorde con su labor asistencial», explica López, quien señala que en la página de esta sociedad existe una relación de los profesionales certificados.