La púrpura trombocitopénica idiopática es una rara enfermedad crónica de la sangre con consecuencias potencialmente graves para los pacientes, que abarcan desde el sangrado mucocutáneo y la menorragia a las hemorragias internas e intracraneales. Pese a que su origen sigue siendo un misterio, los investigadores han dado con un tratamiento novedoso, a base de “pepticuerpos”, con resultados esperanzadores en los ensayos clínicos llevados a cabo hasta el momento.
De buenas a primeras, el cuerpo ralentiza la producción de plaquetas. Las plaquetas son células sanguíneas cuya función es la de detener las hemorragias. Su disminución en el nivel sanguíneo puede dar lugar a la aparición de frecuentes moretones por todo el cuerpo, encías sangrantes y, peor aún, hemorragias internas. Las plaquetas son un producto de la fragmentación de células de la médula ósea denominadas megacariocitos; y puesto que su función es esencial para la supervivencia, el organismo las produce en cantidad y almacena remanentes en el bazo para circunstancias de emergencia.
En circunstancias normales, las plaquetas deambulan por el torrente sanguíneo sin entrar en acción, hasta que envejecen, mueren y son sustituidas por plaquetas nuevas del bazo. Su vida media se alarga hasta unos 10 días y un organismo sano alberga entre 150.000 y 450.000 plaquetas por centímetro cúbico de sangre.
Hemorragias, primer síntoma
Los trastornos de las plaquetas se manifiestan clínicamente por medio de hemorragias, que pueden ser tanto de causa trombocitopénica (descenso del número de plaquetas) como de causa trombocitopática (función alterada). En la púrpura trombocitopénica idiopática, las hemorragias se deben a un defecto plaquetario sin causa conocida ni enfermedad subyacente. Clínicamente, las hemorragias se extienden de modo puntiforme, bajo la piel, adquiriendo ésta un color característico de vino tinto.
También es común el sangrado exagerado de encías, epistaxis (hemorragias nasales), hemorragias digestivas y, raramente, genitourinarias (incluidas las metrorragias, hemorragias vaginales fuera del periodo menstrual). No llega al 1% la tasa de hemorragia intracraneal, aunque con un pronóstico grave.
¿Naturaleza inmunológica?
En los niños, aparece un proceso infeccioso inespecífico dos o tres semanas antes de la enfermedad, que actúa como desencadenante
La púrpura trombocitopénica idiopática es una enfermedad rara, pero no nueva. Hipócrates la describió en la antigüedad, aunque fue Paul Gottlieb Werlhoff (1735) quien llevó a cabo la primera definición clínica de este trastorno: ‘morbus maculosus hemorragicus’. Hoy día los científicos sospechan una implicación inmunológica en esta enfermedad, habida cuenta de la detección de anticuerpos IgG antiplaquetarios en sangre. En los niños, aparece un proceso infeccioso inespecífico dos o tres semanas antes de la enfermedad, que actúa como desencadenante.
Esta circunstancia, sin embargo, no tiene lugar entre los enfermos adultos. Los hematólogos consideran a la púrpura trombocitopénica idiopática como una enfermedad adquirida, por el hecho de que se presenta en individuos de una misma familia y sugiere la existencia de una base genética.
Tratamiento difícil
El tratamiento de esta enfermedad no es fácil. Se recurre por lo común al empleo de corticoesteroides y gammaglobulinas endovenosas a dosis elevadas; cuando no hay respuesta a este tratamiento está indicada la esplenectomía (extirpación quirúrgica del bazo). En caso de hemorragia grave están indicadas las transfusiones de plaquetas. Como complicaciones terapéuticas a largo plazo se han detectado hepatitis activas y cirrosis. Se da la circunstancia de que un elevado porcentaje de estos enfermos presenta anticuerpos contra los virus de la hepatitis B, C y del SIDA, por lo que se recomienda la vacunación sistemática contra el virus de la hepatitis B.
Drew Provan, de la Universidad de Londres (Reino Unido), es de la opinión de que tanto la púrpura trombocitopénica idiopática como su tratamiento tienen un impacto muy negativo en la calidad de vida de los pacientes, en comparación con otras enfermedades crónicas. El especialista inglés, sin embargo, anunció en un congreso de la Asociación Europea de Farmacéuticos de Hospital, celebrado el mes pasado en Maastricht (Holanda), «resultados muy prometedores» de investigaciones llevadas a cabo con la trombopoyetina, una citocina endógena responsable del crecimiento de los megacariocitos y de la proliferación plaquetaria.
«Se conoce», explicó Provan, «que la trombopoyetina se une por medio de un receptor a células hematopoyéticas y que un déficit en esta citocina causa la aparición de púrpura; en estas circunstancias confluyen una escasa producción de plaquetas en sangre y, al mismo tiempo, una elevada destrucción de las plaquetas circulantes». Asimismo, añadió que la inhibición del crecimiento de los megacariocitos a cargo de autoanticuerpos promueve ‘in vitro’ una apoptosis que compromete la trombopoyesis fisiológica.
«Pese a que las opciones terapéuticas para la púrpura trombocitopénica idiopática disponibles hasta hoy logran frenar la destrucción plaquetaria, no tienen efecto sobre el desarrollo de nuevas plaquetas y sí, en cambio, causan efectos secundarios de preocupación». De hecho, cerca del 50% de los pacientes que fallecen por causa de una púrpura trombocitopénioca idiopática lo hace a partir de una infección propiciada por la agresividad de los tratamientos administrados. Semejantes circunstancias, objetó Provan, pudieran cambiar a partir de ahora gracias a la incorporación al arsenal terapéutico de un ‘pepticuerpo’ estimulante de la trombopoyesis: romiplosti
De los estudios en animales, de experimentación y en fase I, llevados a cabo, Drew Provan, de la Universidad de Londres (Reino Unido), deduce que romiplostim aumenta la producción de plaquetas en roedores sanos, al igual que en seres humanos y, además, que dicho aumento se produce de modo dependiente de la dosis administrada. «No se ha detectado ninguna muerte ni efecto secundario de consideración en los pacientes tratados experimentalmente; tampoco se han producido cambios en parámetros urinarios o de coagulación, ni en estudios de agregación plaquetaria», apunta el experto.
Ya en estudios de fase III, romiplostim ha reflejado una buena respuesta en el 79% de los pacientes esplenectomizados (a quienes se les ha extirpado el bazo) tratados con dicho agente (con una respuesta duradera en el 38% de los casos). Entre los no esplenectomizados, la tasa de buena respuesta fue del 88% (con respuesta duradera en el 61% de los casos). «Los recuentos de plaquetas aumentaron y mantuvieron estos valores elevados más allá de las 24 semanas, y el empleo de medicaciones de rescate disminuyó», señala Provan.
A modo de conclusión, el especialista resolvió en Maastricht que romiplostim estimula la producción plaquetaria de un modo distinto al resto de fármacos empleados en la púrpura trombocitopénica idiopática; actúa tanto en pacientes esplenoctomizados como no esplenoctomizados y ha demostrado una buena tolerabilidad en los ensayos clínicos llevados a cabo.