Imagen: Georgios M. W.Los jóvenes son más vulnerables para desarrollar una adicción, puesto que la progresión del abuso a la dependencia es más acelerada respecto a los adultos. Dicho esto, los datos hablan por sí solos: uno de cada cuatro adolescentes afirmó haberse emborrachado en el último mes. Entre un 50% y un 75% de adolescentes de 14 a 18 años consumió alcohol en los últimos 30 días, según el estudio sociológico dirigido por Eusebio Megías, ‘Adolescentes ante el alcohol’. ¿Cómo afecta este consumo abusivo al organismo de los jóvenes?
Los efectos de la bebida
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cualquier consumo de alcohol durante las edades correspondientes a la adolescencia se considera abusivo. El alcohol es una sustancia que no aporta ningún nutriente, sólo calorías vacías (7,1 kilocalorías por gramo), y tiene efectos nocivos sobre el apetito, el aparato digestivo, el hígado y el sistema nervioso. La ingestión incluso moderada (equivalente a dos vasos de vino o botellines de cerveza diarios) tiene una repercusión importante sobre el equilibrio nutricional y, en consecuencia, sobre el crecimiento y el desarrollo.
Este efecto perjudicial se da sobre todo a través de dos mecanismos: reducción en la ingesta de alimentos y modificaciones en la biodisponibilidad de vitaminas y minerales como el ácido fólico, la vitamina B12, la tiamina o B1, la riboflavina o B2, la niacina o B3, la piridoxina o B6, el cinc, el magnesio, el calcio y las vitaminas, A, D, K y C o ácido ascórbico. El consumo de alcohol perjudica la absorción o estimula la destrucción de dichos nutrientes.
Las vitaminas del grupo B, especialmente la tiamina y el ácido fólico, están directamente implicadas en los mecanismos de transmisión nerviosa. La deficiencia de tiamina reduce la velocidad de conducción de la transmisión de la información en determinados nervios. Si el adolescente consume habitualmente bebidas alcohólicas (tanto consumo diario como de fin de semana) o, en el peor de los casos, acaba desarrollando una adicción, la deficiencia nutricional vitamínica (propiciada por los efectos en el cerebro del consumo temprano de bebidas alcohólicas) se suma a los efectos tóxicos del etanol. Esta situación puede provocar neuropatía, daño nervioso irreparable.
El consumo de alcohol también está asociado a un déficit cognitivo que empeora a lo largo del tiempo, sobre todo si dicho consumo prosigue hasta la adolescencia tardía. Es algo que se ha constatado en pruebas de memoria verbal y no verbal, en las cuales las personas bebedoras obtienen unos resultados significativamente peores que las abstemias.
Cualquier consumo de alcohol durante la juventud se considera abusivo
Las deficiencias nutricionales secundarias derivadas del consumo crónico de alcohol (sobre todo la deficiencia de vitamina E) conduce, junto con la influencia directa del etanol sobre las células del sistema de defensas, a alteraciones de la respuesta inmune, haciendo a la persona más susceptible a infecciones. Además, beber habitualmente alcohol altera la concentración de proteínas en la sangre producidas por el hígado (albúmina, transferrina, lipoproteínas) y que están implicadas en multitud de funciones importantes como el transporte del hierro o del colesterol en la sangre. Asimismo, aumentan los requerimientos de proteína diaria provenientes de la dieta.
Factores implicados en los efectos
Los factores que influyen sobre los efectos que tiene el alcohol en cada individuo son diversos, como la graduación de la bebida (cuanto mayor sea, más rápido se absorbe), la cantidad que se ingiere, el momento del día (es más perjudicial con el estómago vacío) o la mezcla con bebidas gaseosas o estimulantes con tiramina, histamina o cafeína, que pueden provocar serios problemas de salud como hipertensión arterial. Otros factores que también afectan son el estado de salud y las condiciones físicas y psicológicas, así como el estado de ánimo. Las chicas presentan una peor tolerancia debido a que tienen una menor proporción de agua corporal que los chicos y una mayor cantidad de tejido graso donde se fijan las sustancias nocivas.
Imagen: Piotr CiuchtaEl estudio sociológico de Eusebio Megías constata que España es un país donde desde siempre se ha bebido mucho alcohol. Los menores se han criado en un contexto sociocultural en el que la presencia del alcohol forma parte del «estado natural de las cosas». En la actualidad, el acceso a las bebidas alcohólicas ha dejado de residir sólo en el ámbito familiar, como venía sucediendo en nuestro país hasta hace pocas décadas, y se ha situado en espacios ajenos a la familia.
Para el adolescente de hoy beber significa tomar sus bebidas singulares en un entorno fuera del control de los adultos. Lo asocian a diversión, desinhibición, alegría, amistad y éxito. Aunque no sea la forma más significativa de consumir, el ‘botellón’ es la que más ha trascendido y la que puede encarnar el papel de las bebidas como articulador de ocio. Además, el alcohol es muy fácil de conseguir, ya que existen escasas restricciones de compra para los menores. Pese a los teóricos impedimentos legales, y según el Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD), el 93,8% de los escolares españoles cree que obtener alcohol es fácil o muy fácil. La cerveza, y especialmente los licores y otras bebidas de alta graduación como el ‘whisky’, el coñac, el ron o la ginebra combinados o solos, constituyen las bebidas más populares.