Diversos estudios publicados en revistas médicas de prestigio coinciden en que ciertos componentes de la dieta mediterránea contribuyen a la buena salud del sistema respiratorio y a evitar la aparición de algunas enfermedades crónicas como el asma. En este sentido, la doctora Cristina Martínez, miembro de Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácida (SEPAR) señala que «el dióxido de carbono y el ozono del aire afectan notablemente a la mucosa de las vías aéreas de los enfermos asmáticos, perturbando su funcionamiento e impidiendo la reparación de estas estructuras inflamadas».
Esto explica que los neumólogos recomienden cada vez con más insistencia la presencia de alimentos ricos en nutrientes antioxidantes en la alimentación cotidiana, ya que son capaces de proteger al organismo del daño producido por sustancias tóxicas. Entre estos nutrientes cabe destacar las vitaminas antioxidantes A, C y E, así como algunos minerales (selenio y zinc). Asimismo, la mucosidad que acompaña a muchos trastornos de las vías respiratorias y la dificultad respiratoria provocada por la inflamación de las mucosas obliga a modificar la dieta. Ésta debe contemplar más cantidad de aquellos alimentos con carácter expectorante y antiinflamatorio y reducir o eliminar aquellos que, por su composición química, produzcan más mucosidad.
Antioxidantes y función respiratoria
Se estima que muchos de los problemas respiratorios están causados o se agravan por la exposición continua y permanente al aire contaminado. También el factor ambiental es un riesgo añadido de aparición y desarrollo del cáncer de pulmón. Los antioxidantes son elementos presentes en los alimentos (también en el organismo) capaces de impedir el daño que algunos productos de la oxidación (radicales libres) tienen en el organismo. Los radicales libres producen el deterioro de las células. Para compensar esta acción nociva, el organismo produce unas sustancias llamadas enzimas, que actúan como antioxidantes (glutation peroxidasa, catalasa y superóxido dismutasa). El problema se presenta cuando hay un exceso de radicales libres, y los antioxidantes naturales del organismo son incapaces de contrarrestar su acción, lo que causa la muerte celular, el envejecimiento y algunos tipos de cáncer como el de pulmón.
Además, la alteración del sistema antioxidante del pulmón, al que contribuye un consumo insuficiente de antioxidantes, facilita la agresión de diversas proteasas endógenas, fundamentalmente la elastasa, lo cual favorece la inflamación del tejido pulmonar y el crecimiento bacteriano, por lo que aumenta el riesgo de infección respiratoria. La exposición continua y permanente a un ambiente o aire contaminado, así como el tabaquismo, son dos factores que aumentan la génesis de radicales libres en el organismo. Ante estas situaciones, es preciso aumentar los antioxidantes con la dieta. Las vitaminas A, C y E, así como los minerales selenio y cinc, son reconocidos por su acción antioxidante.
Los antioxidantes impiden el daño que los radicales libres tienen en el organismo
Vitamina A para las mucosas
La vitamina A es fundamental para la generación y regeneración de las mucosas, dañadas e inflamadas en numerosos trastornos respiratorios como el asma, la bronquitis y la EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Además, la vitamina A, por su carácter antioxidante, protege frente al daño de los radicales libres, lo que contribuye a evitar el envejecimiento prematuro de las células del sistema respiratorio, así como del cáncer de pulmón.
La vitamina A como tal sólo está presente en los alimentos de origen animal, principalmente en hígado, grasas lácteas (mantequilla y nata), yema de huevo y lácteos no desnatados (salvo los enriquecidos en dicha vitamina). También a partir del betacaroteno, un pigmento abundante en los vegetales (zanahoria, calabaza, melocotón, albaricoques o espinacas), el organismo fabrica vitamina A. Todos estos alimentos deben estar presentes a diario en la dieta de las personas con trastornos respiratorios. Pero hay quienes, reticentes a comer frutas y verduras a diario, recurren a los suplementos vitamínicos. En determinadas circunstancias, el consumo de suplementos puede resultar contraproducente. Por ejemplo, está comprobado que tomar suplementos de betacaroteno incrementa el riesgo de cáncer de pulmón en personas fumadoras.
Las vitaminas C y E también cumplen un doble propósito en la salud del sistema respiratorio. A las cualidades antioxidantes de ambas, se suma el refuerzo que dan al sistema inmunitario. El consumo de alimentos ricos en estos nutrientes proporciona una mayor protección al organismo frente a las infecciones, una de las causas de deterioro de la función respiratoria. Un zumo de naranja natural al levantarse es un buen refuerzo de vitamina C, también presente en el resto de cítricos (mandarinas, limón, pomelo), kiwis, tomates y pimientos. Acostumbrarse a tomar un puñado de frutos secos cada día es una buena garantía para aportar vitamina E a la dieta. Esta vitamina también es abundante en el aceite de oliva virgen extra y en el germen de trigo.
Los expertos en enfermedades respiratorias también inciden en el papel protector de los ácidos grasos omega 3 por su papel antiinflamatorio de las mucosas de las vías respiratorias. De hecho, diversos estudios constatan cómo el consumo continuado de pescado azul, fuente importante de estos nutrientes, mejora la función respiratoria en aquellos trastornos que cursa con inflamación de las mucosas, como la bronquitis y la EPOC.
Ante una situación de mucha mucosidad, conviene adecuar la dieta y reducir el consumo de aquellos alimentos que más la generan. Aunque no se conoce a ciencia cierta el mecanismo por el cual los lácteos aumentan la mucosidad, se ha comprobado que la producción de moco disminuye al moderar o eliminar los lácteos de la dieta. Se reduce la congestión nasal y se mejora la función respiratoria. Algunos estudios afirman que una de las causas del exceso de mucosidad es el pH excesivamente ácido de derivados lácteos como el yogur. Otras fuentes señalan a las proteínas presentes en la leche de vaca (mucoproteínas) como causantes del exceso de mucosidad nasal.
En caso de congestión nasal o exceso de mucosidad, este cambio dietético se debe acompañar de un mayor consumo de alimentos que favorecen la expectoración y que hacen más fluidas las secreciones. Los alimentos ricos en compuestos azufrados como el ajo, la cebolla y los puerros, tienen la propiedad de disolver o destruir la mucina, un mucopolisacárido o glucoproteína abundante en la mucosidad. Esto hace que contribuyan a que la congestión nasal desaparezca, facilitando así la respiración. Asimismo, conviene aumentar la ingesta de líquidos con el fin de hacer más fluidas las secreciones nasales. De esta forma serán más fáciles de eliminar.