El último número del año de la revista ‘British Medical Journal’ incluye un curioso artículo en el que se revisan una serie de mitos populares, entre los que destaca que leer con escasa luz daña la visión o como la idea de que sólo utilizamos una pequeña parte de nuestro cerebro. Los resultados revelan que todas estas creencias no tienen fundamento alguno.
Partiendo de una lista más extensa, los autores del estudio, dos pediatras de la Indiana University School of Medicine, han seleccionado siete mitos sobre la salud con el objetivo de analizarlos mediante las evidencias disponibles para validarlos o refutarlos. En el artículo recogen creencias diversas que van desde la cantidad de agua que es preciso ingerir, hasta efectos considerados perjudiciales de determinado tipo de alimento o de dispositivos eléctricos, como el ordenador o el móvil.
Agua en la justa medida
Una de las aseveraciones se refiere a la necesidad de beber ocho vasos de agua al día. Al parecer la recomendación se remonta al año 1945 en el que se remarcaba que un adulto necesita consumir un mililitro de agua por cada caloría de alimentos, lo que equivale aproximadamente a unos 2,5 litros de agua diarios. Por otra parte, el nutricionista Frederick Stare, recomendaba sin base alguna, consumir de seis a ocho vasos de agua diarios.
En condiciones normales, las necesidades diarias de ingesta de líquidos se cumplen sin problemas con una dieta equilibrada y con la ingesta habitual de agua y de otros líquidos como leche, zumos o infusiones. La cantidad de agua que se ingiere debe adecuarse a las condiciones de temperatura y actividad física, ya que en ambientes calurosos o en caso de abundante sudoración, las pérdidas hídricas por el sudor son mayores por lo que se necesitará un mayor aporte de líquidos.
Beber agua en exceso no reporta beneficios salvo en casos concretos y, además, en pacientes con insuficiencia cardiaca o insuficiencia renal puede resultar perjudicial por la dificultad que les supone eliminar los líquidos que se ingieren en exceso.
El cerebro, ¿infrautilizado?
Los estudios muestran que se utiliza mucho más del 10% de la capacidad intelectual y no ponen de manifiesto zonas cerebrales inactivas
Una creencia muy extendida es la de que utilizamos sólo una pequeña parte de nuestra capacidad cerebral. La idea de que únicamente utilizamos en 10% de nuestro cerebro se ha mantenido durante muchos años, a pesar de todos los avances neurocientíficos. Al parecer esta aseveración se atribuye a Albert Einstein, aunque no hay claras referencias que confronten el hecho. Los expertos creen que, probablemente, surgió a principios del siglo pasado al intentar promover el desarrollo de las capacidades personales, dando por sentado que cada individuo tenía múltiples habilidades latentes.
Los investigadores señalan que esta falsa creencia está desmentida por estudios realizados en pacientes con daño cerebral en los que se ha constatado que la lesión de un área cerebral tiene efectos específicos sobre las capacidades motoras, mentales y conducta. Los estudios sobre el metabolismo cerebral o mediante imágenes muestran que se utiliza mucho más del 10% de la capacidad intelectual y no ponen de manifiesto zonas inactivas.
Móvil sin riesgo
Uno de los últimos mitos incorporados como válidos es que el uso de teléfonos móviles puede causar interferencias con algunos dispositivos médicos, lo que ha llevado a la mayoría de los hospitales a prohibir su uso. Existe cierta evidencia de que pueden provocar, en determinadas condiciones, alteraciones en el mecanismo de alarma de algunos monitores, disfunciones en bombas de infusión o lecturas defectuosas de monitores cardiacos, entre otros. Sin embargo, un estudio efectuado en el Reino Unido demostró que los móviles interfieren en menos del 4% de los dispositivos hospitalarios y siempre que se utilicen a una distancia menor de un metro; únicamente se reportaron efectos de cierta gravedad en menos del 0,1% de los casos.
Por otra parte, en un estudio similar efectuado en la Clínica Mayo en el 2005, la incidencia de interferencias relevantes fue del 1,2%. La investigación indica que los aparatos de música portátiles para escuchar CD también pueden causar lecturas anómalas en registros de electrocardiografía si se emplean cerca de estos aparatos.
El uso extensivo que se hace de la telefonía móvil ha llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a considerar los potenciales riesgos que pueda comportar para la salud. Los estudios epidemiológicos efectuados no demuestran de forma fehaciente que la exposición a los campos de radiofrecuencia emitidos por los móviles incremente el riesgo de padecer cáncer o cualquier otra enfermedad. No obstante, se han descrito efectos como alteraciones de la actividad cerebral, de los tiempos de reacción y de las características del sueño que aparentemente carecen de importancia.
Más sin fundamento
Otra de estas afirmaciones sin fundamento que se impugnan en el artículo es la que se refiere al crecimiento del pelo y las uñas después de la muerte. Los autores consideran que se trata tan sólo de una ilusión óptica causada por la retracción de la piel a consecuencia de la deshidratación que se produce después del fallecimiento. Explican además que el crecimiento del pelo y las uñas requiere una compleja interacción de la regulación hormonal que no existe después de la muerte.
También intentan explicar por qué se cree que después de un afeitado el pelo crece más fuerte, rápido y con mayor vigor, y consideran que también se trata de una ilusión óptica: después del afeitado, el pelo que crece no posee el estrechamiento del final del pelo no cortado, lo que da la impresión de grosor y fortaleza.
Clásicamente se ha asegurado que comer pavo produce somnolencia. Este hecho esta basado en el supuestamente alto contenido de triptófano en la carne de esta ave. Este aminoácido está relacionado con el sueño y con el humor, y puede provocar somnolencia. No hay evidencia de que, actualmente, la carne de pavo contenga mayores niveles de triptófano que la de pollo. Es probable que este mito, explican los autores, sea debido a que a menudo el consumo de pavo se produce en el contexto de celebraciones en las que, además, se ingieren en abundancia otros alimentos junto con bebidas alcohólicas.
Por último, los investigadores analizan la afirmación de que leer con luz débil daña los ojos. Consideran que esta creencia probablemente tiene relación con el hecho de que cuando leemos con malas condiciones de luz puede dar la sensación de que cuesta enfocar. Si leemos con poca luz, los ojos se fatigan más e, incluso, pueden aparecer molestias como dolor de cabeza o visión borrosa. También se reduce el parpadeo por lo que puede aparecer sequedad ocular con las consiguientes molestias.
Estos efectos no son persistentes y no hay evidencia de que se produzcan problemas a largo plazo ni en la visión ni en la estructura ocular. Leer con poca luz determina un esfuerzo visual significativo, ya que en condiciones de poca luz, la pupila se encuentra más dilatada. Asimismo, tampoco parece haber evidencia que trabajar con ordenador o ver televisión demasiado cerca resulte perjudicial.