Alrededor de 250.000 personas en España sufren artritis reumatoide, una enfermedad inflamatoria crónica que afecta a las articulaciones y cuyo origen parece ser autoinmune (el sistema inmunitario ataca al propio organismo). De cada 100.000 habitantes, se diagnostican 10 casos anuales, lo que la convierte en una enfermedad frecuente. Desde diferentes ámbitos de la medicina se han propuesto dietas que podrían prevenir y supuestamente ayudar a paliar sus síntomas.
Los antioxidantes también parecen jugar un papel importante, pero la controversia rodea tanto las prescripciones dietéticas sin fundamento, como la utilización de suplementos nutricionales. Por el momento, la Dieta Mediterránea está tomando sólidas posiciones avaladas científicamente para considerarse como «adecuada» en el tratamiento.
Dietoterapia experimental
La artritis reumatoide es una enfermedad inflamatoria de causa desconocida, que afecta fundamentalmente a las articulaciones, preferentemente de manos, rodillas y columna cervical. Se trata de una enfermedad de evolución crónica con curso y duración variable que, además, se acompaña de otros síntomas extra-articulares. En la fase final de la artritis reumatoide, las articulaciones se deforman y se pierde la capacidad de llevar a cabo su función.
Las mujeres la sufren más que los hombres, en una proporción de tres a uno, y se inicia preferentemente entre los 25 y los 50 años, si bien su prevalencia aumenta con la edad y entre los mayores de 65 años llega a ser del 12%. No es específica de ningún grupo étnico, ni se asocia especialmente con áreas geográficas o condiciones climáticas.
Una alimentación que excluya alimentos sin consejo especializado es muy peligrosa, por el riesgo de carencias nutricionales que pueden empeorar más el estado de saludEl tratamiento de los síntomas para controlar la inflamación y el dolor se realiza mediante antiinflamatorios. El tratamiento específico, -a base de cloroquinas, sales de oro, metotrexate y sulfasalazina, entre otros- aunque beneficioso, no está exento de riesgos. Es precisamente su uso obligado durante años lo que ha llevado a abrir vías de investigación a nivel nutricional relacionadas tanto con aspectos de la prevención como para paliar los síntomas.
Hasta hoy, se han dado a conocer ciertos cambios dietéticos que con seguridad pueden ser de gran interés. Según investigadores de la Universidad de Sydney, los pacientes con artritis reumatoide, ocasionalmente, pueden empeorar su estado general como resultado de una alergia a algún ingrediente de su dieta, ya sea a los lácteos, el maíz, los cereales y las solanáceas, como las patatas y los tomates. La abstención total de estos alimentos, en algunos casos, ha contribuido en la mejora del paciente.
Parece que la desaparición de la sustancia generadora de la alergia influye en la disminución de la producción de agentes químicos que provocan la inflamación de los tejidos. Sin embargo, en los experimentos llevados a cabo, no todos los enfermos mejoran con las dietas de exclusión de alimentos, con lo que los propios investigadores aducen que aún es muy difícil de probar la relación entre la intolerancia/alergia alimentaria y la artritis reumatoide.
Por este motivo, no se puede generalizar una recomendación terapéutica. Realizar una alimentación que excluya alimentos sin consejo facultativo especializado es muy peligroso, ya que se corre el riesgo de que aparezcan carencias nutricionales que pueden empeorar aún más el estado de salud.
El papel de las grasas
En algunos estudios preliminares hechos en animales se ha buscado acreditar el uso de aceites de prímula («evening primrose oil»), pescado, borraja o semillas de pasas de Corinto por su riqueza en ácido araquidónico (poliinsaturado), reconocido por su poder antiinflamatorio. Desde el Ninewells Hospital and Medical School, en el Reino Unido, se transmite la esperanza de encontrar una solución para disminuir la inflamación con el consumo dietético de este tipo de grasas.
Según los investigadores, estos aceites varían positivamente el perfil de ácidos grasos que ingerimos con la dieta, aumentando las concentraciones del ácido- -dihomo linolénico. Este ácido graso insaturado de la serie omega-6 es capaz de inhibir las prostaglandinas, sustancias químicas que median para que se produzca la inflamación. No obstante, todavía faltan estudios que certifiquen definitivamente este efecto en humanos.
El aceite de oliva es otro candidato a paliativo que ha sido estudiado por diversos centros de investigación, entre los que destaca el Departamento de Epidemiología de la Universidad Médica de Atenas, en Grecia. Las personas que utilizan aceite de oliva como fuente de grasa principal tienen menos riesgo de sufrir artritis reumatoide. Los expertos creen que es debido a las propiedades antioxidantes del ácido oleico (monoinsaturado) que contiene. No obstante, aún no se conocen los mecanismos bioquímicos que pueden avalar esta hipótesis.
Antioxidantes protectores
La asociación entre vitaminas y minerales antioxidantes (provenientes de alimentos o de suplementos) y el riesgo de artritis reumatoide, ha sido evaluada en estudios prospectivos con interesantes resultados. Desde la Clínica Mayo y diversas universidades estadounidenses se ha probado que grandes ingestas de vitamina C o la suplementación con vitamina E (ambas antioxidantes) están inversamente relacionadas con la enfermedad, es decir, a más vitaminas menos riesgo.
También se da una relación inversa con la beta-criptoxantina, un carotenoide presente en las frutas cítricas. El cobre, zinc y manganeso son minerales a los que se les han atribuido efectos positivos sobre la artritis, pero los investigadores de EE.UU. sólo han encontrado una disminución del riesgo con el aumento del consumo de zinc, sobre todo en forma de suplemento.
Su conclusión es que posiblemente la ingesta de cítricos ricos en beta-criptoxantina y suplementos de zinc y el incremento en la alimentación de frutas y verduras ricas en antioxidantes, como las crucíferas (brócoli, col o coliflor) pueda considerarse como un factor protector contra el desarrollo de la artritis reumatoide.
Aunque el mecanismo de acción de estas sustancias no es conocido en su totalidad, se sugiere que los antioxidantes actúan contra los radicales libres que causan la muerte de los tejidos. Por ello, estos micronutrientes podrían ser el aporte adicional en la lucha contra la enfermedad.
“La dieta mediterránea reduce la actividad inflamatoria de la artritis ayudando a los pacientes a incrementar su actividad física, mejorar su vitalidad y su calidad de vida”. Estas son las conclusiones del estudio de un grupo de investigadores, liderados Kalmar County, del departamento de Medicina de la Universidad de Umea, en Suecia. A dos grupos de pacientes afectados por la enfermedad, aplicaron, a modo de tratamiento, la dieta mediterránea o una dieta típica occidental.
Para valorar los resultados clínicos se midió el índice de la actividad de la artritis reumatoide, el índice de la función física, el índice de calidad de vida y el índice del consumo diario de medicamentos antiinflamatorios no esteroideos. Después de tres meses de observación, los participantes que habían seguido la dieta mediterránea perdieron peso, sus niveles de colesterol descendieron y aquejaban menos dolor articular comparados con el grupo control, que siguió la dieta occidental.
Las claves seguramente residen en los ácidos grasos tanto del aceite de oliva como del pescado y la gran cantidad de vitaminas, minerales y fitoquímicos antioxidantes aportados por las cinco raciones diarias recomendadas de frutas y de verduras. Otras sustancias químicas que puedan ayudar a tratar la enfermedad o a paliar sus efectos son objeto de estudio en la actualidad, como el potasio, el cobre, el ácido pantoténico (vitamina B5) y el boro. Pero aún falta mucho camino por recorrer hasta demostrar su acción sobre el organismo y sus efectos positivos sobre la artritis reumatoide.