El desorden que consiste en comer alimentos hipercalóricos en muy poco espacio de tiempo se asocia a la depresión y a la obesidad. Las personas que lo padecen entran en un círculo vicioso: estar obesas les deprime y su estado de ánimo depresivo les conduce a comer más. La mayoría se sienten avergonzadas por su comportamiento y se lo ocultan a su médico, cuando deberían confiar plenamente en él si quieren poner remedio a este desorden. Además, hoy ya existe tratamiento, este problema tiene solución.
Los primeros estudios científicos que asocian el trastorno por atracón a la depresión son bastante recientes, apenas tienen tres años. Gracias a ellos hoy se sabe que más del 50% de los pacientes con un trastorno por atracón también sufren depresión. Y eso no es todo: se ha visto que este trastorno es muy frecuente en personas con obesidad, puesto que más del 40% ha protagonizado alguna vez estos episodios de sobreingesta de alimentos -sobre todo hipercalóricos- de forma rápida y descontrolada.
En España, el trastorno por atracón afecta a entre un 2% y un 3% de la población, sin que existan diferencias entre hombres y mujeres ni por la edad. Es más frecuente que la anorexia y la bulimia, pero se conoce menos, según datos presentados por Guadalupe Blay, miembro del Grupo de Habilidades en Nutrición de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) en el XIV Congreso de esta sociedad, celebrado recientemente en Málaga.
La triada de Beck
El factor detonante del binomio trastorno por atracón-depresión es un problema psicológico de base o una baja autoestima de la persona que lo sufre. Este detonante puede explicarse a partir de la famosa teoría llamada Tríada de la Depresión de Beck. Este psiquiatra, de EE.UU., enunció en 1979 una teoría nihilista, según la cual la persona tendría un concepto negativo de sí misma, de sus experiencias vitales y nulas expectativas en el futuro, es decir, nada a lo que agarrarse y ninguna esperanza en el mañana.
El detonante del binomio atracón-depresión es un problema psicológico de base o una baja autoestima del afectado
Esta concepción de sí mismo allanaría el camino de más de uno hacia la depresión. Entre los factores psicológicos que pueden favorecer esta situación están la baja autoestima o el sentirse inferior, la falta de apoyo en la familia que tiende a recriminar al afectado que «está gordo», sentimientos de culpabilidad por su sobrepeso u obesidad, ansiedad y estrés por el trabajo. Y a la vulnerabilidad psicológica cabría añadir que «parte de las personas afectas padecen de sobrepeso condicionado genéticamente, al verse obesas se sienten tristes, empiezan a comer compulsivamente y caen en un círculo vicioso», cuenta Blay.
Atraco a la nevera
El trastorno por atracón es un desorden alimentario más frecuente que la bulimia y que la anorexia y que afecta a entre un 2% y un 3% de la población española, independientemente del sexo y de la edad. Su diagnóstico es más difícil que el de la bulimia porque los pacientes tienden a ocultar que se atracan por vergüenza y tampoco compensan la sobreingesta con conductas purgatorias que dejen señales claras del trastorno, como el esmalte de los dientes dañado por el vómito o el hallazgo de laxantes diuréticos por medio de una analítica, según información presentada en el congreso de la SEMG.
Estos pacientes son conscientes de sus problemas de sobrepeso y obesidad; la depresión también se les suele diagnosticar, ya que habitualmente se muestran tristes y melancólicos en la consulta del médico. Sin embargo, el mayor problema es detectar que sufren un trastorno por atracón, por ser algo que esconden. A través de unas entrevistas estructuradas y mediante un registro alimentario de lo que comen, si son sinceros consigo mismos y con el médico, es posible llegar a averiguarlo.
Estas personas están tan ansiosas que, al llegar a casa, lo primero que hacen es abrir la nevera y arrasarla. Son capaces de ingerir de 5.000 a 10.000 calorías de golpe, devorando una barra entera de mantequilla, un tarro de mayonesa, acabar con un bote de chocolate en polvo e, incluso, tragarse las «cosas más increíbles» como un paquete de cigarrillos o el líquido del lavavajillas cuando no tienen nada más que comer. La cuestión es llevarse algo a la boca para saciar su ansiedad, para lo cual empiezan por un tipo de alimento, picotean otros y acaban habiendo comido de todo en un momento.
Para sentirse saciados, habitualmente el organismo les impele a consumir hidratos de carbono, que son más saciantes, grasas y dulces. Estas personas suelen preferir estos grupos de alimentos a las proteínas, comenta Blay.
Atracón diurno y nocturno
Una parte importante de los afectados por el trastorno por atracón lo sufren durante la noche. El atracón nocturno es un síntoma que sufren entre un 1% y un 2% de la población, según estiman estudios realizados en Europa. Estas personas se levantan de noche, medio o totalmente sonámbulas, se dirigen a la nevera o a la despensa donde tienen los alimentos y se dan un atracón.
Pero, a diferencia del atracón diurno, no se enteran de sus andanzas nocturnas. «Sólo son conscientes de ellas cuando, al día siguiente, algún familiar se lo explica y se encuentran abiertos los envoltorios de los alimentos que han consumido de noche o las migas y restos de comida esparcidos por la casa», informa Blay.
La clave del éxito para que las personas con trastorno por atracón recuperen el control es que “confíen en su médico. No pasa nada. Todo tiene solución, pero se tienen que motivar mucho y el médico, a su vez, debe tener empatía e implicarse en motivarles mucho”, según Guadalupe Blay, de la SEMG. El primer trabajo de los pacientes es romper la barrera de la vergüenza y confiarle su descontrol con la comida. Una vez diagnosticado el problema, deberían recibir tres tipos de tratamiento.
Un tratamiento farmacológico, consistente en antidepresivos para controlar la depresión y que tienen la ventaja añadida de que son saciantes, así que también pueden ayudar a tratar el desorden alimentario. El psicoterapéutico, con orientación cognitivo-conductual para su patología depresiva y para recuperar el control en su conducta alimentaria. En tercer lugar, necesitan el apoyo de un nutricionista para restablecer sus pautas alimentarias y el peso adecuado.
En cuanto a los resultados de los tratamientos, se ha visto que el trastorno alimentario asociado a la depresión que se trata con terapia cognitivo-conductual y sin antidepresivos remite en el 39% de los pacientes, mientras que este problema remite sólo en el 20% de los tratados únicamente con antidepresivos y además hay más abandonos. En los casos en que se reciben las dos terapias combinadas el trastorno alimentario asociado a depresión remite en el 42% (sólo 3% más que los tratados únicamente con terapia psicológica) y los pacientes atendidos así también presentan más abandonos.
Estos datos, procedentes de una revisión sistemática de tratamientos elaborada por el centro Cochrane, denota el gran papel de la psicoterapia cognitivo-conductual en la recuperación de estos afectados. Se considera que un paciente está curado cuando han transcurrido cuatro años en los que se mantiene bien con la dieta y no ha sufrido recaídas. Sin embargo, y desafortunadamente, éstas suelen ser frecuentes.