Las alergias alimentarias más comunes a la leche y a los huevos son más persistentes de lo que se creía hasta ahora, según una reciente investigación realizada por el Johns Hopkins Children’s Center (EE.UU.). Los resultados muestran que el problema de las alergias alimentarias ha aumentado de forma apreciable en los últimos 20 años, no solamente en el número de casos, sino también en la severidad y persistencia.
Las reacciones adversas derivadas del consumo de huevo o de leche son habituales en la infancia. Se estima que el 8% de los niños menores de tres años de la Unión Europea padecen algún tipo de alergia, según datos de la Federación Europea de Enfermos de Alergia y Enfermedades Respiratorias (EFA). En España, este porcentaje se reduce al 5%. Investigadores del Johns Hopkins Children’s Center llevan 13 años metidos en un laboratorio estudiando el por qué de las alergias alimentarias más comunes en 800 pacientes con alergia a la leche y cerca de 900 alérgicos al huevo. Finalmente, han publicado los datos recogidos durante todos estos años en la revista ‘Journal of Allergy and Clinical Immunology’.
Más alergias y más duraderas
Los resultados de este largo análisis constatan que estas alergias alimentarias, quizás las más comunes, se alargan durante toda la escuela e incluso unos años más. «El pronóstico para un niño con alergias de este tipo es peor que el de hace 20 años», asegura el director del estudio Robert Word, del mismo centro. «No sólo más niños tienen alergias, sino que o bien no la superan o bien tardan mucho más en hacerlo», añade.
Hasta ahora se admitía que el 75% de los niños con alergia a la leche dejaban de padecerla a los 3 años. Por el contrario, este estudio muestra ahora que el ritmo y porcentaje de remisión de la enfermedad es mucho menor. Sólo una quinta parte deja de ser alérgico a los 4 años, y un 42% a los 8. A los 16, generalmente un 79% de los niños inicialmente alérgicos ha dejado de serlo. Algo similar pasa con la alergia a los huevos. Un 4% deja de serlo a los 4 años, un 37% a los 10 y un 68% a los 6.
Según Word, los resultados explican lo que durante años habían sospechado los pediatras, los cuales detectan en la actualidad un mayor número de alergias más impredecibles y duraderas que las diagnosticadas en el pasado. «El por qué no lo podemos explicar aún», constata el científico.
Cuantos más anticuerpos IgE, producidos en respuesta a la presencia de alérgenos, más persistente es la alergia
Para justificar los resultados, los investigadores han manifestado una relación entre los niveles en sangre de los anticuerpos IgE, producidos en respuesta a la presencia de alérgenos, y el comportamiento de la alergia producida. Cuantos más anticuerpos, más persistente la alergia y menos susceptible de superarla a corto plazo.
La solución en el futuro
Parece que los resultados del estudio no son muy alentadores. Para Robert Word, la primera solución pasa por que los pediatras usen los resultados de pruebas de anticuerpos para aconsejar a los padres. Pero varias investigaciones han ido más allá. En 2006, científicos holandeses de la Universidad de Amsterdam constataron su confianza en la biotecnología. Según ellos, con los últimos adelantos en este ámbito se han podido identificar las moléculas específicas de los alimentos que inducen alergias. Mediante técnicas de ingeniería genética se podrían cambiar estas moléculas, de modo que ya no causarían reacción alérgica.
Los mismos científicos se muestran igualmente optimistas con posibles y futuras vacunaciones (los tratamientos actuales consisten únicamente en la prevención, eliminando de la dieta el alimento responsable). Según los investigadores, es posible que una alta exposición durante el primer año de vida se correlacione con protección, en lugar de ser un factor de riesgo. Si esta afirmación fuera cierta, se abriría la posibilidad de desarrollar estrategias de vacunación preventiva en algunos alérgenos alimentarios.
Unos hablan de vacunas y otros hablan de exponer directamente a los niños al alimento que les produce alergia. Investigadores de la Duke University Medical Center afirman que alimentar a los más pequeños con mínimas cantidades de un alergeno alimentario podría conllevar la tolerancia y, finalmente, la pérdida de la alergia.
Los científicos han basado su investigación en niños con alergia al huevo, los cuales recibieron dosis pequeñas de huevo en polvo, por vía oral, mezcladas en alimentos. Se inició el estudio con una concentración muy pequeña de huevo en polvo (menos de una milésima parte). Los investigadores aumentaron la dosis cada 30 minutos durante 8 horas con el fin de determinar la dosis más alta que cada niño podía tolerar. La «dosis de mantenimiento», que llegó a la décima parte de un huevo, se alargó 2 años.
Tras analizar los resultados, los investigadores informaron de que los niños habían mostrado un aumento en la tolerancia al huevo y una disminución en la severidad de sus reacciones alérgicas. «Al final del estudio, la mayoría de los niños podían tolerar dos huevos revueltos sin reacciones adversas», aseguro el director del proyecto, A. Wesley Burks (Duke University Medical Center).
El estudio tiene una limitación notable, la falta de un grupo control, algo que tendrán en próximos estudios. En la actualidad, de hecho, ya están llevando a cabo dos estudios más. El primero se centra en aumentar las dosis de huevo y estudiar de nuevo las posibles reducciones en la alergia e, incluso, la neutralización. El segundo estudio se centra en niños alérgicos al cacahuete, cuya incidencia ha ido en aumento durante los últimos 15 años, según Burks. «Las alergias causan una disminución significativa en la calidad de vida de muchas personas, por lo que este estudio permite dar un paso más para ofrecer una terapia adecuada para estas personas», concluye el investigador.